Enfermos de neoliberalismo

 
 
Galde 33 uda/2021/verano. Clara Valverde Gefaell.- 

El neoliberalismo, la etapa actual del capitalismo, hace negocio con todo lo público y da prioridad a la especulación económica para distribuir la riqueza hacia arriba, lo que hace que aumenten las desigualdades. Si el objetivo del neoliberalismo es enriquecer a los ricos, qué mejor negocio que la salud de los ciudadanos. La sociedad española está envejeciendo, lo cual aumenta la necesidad de servicios sanitarios.

Los bienes públicos con los que hace negocio el neoliberalismo fueron conseguidos a través de luchas sociales, y los mantenemos entre todos no para hacer negocio, sino para dar servicios como debe ser en una democracia. La salud ha dejado de ser un derecho para ser una mercancía en manos de administradores públicos convertidos en “proveedores”, y los derechos de los ciudadanos se reducen al derecho a la desigualdad.

En el pensamiento neoliberal, los poderosos no ven las desigualdades como el resultado de sus acciones sino como parte de esa “normalidad”, la cual, hasta en tiempos de pandemia, quieren que añoremos. Mientras no tengamos un sistema de salud de gestión y titularidad públicas seremos clientes de un sistema ineficaz y corrupto que prioriza los beneficios privados a la salud de la gente.

Para llevar a cabo la privatización de la sanidad, el neoliberalismo (y sus compañías de seguros, gestión, limpieza, farmacéuticas y biotecnología) empieza por la mercantilización. O sea, van obteniendo contratos para partes del sistema sanitario, empezando por los hospitales.

El neoliberalismo apuesta por el “hospitalcentrismo” y abandona la atención primaria, ya que los hospitales son más lucrativos y se pueden ir mercantilizando servicio por servicio, sin que los trabajadores sanitarios ni los usuarios se den cuenta. Por ejemplo, las listas de espera. Si uno está en lista de espera para una operación de cadera, que según la comunidad autónoma puede ser entre uno y dos años, el paciente puede recibir una llamada de un hospital privado o concertado (o sea, privado en parte) ofreciéndole la misma operación en un mes y “gratis”, que no es gratis, ya que el servicio que da la privada a los usuarios de la pública está pagada por ésta a través de acuerdos y contratos. Y así hacen negocio con el sufrimiento e implantan necropolíticas en las que, como dijo el filósofo camerunés, Achille Mbembe[1], no se mata a la gente, sino que se les deja morir o vivir medio muertos. En las necropolíticas no se necesitan armas para matar.

Cuánto vive y cómo vive uno depende de los determinantes de salud que incluyen las condiciones de vida de cada uno: dónde vive (espacio, la calidad del aire y del agua, el ruido), los ingresos y si estos son suficientes para comer bien y sin inseguridad alimentaria, si uno tiene suficiente seguridad energética y muchos determinantes más.[2]

Demasiado mayores para la atención médica

Un ejemplo muy claro de las necropolíticas del neoliberalismo es lo ocurrido en el primer año de la pandemia del Covid-19 en los geriátricos de España. Antes de la pandemia ya eran un negocio privado con condiciones infrahumanas[3]. Pero con la pandemia, las condiciones insoportables se pusieron en evidencia como en el resto de los servicios sociosanitarios. Este sistema deficiente, explican Helena Legido-Quigley y otros investigadores en The Lancet, hizo que el sistema sanitario español no aguantara los golpes de la pandemia.[4]

La situación que han vivido los ancianos se ve muy claramente en los protocolos. El del Sistema de Emergencias de Catalunya (SEM) dijo que a las personas de más de 80 años no se les debería poner ventilación. El de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid y de otras comunidades dictaba que los octogenarios dependientes y con Covid-19 no deberían ser derivados al hospital. Miles murieron[5] y la mayoría solos porque se prohibió comunicación con sus familias, hasta en muchos casos por vía telemática.

Pero cuando los familiares con sus propios miedos a contagiarse se dieron cuenta de la situación, ya era demasiado tarde. Y las administraciones ya sabían que la discapacidad de los propios ancianos les impedía protestar y comunicar su peligrosa situación. Las administraciones como buenos soldaditos del neoliberalismo, no cuestionaron lo que era un secreto a voces: ¡estamos dejando morir a nuestros mayores! Las instituciones deciden qué es sufrimiento y qué no es.

Este concepto de que terceros hagan el trabajo sucio del neoliberalismo se llama “gobernar por terceros”[6]. Ejemplo de esto son aquellos trabajadores sanitarios, que a pesar de sus buenas intenciones que han participado en estas necropolíticas que han dado como resultado el que 1 de cada 4 muertos de Covid-19 en España vivía en una residencia de ancianos. Y los ancianos han tenido 24 veces más posibilidades de morir durante la pandemia si estaba en un geriátrico privado que en uno público. Muchos de los usuarios en las residencias en España han convivido con cadáveres.[7] En resumen: el neoliberalismo piensa en dinero más que en sufrimiento.

Lenguaje neoliberal para el colapso de la sanidad

Con nuestra fe colaboramos para sostener la realidad. No hace falta creer. Hace falta no creer. Agustín García Calvo, filósofo.

El lenguaje es la primera y más necesaria arma del capitalismo neoliberal para poner en marcha la necropolítica y mantener el “sentido común”. “Juntos saldremos de esta”, pero antes hay que enriquecer la sanidad privada. Adoptamos esas frases y hasta los niños las escriben debajo de un arcoíris que han dibujado. El lenguaje neoliberal con su “todos tenemos que ser razonables”, utiliza la culpa, la duda, la confusión, la mentira y el miedo para que pensemos que lo que hacen los poderosos es “bueno y necesario”, cuando en realidad, como vemos en el sistema sanitario, es un colapso.

El sencillo acto de ver a su médico de familia, se ha vuelto, para gran parte de la población, imposible. Y los pacientes con condiciones previas, viven el colapso. Lo mismo ocurre con los que están esperando cirugía “no urgente”. En el 2020 se ha diagnosticado un 30% menos de cáncer, no porque haya menos cáncer, sino porque los enfermos no han podido acceder al sistema sanitario.

Y de los ya pocos profesionales sanitarios que quedan después de los recortes, muchos ya no están porque están de baja por el Covid Persistente o por muertes, y por los que se van a otros países buscando contratos más dignos.

Alianzas mortíferas

Las alianzas entre las aseguradoras de salud privadas y los servicios sanitarios privados son más fuertes que nunca.

Un ejemplo: El IDIS (Instituto para el Desarrollo e Integración de la Salud), que aglutinaba nueve compañías privadas de sanidad, en marzo de 2021 se añadieron 100 compañías más. En octubre 2020, en plena pandemia, organizaron una reunión con el título: “Decidir el Futuro del Sector de Salud”, que se llevó a cabo en la sede española de la farmacéutica Roche. Se invitó al entonces ministro de Sanidad Salvador Illa, que no tuvo ningún rol relevante excepto alabar la colaboración público-privada. Esto era uno de los objetivos de la reunión, aparte de trazar las líneas de la sanidad del futuro, el buscar cómo cambiar la percepción de la sanidad privada que pueda tener la sociedad.

Otro ejemplo: La compañía privada de seguros de salud DKV ha hecho, durante la pandemia, una campaña de publicidad con el título “Somos activistas de la salud”. En la pantalla se ve a una mujer joven, estilo #15M, con un megáfono, a un joven pegando carteles en la pared en la calle y una voz que dice: “Queremos más gente positiva, ¿eres de los nuestros?”.

Mirar, ver, denunciar

Lo más importante es ver lo que está llevando a cabo el neoliberalismo en la sanidad, indagar en nuestro centro de salud y en nuestro hospital para identificar cualquier recorte, mercantilización o privatización. Preguntar: ¿Cuántos profesionales sanitarios se han jubilado y no han sido reemplazados?, ¿quién es el dueño del servicio de lavandería, limpieza o cafetería? Una vez sabemos cuál es el mapa de la privatización de la sanidad en nuestro entorno, nos podemos unir a la plataforma contra la privatización de nuestra zona. Juntos podemos denunciar la situación a la prensa, hacer concentraciones, hacer campañas por las redes sociales e intentar hablar con los administradores.

¡Que ningún acto de robarnos nuestra sanidad quede impune!

NOTAS.-

  1. Mbembe, A., Necropolítica, Editorial Melusina, 2011.

  2. Benach, J., La salud es política, Icaria Editorial, 2020.

  3. Rico, M., “!Vergüenza! El escándalo de las residencias. InfoLibre, 17/03/2021.

  4. Legido-Quigley, H. et al., The resilience of the Spanish health system against the COVID-19 pandemic, The Lancet, Vol.5, Issue 5, 2020.

  5. Del Llano, P., Así perdimos la generación que cambió España, El País, 29 de junio del 2020.

  6. Rose, N, Governing the soul: The shaping of the private self. Free Association Books, 1989.

  7. BBC News, 25 de marzo, 2020.

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