(Galde 22, otoño/2018/udazkena). Pedro Berriochoa.-
Reseña:
Antonio Rivera (ed.):
Naturaleza muerta. Usos del pasado en Euskadi después del terrorismo,
Prensas de la Universidad de Zaragoza,
Zaragoza, 2018, 224 pp.
Los investigadores del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda de la UPV/EHU se acaban de apuntar otro tanto: un nuevo libro coral formado por diferentes capítulos que tienen por eje la violencia política en el País Vasco, y que particularmente discurren en torno a las reflexiones sobre el terrorismo de ETA y su relato. El Valentín de Foronda lleva cerca de tres lustros ocupándose de la historia de la violencia en el País Vasco. Las víctimas de la Guerra Civil y la represión franquista, los abusos de la violencia policial o los efectos del terrorismo etarra han sido algunos de sus objetos. El fruto más mediático ha sido el Informe Foronda de Raúl López Romo (2015).
En este nuevo trabajo han participado reputados veteranos (Antonio Rivera, Luis Castells, José Mª Portillo), investigadores consagrados (Fernando Molina, Joseba Louzao, José Antonio Pérez, Raúl López Romo, Gaizka Fernández Soldevilla) y jóvenes emergentes (Víctor Aparicio, Javier Gómez, Erik Zubiaga). Los capítulos discurren en torno a una variada gama de discursos que van desde el potente estudio teórico del editor Antonio Rivera hasta el postrero, más narrativo, de Fernández Soldevilla, que narra los sucesos de hace ahora medio siglo: el primer asesinato de ETA y la ascensión a los altares de su protomártir, Xabier anaia.
El título responde a la aspiración de todo historiador: convertir en cerrado, en naturaleza muerta, el pasado. Un sueño utópico, pues el pasado siempre llama dos o muchas más veces a la puerta, convocado por un presente incómodo que lo interpela para recuperarlo una y otra vez. A todos los autores, como historiadores, les preocupa la responsabilidad moral ante los relatos surgidos en torno a la huella dejada por el terrorismo de ETA tras su cese de la violencia armada en 2011. Esa preocupación se funda en la búsqueda de la verdad propia de la Historia, con mayúscula, ahogada muchas veces en el pozo de la memoria (o mejor, de las memorias indiscriminadas) o en el de las historietas de los ideólogos-partisanos que pretenden justificar el terrorismo etarra y eximirlo de cualquier responsabilidad.
La violencia de ETA, antes justificada por sus seguidores, ha pasado a dejar de existir sin que a sus autores o a sus defensores se les haya movido una ceja. Lo conveniente de antes se ha trocado en no conveniente ahora sin ninguna justificación ante el “pueblo vasco”, ante el que dicen responder.
Los autores citados combaten los intentos espurios de difuminar la responsabilidad etarra en un cúmulo de violencias que se remontarían hasta el golpe de estado de 1936 y la Guerra Civil, o antes. Detrás se encuentra el mito del conflicto permanente entre la sufrida Euskal Herria y sus enemigos, particularmente la pérfida España, o adaptándonos a su vocabulario, su Estado. La violencia de ETA se encontraría subsumida en ese largo rosario de violencias y sería una manifestación inevitable de ese viejo y eterno conflicto. Víctimas y victimarios se encontrarían unidos en un sufrimiento universal de vascos en comunión ante el altar martirial del sacrificio perpetuo. Esta idea marcadamente religiosa estaría detrás de los relatos de los ideólogos de la izquierda abertzale, pero también, en gran medida, de la Secretaría de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco, cuyos máximos responsables proceden del mismo humus.
Frente a una política de asunción de responsabilidades, paz, perdón y reconciliación se opta por “ganar el relato” y caer de pie en la nueva coyuntura política tras el fin de la actividad de ETA, como si casi nada hubiera pasado. En definitiva, estamos ante un libro de una factura académica impecable, prolijo en bibliografía y aparato crítico, pero de lectura relativamente fácil. Sería conveniente que trabajos como el presente encontraran un nicho más cercano y un carácter más marcadamente divulgativo. En la enseñanza secundaria encontrarían un terreno interesante.