El pasado 10 de diciembre, como todos los años, el Gobierno Vasco entregó el premio René Cassin a personas o colectivos que se hubieran destacado en la defensa de los Derechos Humanos. Este año el galardón ha recaído, con toda justeza, en una serie de víctimas de ETA, GAL y de abusos policiales. Algunas de ellas han participado en el proyecto Glencree y han compartido su experiencia, todas han experimentado un sufrimiento injusto causado por quienes han recurrido a la violencia y el terror para imponer sus ideas. En el transcurso del acto, una de las personas que intervinieron como portavoces del grupo galardonado se refirió expresamente a la labor realizada desde la Dirección de Atención a las Víctimas del Terrorismo por el equipo que formaban Maixabel Lasa, Jaime Arrese y Txema Urkijo. En mi opinión, creo que todavía no somos conscientes de la trascendencia del trabajo llevado a cabo por ese trío y del enorme paso dado gracias a ellos hacia un reconocimiento pleno de las víctimas y del sufrimiento injusto sufrido por ellas y hacia una deslegitimación plena de la violencia terrorista. El hecho de haber podido trabajar en dos gobiernos de signo ideológico distinto es un reconocimiento a su rigor y profesionalidad, también a la amplitud de miras de los gobernantes políticos de quienes dependían. Por otro lado, el afecto, el cariño que les muestran las víctimas, víctimas de diferente signo, siempre que hay ocasión para ello es prueba dela sensibilidad, la honestidad y la imparcialidad mostradas por ellos durante los años que tuvieron a su cargo esa tarea tan difícil como era el acercamiento a y el reconocimiento de las víctimas tras décadas de desidia institucional. Un clima y un ambiente que contrastan, lamentablemente, con la polémica que desde su nombramiento ha rodeado al actual equipo de Dirección de Atención a las Víctimas. Haría bien el Ejecutivo Vasco en reflexionar sobre ese contraste tan marcado.
Para abrir el dossier, como es habitual, con una entrevista a algún personaje significado en el tema elegido, nos parecía una opción difícilmente mejorable poder charlar precisamente con uno de los integrantes de aquel equipo. Y aquí estamos con Txema Urkijo, abogado, en su día miembro del desaparecido Gesto por la Paz, colaborador de Maixabel Lasa durante doce años y una pieza fundamental en esa labor callada de tantos años de dignificación de las víctimas. Su cese por el lehendakari Urkullu en abril de 2014 y el renunciar a su experiencia, su bagaje y su relación personal con las víctimas creo que es un lujo que no deberíamos permitirnos en un tema tan delicado como este. Pero, en fin…
“La vía Nanclares es antagónica con un final “ordenado”, con cualquier tipo de contraprestación o acuerdo, por mínimo que sea. En ese final “ordenado” no hay salidas individuales, no hay manos libres para tomar las decisiones que implica la vía Nanclares.”
Antonio Duplá entrevista a Txema Urkijo, (Dossier Galde 08, otoño 2014).
Tres años sin ETA. ¿Cómo lo vives, qué sensación tiene una persona como tú, tan ligada durante tantos años precisamente a uno de los aspectos más trágicos de la actuación de la banda como son las víctimas?
Realmente lo vivo como si hubieran pasado ya tres lustros, como algo muy lejano, es decir, creo que como el resto de la sociedad, acomodándonos muy rápidamente a una nueva situación. En ese sentido, veo también como algo fuera de la realidad, casi ridículas, las referencias que se hacen por algunos a un “proceso de paz” pendiente. Claro que depende de lo que cada uno entienda por paz, pero pienso que la paz no es algo muy diferente de lo que tenemos ahora. Recuerdo un debate hace bastante años entre Kepa Aulestia y Jonan Fernández, que se puede seguir en Bake Hitzak (la revista de Gesto por la Paz), en el que frente a la idea del final “ordenado” de Jonan, Kepa Aulestia hablaba de un probable final raro, desordenado y creo que, visto desde hoy, tenía razón. Cuando veo la reciente declaración de apoyo al proceso de paz desde Argentina, me da la impresión de que están en un plano bastante alejado de la realidad.
Antes de enchufar la grabadora, habíamos hablado precisamente del premio recibido el pasado 10 de diciembre por ese grupo de víctimas que, en cierta medida, personifican a todo el colectivo de víctimas. ¿Qué opinión te merece ese premio?
Debo reconocer que tengo una sensación ambivalente. Ese premio supone un reconocimiento a las víctimas y, en buena medida, un reconocimiento también al proyecto Glencree, y por lo tanto es un motivo de satisfacción enorme, porque nosotros habíamos impulsado y apoyado ese proyecto desde el primer momento. Pero no puedo olvidar que se trata de un proyecto cuestionado por el actual Secretario de Paz y Convivencia incluso desde su anterior etapa en Baketik. Recuerdo también, al calor de este premio, las dificultades habidas para la puesta en marcha de la experiencia de la presencia de las víctimas en las aulas, un proyecto visto siempre con recelo desde las filas nacionalistas, un proyecto del que el en su día Director de Derechos Humanos del Gobierno Vasco, dijo que era excesivamente “abrupto”. Por lo tanto, es un motivo de alegría que ahora se reconozca la virtualidad integradora y reconciliadora de un proyecto como el de Glencree, pero habría que preguntarse por qué no se extiende esa experiencia a la sociedad. De hecho, en su momento se elaboró una herramienta pedagógica para llevar el tema a los ayuntamientos, y hoy ese proyecto está olvidado en un cajón, cuya llave posee el actual Secretario de Paz y Convivencia. Y las experiencias piloto que se organizaron en Irún, Balmaseda y Etxabarri tuvieron una acogida muy favorable por parte de las personas participantes, pero una propuesta de una entidad concreta para ampliar la iniciativa está paralizada.
“Claro que depende de lo que cada uno entienda por paz, pero pienso que la paz no es algo muy diferente de lo que tenemos ahora.”
Es verdad que en muy poco tiempo se han dado algunos pasos que parecían impensables. Estoy pensando en la foto del último homenaje a Juan Mari Jaúregui, el pasado mes de julio, en el que aparecían su viuda Maixabel Lasa y un condenado por el asesinato, Ibon Etxezarreta. Una foto realmente impactante.
Es verdad que lo es, pero al mismo tiempo, lamentablemente, es una excepción. Esa foto no responde al azar, o a una iniciativa exclusivamente individual. Responde a una línea de trabajo previa, muy meditada y elaborada. Me refiero al trabajo con los presos de la llamada vía Nanclares, que agrupa a una serie de presos que han dado el paso de desligarse totalmente ETA, condenar la violencia, reconocer el daño causado y acercarse de forma explícita a las víctimas. En todo caso, ése es un jardín que tenía una enorme proyección, pero que no se ha regado y se está agostando. No interesa a las fuerzas políticas, no interesa al PP, no interesa a la izquierda abertzale, no interesa al Gobierno Vasco. La vía Nanclares es antagónica con un final “ordenado”, con cualquier tipo de contraprestación o acuerdo, por mínimo que sea. En ese final “ordenado” no hay salidas individuales, no hay manos libres para tomar las decisiones que implica la vía Nanclares. Está claro que la apuesta de ETA en relación con sus presos está en las antípodas y recientemente lo decía de forma muy clara Joseba Urrusolo Sistiaga en un artículo en el periódico que titulaba “A la abogada del colectivo de presos” (EL CORREO 08/12/14).En relación con los presos, cuando oigo la reivindicación de la amnistía creo que es un anacronismo planteado desde los sectores de la izquierda abertzale que no acaban de aceptar la evolución de la realidad. Pero, por otra parte, la propia sociedad vasca, que en principio sería la auténtica interesada en esta otra vía, que ha sido definida como la salida ética al problema de los presos, no tiene en estos momentos fuerza suficiente para imponerla, y mandan las estrategias políticas de los distintos partidos.
El PP no parece muy dispuesto a promover la vía Nanclares ni tampoco a cambiar su política penitenciaria.
La política penitenciaria, en este país, ofrece un margen de maniobra muy importante para una interpretación flexible en uno u otro sentido, es decir, que sería posible otrapolítica penitenciaria sin demasiados quebraderos legales. Pero el PP no está interesado en estos momentos en eso, porque su actual política no le supone coste alguno, mientras que un cambio hacia una actitud más flexible presumiblemente le supondría un coste político con ciertos sectores que hoy le apoyan. Por lo tanto, con Otegi y compañía se impone la línea más dura e intransigente. Por otra parte, el actual Secretario General de Instituciones Penitenciarias, Ángel Yuste, quien ya fuera Director General de Instituciones Penitenciarias entre 1996 y 2004,no cree en la política de reinserción, y es partidario de la línea más dura.
En la situación actual, es verdad que se echa en falta una autocrítica por parte de la izquierda abertzale. Pero también está pendiente, de alguna manera, una asunción de responsabilidad por parte del PSOE en el tema GAL. En otro orden de cosas, sigue habiendo aspectos que chirrían un tanto, como pueda ser que Arnaldo Otegi siga en la cárcel.
Totalmente de acuerdo y, por ejemplo, que Otegi siga en la cárcel es una barbaridad legal. En cuanto a las responsabilidades de unos y otros, Maixabel Lasa ya lo dijo en la Universidad de Deusto en el 2007 y luego también, en el Kursaal. La reflexión autocrítica pendiente no es responsabilidad exclusiva de la IA, eso es evidente. Creo que por parte del PSOE también sería conveniente esa reflexión en el sentido de decir cómo fue posible que gobernando ellos surgiera algo como el GAL. ¡Y luego episodios como la foto de la cárcel de Guadalajara, solidarizándose con alguien que había sido condenado por delitos muy graves! Por otro lado, la política de indultos continuados en casos de denuncias de torturas ha sido nefasta, porque lanza un mensaje de impunidad.
En la actualidad vives en Llodio, ¿cómo ves allí, en ese ámbito local, la evolución de la sociedad, esa adaptación a lanueva realidad a la que te referías antes?
Pues realmente sin grandes cambios, con la gentefundamentalmente preocupada por el día a día, por la situación económica, sin demasiadas iniciativas para debatir sobre el pasado reciente, sobre lo sucedido durante todos estos años pasados, para crear espacios abiertos de reflexión, de encuentro entre sectores diversos. No parece haber demasiada preocupación al respecto y si esos temas no se estimulan desde algún lado, esas iniciativas no se van a plantear.Creo que es algo que merece absolutamente la pena, que es necesario, pero no veo voluntad política en el mundo institucional, salvo algunas iniciativas aisladas, ni fuerza suficiente en el entramado social. Ahí me encuentro con cierto pesimismo vital, lo reconozco.
¿El hecho de haber desaparecido Gesto por la Paz, de que Lokarri lo haga en el próximo mes de abril, son factores que pueden incidir en esa falta de respuesta social, cívica?
Pues sí, en el sentido de que cuando menos, independientemente de la fuerza y el alcance que pudiera tener su acción, podrían actuar a modo de pepitos grillos, para intentar contrarrestar esa especie de inercia vital que parece imponerse.
En el terreno de posibles iniciativas para llevar adelante determinadas políticas públicas de memoria, ¿que opinión te merecen los proyectos del Instituto de la Memoria o el Memorial de las Victimas?
Son importantes porque son elementos de esperanza. El problema es que el proceso de discusión parlamentaria ya ha mostrado una notable cortedad de miras. Ni el Instituto ni el Memorial son un fin en sí mismos, son una herramienta para unas posibles políticas públicas de memoria. Por lo tanto, lo fundamental será discutir qué programas, qué proyectos concretos se pretende poner en marcha, porque esos proyectos son imprescindibles ante una experiencia como la vivida en Euskadi. Y esa experiencia nos habla de unas violencias que han existido en la guerra civil, en la dictadura, con el terrorismo, el contraterrorismo y se hace necesario abordar todos esos fenómenos, eso sí, sin establecer continuidades ni justificaciones, sino distinguiendo circunstancias y contextos de los distintos casos.
¿Sientes alguna nostalgia por los tiempos en primera línea de la acción política?
Sinceramente no siento ni siquiera nostalgia de futuro. Por otra parte, la experiencia vivida durante todos estos años ha sido tan intensa, no ya solo en el terreno político, sino humana y afectivamente, que se hace necesario un cierto periodo de tiempo para asumir mi propio cambio de situación. Al mismo tiempo, no soy capaz de desenchufarme de la realidad, de cambiar de chip sin más, y no puedo evitar hacer juicios de valor sobre diferentes aspectos del campo en el que he actuado de forma tan directa.
Me acuerdo entonces de sus comentarios a propósito del reciente premio René Cassin al comienzo de nuestra entrevista…