Galde 44, Udaberria 2024 Primavera. Lourdes Oñederra.-
Oigo en la radio publicidad institucional del 8 de marzo, según la cual tras toda mujer empoderada hay, hubo, otras mujeres que le dieron fuerza para llegar a serlo. Tías, madres, abuelas. Me llama la atención que todas sean familiares y pienso en maestras, vecinas, amigas de esas familiares, madres de amigas, actrices. Bueno, es una muestra… aunque ya sabemos, por ejemplo en el mundo de la investigación o en las estadísticas sociológicas, cómo puede influir el corpus estudiado en los resultados obtenidos. Además, lo inocente (si lo es) no es neutro ni inocuo.
Otra cosa me llama la atención con más intensidad: ¿dónde están los hombres? ¿No encaja en la celebración del 8 de marzo tenerlos en cuenta? ¿Tampoco ahora que ya van como cualquiera de nosotras en la manifestación? Hubo un tiempo en el que iban aparte, detrás; antes de eso, incluso, se les había pedido que no participaran…
Ante esa alusión exclusiva a las mujeres en la historia del empoderamiento femenino, me surgen dos preguntas, creo que recíprocamente complementarias. ¿No ha habido nunca ningún hombre que haya podido ser impulso de empoderamiento de las mujeres? ¿Las mujeres han sido siempre beneficiosas para el empoderamiento de las demás, de las siguientes? Recuerdo a madres criticando a las niñas “chicazo” y sé que siguen existiendo. Ha habido amonas que hablaban mal de las mujeres sin hijos, seguro que aún las hay. Pienso también en las madres que explicaban cómo gustar a los chicos para poder encontrar un buen marido algún día. Callar ante un abuso por el bien de una misma, ha sido también consejo de mujer. “Y calle…, calle… Con esas cosas lo mejor es callar… ¡Siempre es una la que pierde!”, escribió Elena Fortún en su amargo Celia institutriz en América.
Puede que, al leer esto, alguien piense que hablo de cosas pasadas, de historias de nuestra generación. Ojalá. No estoy del todo segura (¿cuántas abuelas, tías o madres hablan con la misma satisfacción de sus hijas homosexuales como de la que se ha casado con un chico guapísimo?, ¿cuántas abuelas, tías o madres animan a sus niñas a oponerse a la presencia de mujeres en los alardes?). Además, nuestra generación sigue estando aquí, intentando avanzar día a día en nuestro proceso de empoderamiento y, en ese sentido, somos también destinatarias de la publicidad actual. Vuelvo desde ahí a mi primera pregunta, la de dónde están los hombres. Hubo chicos concienciados que enseñaron a niñas católicas que el sexo no es pecado. Los había y los hay. También me viene a la memoria un profesor de religión, sacerdote, animándonos a no depender económicamente de un posible marido. Contrasta con aquella monja que enseñaba a no confundir la libertad con el libertinaje, que la responsabilidad de la virginidad era nuestra porque los hombres son más animales. Hay que comprenderlos, porque ellos son así; hay que perdonarles y saber guiarlos. Claro que tampoco deja de ser cierto tipo de empoderamiento, porque, al parecer, las listas éramos nosotras que podíamos dirigir a los nobles brutos… pero ¿es ése el tipo de poder que queremos para las mujeres?
Sinceramente no me parece muy acertado el anuncio. Creo que no toda mujer empoderada cuenta en su pasado con mujeres motivadoras o no sólo con mujeres. Fundamentalmente lo que cuenta son las ideas de esas mujeres u hombres.
Entiendo, claro, que la redacción del anuncio pueda estar motivada por el deseo de visibilizar a las mujeres compensando los siglos de ocultación, que viene a ser un homenaje a las mujeres de generaciones anteriores… pero una buena causa no necesariamente conduce a buenas consecuencias. Los sesgos, el simplismo, lo binario no nos llevarán lejos en la evolución. Para cambiar a mejor, para evolucionar es bueno analizar las cosas con espíritu crítico, eso que es mucho más fácil de reivindicar que de ejercer, sobre todo cuando se trata de criticar a quienes son de nuestra misma cuerda. Las palabras dicen y, en ese sentido, expresan más que una escultura, comunican ideas. Viva el matiz.
