Galde 44, Udaberria 2024 Primavera. Begoña Muruaga.-
Las sepultureras es un ensayo periodístico de la escritora Taïna Tervonen. La autora, que nació en Finlandia, se trasladó de niña a vivir a Senegal. Allí permaneció hasta los quince años. Actualmente trabaja como periodista en publicaciones finlandesas y francesas, y por esta obra ha recibido el Premio Jan Michalski en 2022.
La acción que aquí se describe transcurre en Bosnia-Herzegovina, epicentro de la guerra que asoló a Europa en 1992. Allí trabajan Senem, antropóloga forense, y Darija, investigadora. Senem se dedica a desenterrar a las personas que permanecen sin identificar en las fosas comunes y a procurarles una identidad; Darija habla con los familiares de esos muertos para que le den la información que necesita para completar las historias: pregunta, indaga, analiza e intenta que, a través de los relatos de los familiares y del ADN que aportan, los muertos puedan ser enterrados con un mínimo de dignidad. Se podría decir que una trabaja con los muertos, y la otra, con los vivos.
Alrededor de ciento diez mil personas murieron en la Guerra de los Balcanes y se calcula que ha habido treinta mil desaparecidos. Es esa la razón por la que estas dos mujeres llevan décadas trabajando, en un esfuerzo por “hacer hablar a los muertos para aportar justicia, reparación y consuelo a los vivos”, como dice la autora.
“Los cuerpos hablan un lenguaje propio, cuentan lo que les sucedióa través de la postura en la que quedaron paralizados” afirma la antropóloga. En ese contexto, encontrar una fosa común es motivo de alegría. Ante la frase “Buenas noticias. Han encontrado una fosa y es inmensa”, del responsable del Instituto de Personas Desaparecidas, uno de los presentes le comenta a la periodista: “¿Te das cuenta? ¡Vivo en un país en el que una fosa con centenares de víctimas son buenas noticias!”.
Recuerdo que los medios de comunicación de la época hacían hincapié en el odio entre serbios y croatas, así como en los conflictos entre musulmanes y católicos, como causas posibles de la guerra. Ni Taïna, educada en un país musulmán, ni Darija, hija de serbio y croata, comparten esa simplificación. Hoy sabemos que razones étnicas, culturales, históricas y económicas fueron las desencadenantes de aquella guerra atroz.
Este ensayo recoge el día a día de las dos investigadoras durante diez años, y lo hace con un lenguaje sencillo y directo, en el quelos diálogos son fundamentales. Diálogos con Senem y Darija, pero también con los familiares de las víctimas. Por ello, en la larga lista de agradecimientos aparecen todas aquellas personas que han recibido a la periodistaen su casa y con quienes ha compartido su angustia y su dolor.
Las sepultureras es una obra fundamental para profundizar en las consecuencias de las guerras cuando creemos que todo ha terminado y para conocer la labor de quienes, en medio del horror, luchan por dar un poco de dignidad a las víctimas y consuelo a sus allegados. Un libro que nos habla también del silencio que rodea estos temas y del miedo que, a pesar del tiempo transcurrido, invade a los supervivientes.
Begoña Muruaga