Fútbol y derecho a soñar

 

El intento de implantar la Superliga, una vuelta de tuerca más en la mercantilización extrema de un deporte que nació de sectores populares.
“El fútbol corre el grave peligro de perder su sentido esencial que es ser una fiesta. Una fiesta de los pies que lo juegan y los ojos que lo miran” (Eduardo Galeano).

Galde 33 uda/2021/verano. Enrique Bethencourt.-  

El fútbol levanta pasiones en todo el mundo. Casi exclusivamente masculino en el pasado, comienza a cambiar en las últimas décadas. Cada vez son más mujeres las que lo siguen y lo practican. Despreciado históricamente por los intelectuales y la izquierda, que lo consideraban simplemente una moderna edición del opio del pueblo, cada vez son más los análisis sociológicos sobre este fenómeno de masas. En el Estado español fue el escritor Manuel Vázquez Montalbán de los primeros en reflexionar y escribir sobre el fútbol; su consideración del FC Barcelona como “el ejército desarmado de Cataluña” es una brillante aportación.

Los equipos nunca han competido en condiciones de igualdad. Los grandes económicamente siempre han tenido ventajas. En distintas etapas históricas han podido tener en sus filas, en el caso del fútbol del Estado español, a jugadores como Di Stéfano, Kubala, Maradona, Cruyff, Zidane, Ronaldinho, Ronaldo o Messi. Y, tras el caso Bosman, tienen todos en sus plantillas una docena o más de internacionales de la más diversa procedencia. Excepto el Athletic de Bilbao, claro.

Esas circunstancias hacen muy difícil que se repitan las ligas que el equipo bilbaino ganó en los ochenta (82/83 y 83/84), con Javier Clemente al frente de una plantilla en la que destacaban Zubizarreta, Goikoetxea, Liceranzu, Dani o Sarabia. Al igual que las que antes obtuvo la Real Sociedad con aquel gran equipo en el que estaban Arconada, Kortabarria, Zamora, López Ufarte, Bakero, Idígoras o Satrustegui (80/81 y 81/82), dirigido por Alberto Ormaetxea. Más modestamente, la UD Las Palmas logró un segundo y un tercer puesto en la liga a finales de los sesenta con un equipo integrado por jugadores de las islas, algunos de enorme calidad. como Tonono, Guedes y Germán. Salvo el portero, un puesto que era de titularidad vasca: se turnaban bajo los palos Ulacia, nacido en Mutriku,y Oregui, natural de Bergara.

En los últimos veinte años (2000-2020), escribo esto días antes de finalizar la temporada 2020/2021,la distribución de los campeones de liga es la siguiente: Barcelona (10), Real Madrid (7), Valencia (2) y Atlético de Madrid (1). O dicho de otra forma Barca y Madrid se llevaron el 85 por ciento de títulos. En los veinte años finales del siglo XX, entre 1980 y 2000, esa hegemonía fue menor (en este caso del 70%) y fue rota cuatro veces por el equipo txuri urdin y los leones, dos cada uno, y en una ocasión por el Atlético de Madrid y en otra por el Depor.

Globalización

Me sabía de memoria la alineación de la UD más gloriosa: Oregui (Ulacia), Aparicio, Tonono, Martin II, Castellano, Guedes, León, Gilberto II, José Juan, Germán y Gilberto I. Pero también la del Athletic de esos años: Iribar, Sáez, Echevarría, Aranguren… Hoy, salvo excepciones, los equipos cambian profundamente de una temporada a otra; y no creo que sea solo por mejoras en las plantillas, sino por el dinero que mueven los traspasos. Para gozo de los intermediarios o agentes, pero también para más de un directivo espabilado.

El fútbol genera identidades. Se producen identidades comunitarias o nacionales como sucede con el Athletic, nutrido exclusivamente por jugadores de su comunidad (y alrededores). O en el Barcelona, donde solo una pequeña parte de la actual plantilla es catalana, pero que se identifica como el club representante de la identidad nacional de Cataluña.

Para el profesor e investigador ecuatoriano Fernando Carrión el fútbol es una de las prácticas de identificación colectiva más significativas, “porque es un fenómeno que trasciende su condición de juego para convertirse en un hecho total: social, cultural, político y económico”. Entiende que las identidades múltiples con un equipo se consiguen por varias vías: por el estilo (su línea de juego), por la presencia de determinados jugadores, por el uniforme, por membresía (identificación territorial), por socialización (transmisión generacional o social), por el éxito y por oposición a otros.

Por su parte, Francisco Javier Caspitegui, profesor del departamento de Historia de la Universidad de Navarra, destaca que en sociedades plurales como las nuestras “la complejidad identitaria ha aumentado por la dificultad de hallar referencias absolutas con las que poder identificarnos”. Y, en fin, el politólogo chileno Aldo Torres Baeza en “Identidad y Fútbol”, asegura lo siguiente: “En un mundo gris, que nos condena a la rutina y la perpetua fomedad (sosería), el estilo de jugar al fútbol, (sí, al fútbol), es un modo de ser, que muestra el perfil de cada lugar y afirma el sagrado derecho a la diferencia”.

Súper élite

A mitad de abril de 2021 surgió la Superliga que venían pergeñando clubes como el Madrid, Barcelona, City, Chelsea o Juventus. Que viene a ser un campeonato de la súper élite, entre los clubes más ricos, en el que no hay descensos y, de las veinte plazas, quince son fijas y para siempre, repartidas entre equipos ingleses, españoles, italianos, alemanes y franceses. Quedando las restantes cinco para generosas invitaciones. Y esos quince se repartirían una pasta inmensa, fundamentalmente por derechos televisivos, que les hubiesen permitido quitarles todos los jugadores de máximo nivel al resto de equipos del planeta. Tiene su parecido con las distintas crisis económicas, que siempre se saldan con una transferencia de riqueza de los pobres a los ricos.

El máximo responsable del invento es Florentino Pérez, multimillonario constructor y presidente del Real Madrid. Y que tiene, también, sus antecedentes políticos. En 1979 logró acta de concejal en el Ayuntamiento de Madrid por la UCD en las primeras municipales democráticas, pero el pacto PSOE-PCE puso al frente del Consistorio al socialista Enrique Tierno Galván. Años después, a mitad de los ochenta, sería uno de los máximos impulsores de la operación reformista, más conocida como Operación Roca, un intento de montar una alternativa de derecha liberal a través de Partido Reformista Democrático, del que Florentino fue elegido secretario general. Y que dispuso de mucho dinero de la banca y de los empresarios, y también de apoyo mediático, entre otros, de Pedro J. Ramírez y Diario16. Con un resultado catastrófico, apenas 190.000 votos en el conjunto del Estado (aspiraban alcanzar los 5 millones de papeletas) y el casillero de diputados a cero en las generales de 1986.

Superfiasco.

En esta ocasión no le han ido mejor las cosas. La reacción inmediata de dirigentes políticos, de la hinchada de varios clubes ingleses y de algunos medios y periodistas (otros hicieron, como siempre, la ola a Florentino), así como la airada respuesta y amenazas nada veladas por parte de la UEFA y la FIFA, hundió la Superliga en apenas 72 horas.

Mercantilizado

El fútbol hace tiempo que está mercantilizado y globalizado. Los clubes no viven de sus socios y socias ni de la venta de entradas a los estadios, sino de lo que le producen los ingresos por televisión, el marketing y los patrocinios; muchas de las grandes entidades europeas pertenecen a jeques árabes o a otros multimillonarios de distinta procedencia. Entre tanto dinero se mueven intereses y pelotazos urbanísticos, pingües comisiones en los traspasos y elementos varios de corrupción. El romanticismo de los que seguimos creyendo en equipos próximos, básicamente de cantera, cotiza a la baja en el gran mercado capitalista. La cartera se impone. Los sueños se dificultan.

El intento de implantar la Superliga ha sido una vuelta de tuerca más en esa mercantilización extrema de un deporte que nació de sectores populares. También nos roban el fútbol, como bien señalan Ángel y María Cappa en un libro imprescindible. La respuesta de muchos futboleros al invento me parece muy positiva. Y me resultaría aún mucho más relevante la adopción de medidas ante el mundial de Qatar 2022. Más de 6.500 obreros, la mayoría procedentes de India, Pakistán, Bangladesh o Sri Lanka, han muerto en la fabricación de sus estadios y de otras infraestructuras (aeropuertos, carreteras, hoteles…) por falta de condiciones de seguridad y penosas condiciones laborales, según ha denunciado el periódico The Guardian. Sin que haya habido reacciones por parte de los gobiernos o de las instituciones futbolísticas internacionales; salvo Noruega, que estudia un boicot al evento. Para la inmensa mayoría, el negocio es lo primero. Y, en muchas ocasiones, lo único.

Enrique Bethencourt es autor del libro: Fútbol canario. Identidad, Valerón y otros desmarques. Y de otros dos libros sobre el nacionalismo canario.

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