(Galde 15 – verano/2016). Begoña Muruaga. El siglo XIX fue el de los grandes acontecimientos históricos: las revoluciones industriales, las revoluciones burguesas, la aparición de los sindicatos, las nuevas corrientes de pensamiento, los cambios en las tendencias artísticas… De todo ello se habla ampliamente en los libros de historia, y en Internet hay numerosas referencias, pero hay un hecho histórico notable del que se habla poco o nada, y que supuso también una revolución para la sociedad en general y para las mujeres en particular: el sufragismo. El movimiento que reivindicaba iguales derechos para mujeres y hombres.
Pero antes de que surgiera ese movimiento, algunas mujeres reclamaron, cada una a su manera, parcelas de igualdad y libertad reservadas a los varones. Menciono a continuación a seis de ellas, que coincidieron en algo poco común: vestirse de hombres.
La escritora francesa conocida como George Sand nació en París, en 1804. Hija de padre aristocrático y de madre de clase media, fue educada desde los cuatro años por su abuela, quien le animó a vestirse como un chico para corretear libremente por el campo. Se casó a los 18 años con el barón Casimir Dudevant y tuvo con él una hija y un hijo. Después de abandonar a su esposo, Amantine Lucile Aurore Dupin (que así se llamaba realmente) se trasladó a París con la firme decisión de vivir de la literatura, y retomó el gusto por las prendas masculinas. Vestir de hombre le permitió andar libremente por el París de la época y acudir a lugares que le estaban vedados por su condición de mujer. Siendo todavía baronesa, se sumó a la revolución de 1848, aunque al poco se desmarcó de ella. Escritora compulsiva, publicó más de cien obras, en las que trató todo tipo de temas: costumbristas, fantásticos, románticos, feministas… Por otra parte, su vida privada fue poco convencional. Tras su separación, publicó dos novelas con Jules Sandeau, de quien probablemente tomó el seudónimo. Posteriormente, su estrecha amistad con la actriz Marie Dorval hizo que en su entorno se hablara de una relación lésbica. Pero sus relaciones más conocidas fueron las que tuvo con el escritor Alfred Musset y con el músico Frédéric Chopin, con quien pasó unas vacaciones en Mallorca. Esa estancia ha quedado reflejada en su libro Un invierno en Mallorca. Amiga de Balzac, Liszt, Delacroix, Flaubert o Turguénev, la escritora, que nunca dejó de verse como una mujer, pasará a la historia con un nombre masculino.
En nuestro entorno es muy conocido el caso de Concepción Arenal, poeta y ensayista gallega y una de las pioneras del feminismo. Nacida en Ferrol, en 1820, fue hija de un militar liberal. Tras la muerte de su padre, la familia se trasladó a Madrid, donde Concepción Arenal entró como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid. Para ello, tuvo que vestir ropas masculinas, porque en aquella época la educación universitaria estaba prohibida para las mujeres. También utilizó prendas de varón para asistir a tertulias, ya fueran políticas o literarias, enfrentándose así a las costumbres y usos de la época. Casada con el abogado y escritor Fernando García Carrasco, Concepción Arenal comenzó a publicar artículos con su esposo. Al quedarse viuda, y con dos hijos varones, empezó a colaborar con la beneficencia y a escribir libros inspirados en los principios de justicia, libertad y caridad. Mujer de firmes convicciones, tanto políticas como religiosas, fue nombrada visitadora de cárceles de mujeres e inspectora de correccionales. De los numerosos ensayos que componen su obra destacan La mujer del porvenir, La educación de la mujer, La instrucción del pueblo y Ensayo sobre el derecho de gentes.
Marie Rosalie Bonheur, más conocida como Rosa Bonheur, fue una pintora francesa que se especializó en representaciones de animales. Nació en Burdeos, en 1822, y fue su madre quien le enseñó a leer y a dibujar. Posteriormente, su padre, el también pintor Raymond Bonheur, supervisó su producción artística. Desde pequeñita, Rosa Bonheur mostró un fuerte carácter. “Yo era el más muchacho de todos” decía. En su juventud, llevaba el cabello corto, fumaba habanos y nunca ocultó su lesbianismo. Como tenía dificultades para pintar en los espacios públicos, consiguió un permiso especial de las autoridades policiales para vestirse de hombre y frecuentar las ferias de ganado y otros acontecimientos, donde tomaba apuntes del natural para sus posteriores cuadros. Rosa Bonheur fue una de las artistas más conocidas y reconocidas del siglo XIX y una de las mejores pintoras de animales de la historia. Recibió numerosos premios y fue condecorada con la Legión de Honor.En el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York se encuentra uno de sus cuadros más famosos: Feria de caballos. Otro,Labranza en Nivernais, se encuentra en el Musée D´Orsay de París. Actualmente se puede visitar su museo en Thomery, cerca de Fontaineblau.
Marguerite Radclyffe Hall, escritora inglesa conocida como Radclyffe Hall, nació en Dorset, en 1880. De pequeña fue solitaria e introvertida, y ya en la infancia se hacía llamar Peter, como su abuelo. Se educó en el King´s College, de Londres, y posteriormente viajó a Alemania para continuar sus estudios. Excepcional jinete, cazadora y apasionada de los coches, a la mayoría de edad heredó la fortuna de su padre, hecho éste que le permitió consagrarse a la escritura. Poco después, empezó a vestirse con atuendos masculinos y a utilizar monóculo y sombrero. Tras el éxito de sus primeras novelas, se animó a publicar El pozo de la soledad, la única que trata abiertamente temas lésbicos. Considerada obscena en el Reino Unido, todas las copias fueron destruidas. Estados Unidos permitió su publicación, pero sólo tras una larga batalla legal. Hall se describía a sí misma como “invertida congénita”, término que los sexólogos de la época utilizaban para referirse a las personas homosexuales. Mabel Matten, una de sus amantes, le puso como apodo John, y así fue como se llamó toda su vida.
La pintora inglesa Hannah Gluckstein nació en 1895, en el seno de una rica familia judía. A pesar de que sus padres nunca apoyaron los intereses artísticos de la hija, la matricularon en la Escuela de Arte St. John Wood. Cuando cumplió 21 años, su padre le dio una dote suficiente para que se independizara económicamente. Para entonces, Hannah Glucksteinya se había cortado el pelo, había empezado a utilizar atuendos masculinos, fumaba en pipa y vivía abiertamente con una mujer. Algo que hizo durante toda su vida. Paralelamente, decidió llamarse Gluck, para remarcar la irrelevancia del sexo del artista. Pintó sobre todo retratos y motivos florales. Precisamente una de sus obras más conocidas es un retrato titulado Medallion, donde aparece junto a su amante Nesta Obermer. La pintora jamás se unió a ninguna escuela o movimiento artístico. Falleció a los 82 años, y siempre vistió como un lord inglés. Su obra se encuentra en museos de Londres, Manchester y Birminghan.
Annemarie Schwarzenbach nació en Suiza, en 1908. Doctora en historia, arqueóloga, fotógrafa y reportera, es más conocida como escritora de viajes. Hija de una familia muy rica de empresarios suizos, Annemarie fue una niña contestataria y poco amiga de lujos. Poseedora de una belleza andrógina notable, explotó esa condición a lo largo de su vida, vistiendo con ropas masculinas y dejándose querer por hombres y mujeres. De 1931 a 1933 se dedicó a escribir relatos y novelas, y a movilizarse contra el nazismo. Posteriormente, emprendió innumerables viajes por Asia, África, Europa y EE UU. Muerte en Persia y Todos los caminos están abiertos son dos de los textos en los que recoge su experiencia por países como Turquía, los Balcanes, Afganistán o Irán, y en los que se mezclan lo autobiográfico con la crónica de viajes. A los 27 años se casó con el diplomático francés Claude Carac, aunque su matrimonio fue, al parecer, de conveniencia. Vivió sólo 34 años, pero los vivió intensamente. Su vida fue una constante huida. Huía de sí misma, pero también de una madre posesiva, con quien mantuvo una tormentosa relación.
Seis vidas atípicas, marcadas por la crítica a la sociedad que les tocó vivir. Seis mujeres excepcionales, que lucharon por romper con los estereotipos de género, creando así espacios de libertad que hoy aprovechamos todas en el camino hacia la igualdad.