Impactos de la guerra en Ucrania sobre la economía rusa y el orden mundial

 

Galde 44, Udaberria 2024 Primavera. Gabriel Flores.-

El orden mundial lleva unos años dando muestras de agotamiento y reclamando nuevos pilares sobre los que asentarse. Desorden e incertidumbre exigen el nacimiento de nuevos equilibrios, pero en el tránsito a un nuevo orden se ha abierto un período convulso de degradación del viejo mundo que se resiste a ser sustituido. La invasión de Ucrania y la guerra de agresión emprendidas por el régimen de Putin el 24 de febrero de 2022 son parte del actual desorden mundial.

En ese contexto, expondré los grandes rasgos del desempeño de la economía rusa en los dos últimos años, señalaré después las previsiones para este año 2024 y finalizaré con unos breves apuntes sobre los retos a medio plazo que afrontan Rusia y la comunidad internacional.

Crisis y recuperación de la economía rusa en 2022 y 2023

Según el Banco de Rusia, el PIB ruso retrocedió un 2,1% en 2022 y la tasa media de inflación alcanzó un alto, pero no desbocado, 13,8%. En 2023, el crecimiento de la actividad económica fue de entre un 2,2 y un 2,7% y se logró un mayor control de la inflación, que se situó en torno al 5,8%. Recientes estimaciones del Fondo Monetario Internacional se sitúan en parecidos porcentajes.

La utilización de la capacidad productiva de la economía rusa alcanzó en 2023 entre un 81 y un 90%. Las cuentas exteriores siguieron siendo superavitarias. Y la desdolarización de las reservas internacionales y el comercio exterior rusos continuó progresando. En resumen, pese a la guerra y las sanciones occidentales, la economía rusa encontró vías de recuperación.

Cabe mencionar tres de los factores más relevantes en la recuperación económica: primero, los fuertes estímulos fiscales y gastos públicos que sostienen unaeconomía de guerra; segundo, la fortaleza de un consumo privado impulsado por el crecimiento de los salarios en un mercado laboral muy tensionado (el desempleo apenas llega al 3%), como consecuencia del reclutamiento militar, alrededor de quinientos mil jóvenes se vieron obligados a dejar sus empleos, y de la salida del país de unas novecientas mil personasque han preferido esquivar la guerra; y tercero, la rápida relocalización del comercio exterior, compensando parcialmente el retroceso de los mercados occidentales mediante mayores intercambios con China, India o Turquía y eludiendo parte de las sanciones occidentales con nuevos circuitos comerciales y financieros en los que repúblicas de la antigua URSS sirven de intermediarios de bienes y operaciones sometidos a restricciones.

Las sanciones occidentales se han multiplicado, endurecido y perfeccionado. Por ejemplo, la UE ha ido aprobando hasta trece paquetes de sanciones (el último, coincidiendo con el segundo aniversario de la invasión) que afectan a miles de responsables políticos, oligarcas, entidades públicas o empresas privadas y a la mitad del comercio exterior entre Rusia y la UE. ¿Han sido eficaces las restricciones y sanciones? Sí, pero no lo suficiente, porque no han impedido la rápida recuperación de la economía rusa ni, por ahora, han logrado deteriorar su capacidad de sostener la guerra. Los efectos de las sanciones madurarán y tendrán que ser valorados en plazos más largos.

Previsiones para 2024

El Banco de Rusia prevé un menor crecimiento del PIB que en 2023, en una horquilla del 0,5 al 1,5%, mientras los precios aumentarían más que en 2023, entre el 5,8% y el 6,5%, alejándose del objetivo del 4% que espera alcanzar en 2025. El precio del barril de petróleo tipo Brent, variable fundamental en la evolución de las exportaciones rusas, sufriría un ligero descenso (de una media anual en 2023 de 83 dólares el barril a los 80 dólares), con la consiguiente disminución de los ingresos públicos, lo que no impediría que las cuentas exteriores siguieran siendo superavitarias gracias al retroceso de entre un 3,5 y un 6,5% en el valor de las importaciones.

Para sostener al rublo, la tasa de interés de referencia del banco central subiría hasta una horquilla de entre el 12,5 y el 14,5% (superior a las medias de 2022 y 2023, que se situaron cerca del 10%), lo que frenará la inversión no vinculada a la industria militar, erosionará el consumo de los hogares e impedirá reducir la inflación.

Previsiones poco halagüeñas en un escenario favorable que presupone que la inflación se mantiene bajo control, se sortean las sanciones occidentales y se mantiene el esfuerzo de guerra. Pero el Banco de Rusia contempla también otros escenarios, basados en hipótesis de una mayor degradación de las circunstancias económicas. El de más riesgo contempla la posibilidad de una crisis de solvencia del sistema bancario, precedida de un mayor retroceso del PIB (entre el 4 y el 6%), inflación más alta(entre el 8,4 y el 10%) y dificultades crecientes de financiación que aumentaría la desconfianza en el cumplimiento de las obligaciones de pago. Cabe deducir que el deterioro económico afectaría también a la capacidad financiera de sostener el esfuerzo bélico y a los consensos sociopolíticos básicos que requiere la prolongación de la guerra.

Retos a medio plazo

La economía rusa afrontará en próximos años graves obstáculos. Sanciones occidentales cada vez más eficaces conducirán a su creciente marginación del mercado mundial, especialmente en las actividades más dinámicas en materia de investigación, tecnologías punta o servicios avanzados a las empresas. Lo que provocará procesos de atraso tecnológico y pérdida de competencias productivas.

La guerra de agresión a Ucrania, al margen de cuál haya sido su pretensión inicial, ha arrastrado al régimen de Putin a promover un mundo multipolar basado en la fragmentación del mercado mundial y una espiral militarista que haga creíble su amenaza de escalar la agresión bélica.

En esa estrategia, el principal aliado del régimen de Putin no es China, que tiene el potencial productivo, comercial y tecnológico que le permite perseverar en su estrategia de competencia paciente y a largo plazo con EEUU en un mercado mundial unificado con reglas. Para China, Rusia es un aliado coyuntural que le puede ser funcional en su objetivo de resistir la ofensiva de EEUU orientada a proteger el mercado estadounidense, preservar su hegemonía tecnológica y reforzar su poder militar.

Los aliados del régimen de Putin en su apuesta por un mundo multipolar hay que buscarlos en otra parte: por un lado, Trump y las fuerzas proteccionistas y militaristas que representa; por otro, las extremas derechas europeas que pretenden debilitar las instituciones comunitarias y recuperar para los Estados miembros competencias cedidas a la UE, porque perciben cualquier avance de la soberanía comunitaria en conflicto con las soberanías nacionales.

El triunfo de Trump en las elecciones presidenciales de EEUU del próximo 5 de noviembre de 2024 marcaría un punto de inflexión en la defensa occidental de la soberanía de Ucrania y la legalidad internacional y un fortalecimiento del proteccionismo estadounidense que obstaculizarían la construcción de un nuevo orden mundial basado en reglas e instituciones globales.

Las elecciones al Parlamento Europeo que se celebrarán entre el 6 y el 9 de junio constituirán un acontecimiento que permitirá calibrar la consistencia de la ola conservadora y neosoberanista que afecta a los Estados miembros. Sus resultados definirán las opciones y restricciones de la UE a la hora de consensuar y ofrecer una alternativa a favor de un orden mundial multilateral, democrático e inclusivo frente al orden militarista multipolar y reaccionario que propugna el régimen de Putin y frente a las estrategias de hegemonías excluyentes que siguen China y EEUU.

Una UE dividida, paralizada en su acción política o subordinada a dogmas presupuestarios y objetivos de inflación contraproducentes debilitaría las opciones de construir un multilateralismo integrador. La superación del actual desorden mundial requiere de un proyecto factible de nuevo orden mundial multilateral capaz de ofrecer respuestas a las diferentes necesidades de un mundo desigual y fragmentado y hacerlas compatibles con un impulso democrático global de las transiciones energética y ecológica y con las exigencias de desarrollo integral del Sur global. Nos jugamos el futuro, la paz y la democracia en ese envite.

Un mundo en cambio, Iñaki Gabildondo | STM Galde

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