Salda badago! …
y tiene muchos colores y sabores
Galde 28, udaberria/2020/primavera. Clara Murguialday, Elo Mayo.-
Con el ánimo de ofrecer una mirada diversa y multicolor sobre algunos de los temas que resultaron más controvertidos en las V Jornadas Feministas de EH realizadas en Durango en noviembre 2019, completamos aquí la crónica publicada en el número anterior de GALDE con entrevistas a integrantes del grupo Raízes, de la Red de Mujeres Migradas y Racializadas de Euskal Herria y del colectivo FeministAlde, y un resumen de la ponencia presentada en la mesa de Cuerpos y Sexualidades por el colectivo Ozen!
La difícil tarea de decolonizar el feminismo
Hablamos con Leo, integrante de la Red de Mujeres Migradas y Racializadas de Euskal Herria, y con Jesenia y Viky, del grupo Raízes, sobre sus experiencias como mujeres racializadas viviendo en la sociedad vasca, las ideas que animan a sus grupos y la acogida que tuvieron sus intervenciones en las jornadas. Las tres especifican que hablan a título personal.
La Red de Mujeres Migradas y Racializadas y Raízes fueron dos de los colectivos que participaron en la mesa sobre Decolonialidad realizada en las V Jornadas Feministas de Euskal Herria. Sus respectivas ponencias, tituladas “Sin privilegios no hay opresiones, ni blanqueamientos, ni apropiaciones” y “Decolonizar el feminismo”, fueron consideradas las expresiones más contundentes del feminismo decolonial, corriente feminista que en los últimos años, de la mano de las mujeres migradas, se ha hecho un hueco importante en el Movimiento Feminista vasco.
La Red de Mujeres Migradas y Racializadas de Euskal Herria es un grupo no mixto creado a raíz de la primera escuela de pensamiento decolonial realizada en Euskadi hace cuatro años y que cogió más fuerza en el encuentro antirracista celebrado en Lleida hace un año. Se definen como feministas decoloniales y tienen presencia en Bilbao, Pamplona, Vitoria y algunos pueblos, donde hacen talleres y charlas y se forman sobre decolonialidad. Dicen tener su propia agenda y organizarse según ella y no en base a la agenda del feminismo blanco: “Nos autoconvocamos sin esperar a que nos convoque una institución u otro grupo feminista, porque es a nosotras a las que nos atraviesa el racismo y no necesitamos que otras nos representen ni que hablen por nosotras. Lo que exigimos al feminismo blanco es que no nos tutele, que reconozca que el problema que tenemos las mujeres racializadas no es solo nuestro y que las feministas blancas también tienen que revisar sus privilegios, porque sin privilegios no existirían apropiaciones ni opresiones”.
Raízes surge en la huelga feminista del 8M en 2018 y cuenta con un blog, Raízes Bilbo, en el que vuelcan sus posicionamientos. Se define como un “grupo transfeminista decolonial de mujeres y personas género-disidentes racializadas” decididas a crear “un feminismo desde el margen, un feminismo diverso con multitud de identidades que no se rija por la semántica blanca, cis y hetero, que no se rija por el binarismo colonial y judeocristiano”. Convencidas de que el feminismo también necesita ser decolonizado, sienten que en los grupos feministas se instrumentaliza de diversas maneras sus cuerpos racializados y ponen como ejemplo que “hasta hace un tiempo recibíamos muchas ofertas para ir a hablar a los grupos sobre cómo opera el racismo, pero siempre se espera que hagamos pedagogía gratis cuando todas tenemos una vida superprecaria; incluso nos llegaban ofertas de leer un manifiesto contra el racismo o a favor de los migrantes en cuya elaboración no habíamos participado”, así que se cansaron de pedagogizar y decidieron mirar hacia dentro, cuidarse y formarse con sus referentes del feminismo negro y decolonial.
¿Qué queréis decir cuando expresáis que os sentís “instrumentalizadas en tanto cuerpos racializados”?
Viky: Esa expresión abarca muchas sensaciones, la primera es que somos “la cuota antirracista”, el cuerpo racializado que se pone en una imagen o a la hora de coger el micro, y no nos gusta ser cuota; la segunda es que estamos cansadas de que en los grupos grandes se hable de nosotras sin nosotras, o de que se hable de sororidad o de interseccionalidad que son palabras muy bonitas y se usan mucho, pero no se practican. Nosotras somos un grupo no mixto en términos de racialización, solo estamos mujeres racializadas, no todas somos latinoamericanas, pero sí todas somos de eso que el feminismo blanco denomina “sur global”. Yo llevo siete años acá pero no me siento parte de este movimiento feminista porque mis vivencias son otras, no me siento acompañada porque soy la “otra”, además hay prácticas racistas contra nosotras y no estoy hablando solamente de frases sueltas, sino que en el propio discurso feminista blanco se sigue sosteniendo lo del sur global y así se practica…
Jesenia: En un taller, una jornada o en cualquier actividad que se organice desde el movimiento somos pocas las racializadas, una mira alrededor y ve que la mayoría son cuerpos blancos que, además, hablan de nuestras realidades y vivencias como si no estuviéramos presentes. Por eso necesitamos asociarnos en grupos no mixtos en los que podamos escucharnos y sentir que lo que estamos viviendo no son locuras, porque muchas veces cuando una refuta en espacios amplios te dicen “ay no, eso no pasa aquí” y se ningunea lo que dices. Al final, los cuerpos racializados sufrimos la violencia del racismo institucional y laboral, e incluso el racismo de las organizaciones que se supone están trabajando por nosotras porque siempre somos el objeto de asistencia, no el sujeto político con derechos y con agencia para determinar nuestras vidas.
Ambos grupos participasteis en la mesa de Decolonialidad que se realizó en las V Jornadas Feministas y presentasteis ponencias que “levantaron ampollas” entre muchas de las asistentes… ¿Cómo sentisteis que fueron acogidos vuestros planteamientos? ¿Cómo os sentisteis vosotras?
Jesenia: Para mí fueron 3 días muy violentos porque sentí que era un espacio no seguro. Una de las compañeras lo dijo en la mesa y el público respondió que cómo no iba a ser un espacio seguro, pero nosotras sentimos que no lo era. Es como si en unas jornadas con 3 mil hombres hay unas mujeres hablando en una mesa y se bajan de la mesa y empiezan a recibir palmadas en la espalda, de “qué bien, vais por buen camino” o “no entiendo vuestro discurso, no tenéis pedagogía, sois violentas”… Nosotras estábamos hablando desde nuestra corporalidad y nuestras vivencias, que no son solo experiencias sino que forman parte de un sistema político, económico y cultural que sostiene todo a nivel global, y cuando bajamos del escenario recibimos una agresión muy fuerte y lo denunciamos… Después venían algunas a preguntarnos cómo había sido la cosa pero no por ver cómo estábamos sino para justificar el hecho o, como hace un juez cuando una va a denunciar un abuso sexual, deslegitimando lo que una está denunciando…
Viky: Nos encontramos en un momento en que el antirracismo y la decolonialidad son palabras de moda y las organizadoras de las jornadas decidieron nombrar así la mesa, pero quienes participamos en ella ni siquiera nos habíamos reunido antes porque no tenemos un espacio que nos aglutine a todos los grupos de mujeres racializadas o de feministas decoloniales; en definitiva, fuimos invitadas a una mesa que estaba toda puesta y organizada por otras. En cuanto a cómo me sentí, te voy a ser sincera: fueron momentos muy violentos. Las respuestas a lo que habíamos dicho en la mesa, los abucheos, el discurso de “nosotras no colonizamos porque somos mujeres”; y luego, imagínate caminar en medio de la gente y sentir que dicen “mira, esa es la que dijo eso en la mesa”. Estuve dos días y medio en las jornadas porque no aguanté hasta el final, salí de allá y tuve que llorar todo un día para recuperarme y luego estar toda una semana en casa sin salir, tomando chocolate y tratando de autoconsolarme. Fue muy violento, tanto que yo, a día de hoy, no piso espacios feministas, tomé la decisión de no estar en espacios que se denominen feministas, de hecho hasta nos peleamos con la denominación de “feministas” porque si ser feminista es querer universalizar ese discurso y pisar a la otra, yo no soy feminista, prefiero definirme como antirracista o anticolonial…
Leo: Participamos en la mesa porque pensamos que quienes tienen que hablar de decolonialidad somos los grupos integrados por mujeres racializadas y que nos definimos como feministas decoloniales, sería un poco fuerte que hubiera una mesa de decolonialidad con mujeres blancas hablando de ese tema… Al principio estaba muy nerviosa por la presencia en la mesa de una mujer blanca, estábamos pidiendo que este fuera un espacio nuestro y ya había una mujer blanca hablando la primera… Después, a medida que avanzaban las intervenciones noté que se aplaudía menos lo que se decía, al principio se aplaudía más porque no se señalaban situaciones concretas ni se ponía a las feministas blancas como sujetos de opresión, las intervenciones iban más en plan de cómo nos organizamos nosotras y cosas así, pero a medida que se les fue diciendo “no vengo aquí a ser tu amiga sino a decirte esto y esto, a exigirte que te cuestiones cómo el feminismo de Euskal Herria está utilizando a las mujeres migradas”, sí, se fueron incomodando, había malas caras pero es que hacía falta decir esas cosas en un espacio tan superblanco como ese, las últimas jornadas feministas fueron hace muchos años y en este tiempo ha cambiado mucho nuestra presencia, hacía falta hablar de estos temas para que los oyeran muchas jóvenes…
¿Habéis notado algún cambio en los grupos feministas después de las jornadas, en la manera de trataros o de abordar los problemas del racismo?
Leo: Muchas mujeres sólo se sintieron atacadas y no se cuestionaron nada, pero al igual que a mí me corresponde gestionar mis vivencias de la opresión, a ellas les corresponde gestionar el montón de sentimientos que se les vienen encima cuando se les señala algo, ese es un trabajo personal que deben hacer. Por lo demás, yo no creo que hayan ocurrido cambios en las vidas de las feministas blancas, decolonizarse es un proceso largo para las mujeres racializadas así que imagínate para las mujeres blancas. No te decolonizas por escucharme ni por ir a veinte charlas sobre decolonialidad, si no te cuestionas tus privilegios derivados de la blanquitud decirte decolonial sólo sirve para limpiar tu conciencia y seguir creyendo que eres una buena feminista. Yo voy a decir que algo ha cambiado cuando las feministas utilicen su capacidad de presión política para cambiar la Ley de Extranjería o cuando utilicen sus privilegios para hacer contratos de trabajo a compañeras en situación irregular, eso sí es decolonizarse…
A nivel estructural, yo diría que es pronto para notar cambios. Estamos en una situación contradictoria porque, por un lado, el feminismo decolonial se ha puesto de moda y ahora muchas feministas blancas se dicen decoloniales y van de super aliadas nuestras, creen que ya están decolonizadas porque han ido a cinco talleres o porque tienen dos amigas racializadas. Pero por otro lado, se dan situaciones como en las jornadas: en la mesa de Decolonialidad casi todas éramos racializadas y está bien que haya un espacio nuestro, pero a mí también me atraviesan otras opresiones y puedo hablar de ellas con propiedad; sin embargo, miras quienes integran el resto de las mesas y dices “vaya, solo se han acordado de las racializadas para hablar de decolonialidad” porque no había ninguna en la mesa de Cuerpos y Sexualidades, ni en la de Vidas libres de Violencias, y solo una en las demás mesas.
Jesenia: Sentimos que parece que no hubiera pasado nada en el movimiento, cuando sí pasó y todas sabemos que se dijeron cosas… Siento que las cosas siguen su curso y que lo que nosotras planteamos permanece invisible, como si se dijera “vamos a seguir caminando porque es duro asumir esto”, claro que es duro asumir que puedo ser racista y establecer relaciones de poder con otra mujer racializada siendo una mujer feminista o cooperante o trabajando en el área de igualdad del ayuntamiento… Es como si hicieran oídos sordos a lo que se dijo en las jornadas, algunas nos dijeron “tenemos que seguir trabajando en esta línea” pero a mí me recuerda a cuando los hombres dijeron que iban a hacer talleres sobre las nuevas masculinidades…
Viky: Yo lo que pregunto es cómo el feminismo blanco se plantea el poder de representar, cómo está en las ONGs o qué cuidados tienen hacia las poblaciones con las que están interviniendo, hay que hablar de eso… La mayoría de nosotras nos ganamos la vida limpiando y cuidando a personas mayores porque el racismo institucional no permite que trabajemos más que en los servicios domésticos o en la limpieza. Una puede filosofar sobre la decolonialidad pero tenemos compañeras de 45 o 50 años que nunca van a tener una pensión, que van a estar en la calle porque no han tenido nunca un trabajo regular, tengo amigas que llevan 10 y 15 años acá y no han conseguido un trabajo constante nunca, y ¿qué hace el feminismo blanco frente a esto?