Entrevista a Teresa Maldonado

 

Galde 36 – primavera/2022. Amaia González Llama entrevista a Teresa Maldonado Barahona.-

Una conversación con Teresa es como los buenos paseos, está llena de derivas y retornos. Es una conversación agradable, llena de contenido, un contenido entendible, asimilable, útil. Eso, en un mundo lleno de frases y palabras cada vez más complejas, que parecen buscar la distinción de quienes las formulan en lugar de abrir conversación, es un oasis. Tal vez se deba a su larga trayectoria como profesora de Filosofía, a sus décadas de militancia feminista o a su experiencia cercana al mundo de la política como Directora General de Promoción de la Igualdad y No Discriminación en el Ayuntamiento de Madrid.

Vivimos en una época histórica compleja y el lenguaje tiene que estar a la altura de las circunstancias; debemos cuestionarnos si estamos, con nuestras formulaciones imposibles, encriptando la complejidad en lugar de iluminarla. De esto, y muchas más cosas, trata su libro Hablemos Claro. Retórica y uso del lenguaje en el feminismo (Catarata, 2021).

¿Por qué decidiste escribir este libro?

Todo parte de una fuerte preocupación por algo que llevaba ya tiempo detectando en el lenguaje que venimos usando las feministas. Detectaba unos vicios que, a mi parecer, son incompatibles con el pensamiento crítico, imprescindible en el feminismo. En relación a esta preocupación, empecé a recoger notas y un día, tras una pequeña discusión en Facebook a cuenta de un artículo que me parecía ilegible, decidí dar el paso. Empecé a recopilar textos y párrafos de artículos, libros, ponencias y charlas feministas que me parecían impresentables.

La idea era destilar cuatro ideas que nos hiciesen reflexionar. Para ello me di tiempo, me relajé (estaba muy enfadada), lo consulté con personas de confianza y empecé a escribir. No ha sido un proceso fácil, al principio era un poco violento para mí porque muchos de los textos que tenía eran muy reconocibles y muchos eran de compañeras e incluso amigas. Resolví borrar la carpeta donde los guardaba porque el propósito no era señalar a nadie en particular, sino analizar en general algo que me parecía preocupante.

En las presentaciones del libro ha salido la cuestión de la posmodernidad. En tu libro no te sumerges demasiado en ello, sin embargo, parece que despierta interés entre las lectoras.

La verdad es que yo no quería hacer un análisis de teoría de las ideas o de historia del pensamiento, era consciente de que no me metía en profundidad en el tema (aunque es algo que igual me animo a hacer ahora, porque me tiene muy loca desde hace muchos años). No pretendía indagar exhaustivamente en qué ha sido la posmodernidad en el pensamiento político en general y el pensamiento feminista en particular, quería centrarme en la cuestión lingüística: se utiliza un lenguaje que da una apariencia de sofisticación, pero que solo es confuso.

La psicologización también es uno de los asuntos que más interés ha despertado, pese a que no es central en tu análisis. Tal vez ese interés se deba a que quienes nos acercamos a tu libro intuimos los peligros que esta tendencia tiene para la colectividad en general y el feminismo en particular.

Hay una forma de entender la psicología muy imperialista. De repente todo está invadido por la psicología, con una terminología, además, muy naif, agradable, que acaricia mucho el ego, que reafirma el Narciso o la Narcisa que llevamos todas dentro. En el libro digo que parece que hay ciertos vínculos entre esta psicologización rampante y la influencia terminológica de la posmodernidad, con ese hablar vacío, puro humo que yo denuncio. Hay que investigarlo con más detalle, pero me parece que hay relación directa.

En el libro dices que “sería muy conveniente articular formas de psicología política que combinaran los dos tipos de elementos” (p.16). ¿A qué te refieres?

Yo planteo que cuanto más se psicologiza más se despolitiza, o menos se politiza, y al revés: politizar un asunto es despsicologizarlo. Ojalá se pusiera en marcha una psicología verdaderamente política, que pudiera cumplir con una serie de condiciones, como ser una cura de humildad frente a los narcisismos y los egocentrismos; o servir como forma de autocrítica en el manejo del poder en las relaciones personales. Veo sentido a una psicología política porque sí veo el vínculo entre lo político y lo psicológico, pero eso es una cosa y otra es hacer un totum revolutum.

Aunque, obviamente, la psicología está vinculada a las relaciones que establecemos con los otros, no deja de ser una perspectiva que pone el énfasis en los individuos. Esto hay que analizarlo con más detalle, pero creo que el énfasis en el yo, en lo que me pasa a mí, en cómo me siento yo es muy poco terapéutico, muy poco conveniente. Son procesos que pueden no acabar nunca, siendo circunvalaciones sin fin en torno al propio ego. Claro que si tienes un problema debes resolverlo, pero lo que está pasando, bajo mi punto de vista, es que, en general, se están psicologizando problemas que son políticos. Esto es preocupante y no lo estamos denunciando. Hay cosas que hay que tratarlas desde la psicología y hay otras que no, que hay que politizarlas. Además, no debemos dejar de reconocer los efectos terapéuticos que tiene la conexión con otras personas en los movimientos sociales y en el compromiso social. Creo que poner el énfasis en cosas externas, en apreciar lo que hacen otras personas, en estudiar y aprender cosas sobre el mundo es lo más terapéutico que hay y lo mejor a lo que se puede dedicar la vida.

Otro de los grades asuntos es el narcisismo y déficit de atención.

El déficit de atención actual me parece terrible. Que la gente ya no pueda leer un libro entero, que todo lo que tenga que ver con profundizar se evite, es terrible. Es descorazonador ver cómo mucha gente adolescente, que es con quien yo trabajo, no tiene capacidad de mantener fijada la atención. Digamos que esta sociedad hedonista, ultracapitalista de la satisfacción inmediata está hurtando a un montón de jóvenes la capacidad de disfrutar de lo que no es inmediato. Por ejemplo, disfrutar de La Ilíada o de La Odisea precisa de un poco de calma, un poco de estudio previo. La cultura te proporciona un goce que no es inmediato, que necesita sosiego y vencer algunas dificultades.

En cuanto al narcisismo…

Es que es de un nivel de desvergüenza… Esa exhibición perpetua, ese selfie en el que nos hemos convertido a mí me parece patético. Y lo único que genera, además, es desequilibrios, no genera satisfacción, es insaciable.

¿Todo esto puede explicar las dificultades para hablar entre nosotras, para contrastar nuestras opiniones en colectivo?

Todo esto para el feminismo tiene mucha importancia. En el artículo La tiranía de la falta de estructuras, Jo Freeman decía que, cuando en las organizaciones sociales no hay una estructura vertical explícita, empiezan a funcionar estructuras no explícitas, dinámicas de poder más difíciles de detectar y, por lo tanto, de controlar. Decía que, de repente, hay unas líderes del movimiento a las que los medios de comunicación les ponen el foco y las tratan como portavoces del movimiento, cuando nadie las ha elegido como tales. Bueno, si eso pasaba en aquella época (principios de los 70), ahora se ha desbordado con el auge de las redes sociales, que permiten lanzar ideas o pseudoideas en nombre del feminismo, pero sin contraste alguno con otras mujeres del movimiento. Aunque algunas compañeras ya nos hemos dado cuenta de que hay debates que no se deben tener en redes sociales, existen muchas otras que hacen y dicen lo que les da la gana sin responsabilizarse de las posibles consecuencias para todas.

En Feministalde, aunque a veces es costoso, todo el rato intentamos realizar acciones transformadoras consensuadas con otras organizaciones feministas. Creemos que cuando las ideas cogen vida propia y ruedan solas hay que pararlas para ver si funcionan o si se han convertido en tópicos. Nosotras tenemos esa idea, quizá un poco antigua, de que debemos crear conciencia feminista, el clásico “mujer, organízate y lucha”.

Amaia González Llama
Estudiante de Sociología
Blog: https://www.cafedetarde.com/

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