(Galde 01, invierno/2013). Se abre paso entre los historiadores, al calor de los aires de globalización, una nueva escala de análisis del pasado. El ascenso de los países emergentes se acompaña de una reivindicación de sus procesos, casi siempre cargada de reproches hacia occidente. El pasado, ya se sabe, está trufado de presente. En la nueva escala y sus dos variables principales, espacio y tiempo, se mueve el libro del norteamericano Peter N. Stearns, que ha publicado Crítica por estos lares. Se aspira a una historia universal, toda la historia de toda la humanidad.
Tarea tan ambiciosa requiere criterios para no sucumbir bajo montañas de información y wikinformación. Atrévase a omitir, anima Stearns. Las primeras víctimas de la pretensión son las historias nacionales, tan cultivadas por los sistemas educativos. La prioridad nacionalizadora ha generado, sigue haciéndolo, muchas aplicaciones del pasado. Los académicos abusaron de las diferencias, los héroes, los mártires. Por el contrario, se incide en las regiones mundiales, cuya conformación tampoco es sencilla, porque oscilan, varían. El autor enuncia entre ocho y diez. Lo que se trate debe concernir al menos a dos regiones mundiales, y se priman los análisis comparados. Lamentablemente, al deshacerse de las historias nacionales la pretensión universalista arrastra también a lo local, ámbito de muchos procesos largos y, por qué no, también susceptible de comparación.

Peter N. Stearns: Una nueva historia para un mundo global. Introducción a la “World History”, Editorial Crítica, Barcelona, 2012
Por lo tanto, se rescatan y seleccionan las grandes cuestiones desde la hominización. Los hitos serían el nacimiento de la agricultura, la poliédrica cuestión de las civilizaciones, el desmoronamiento de los imperios clásicos, la propagación de las religiones misionales, el auge de las conexiones comerciales, las enormes diferencias regionales derivadas de la superioridad tecno-bélica occidental, los sucesivos planteamientos revolucionarios y la integración global. Esta última podría ceñirse a la segunda mitad del siglo XX, como quiere la corriente de la denominada historia global, o plantearse desde una “globalización arcaica” hacia 1780 como defiende entre otros Christopher A. Bayly (Siglo XXI, 2010). Como es práctica en el mundo anglosajón, la contemporaneidad se escinde entre los siglos XIX y XX.
Los temas de contacto entre regiones-civilizaciones-sociedades tienen prioridad. Se detiene principalmente en el comercio y sus patrones, en la expansión de las religiones, en el juego entre guerra y diplomacia, en las migraciones y en la transmisión de enfermedades. Algunos echamos de menos un mayor peso de la cada vez más denostada historia social clásica, que incidía en las relaciones sociales de índole material, sin duda manchada por el pecado de priorizar el conflicto sobre la estabilidad. La sustituye en la gran escala el análisis de los imperios, con las grandes cuestiones del esclavismo, los sometimientos y las dependencias. Jane Burbank y Frederick Cooper (Crítica, 2011) los han utilizado para miradas de largo plazo universal y Niall Ferguson (Debate, 2012) se ha preguntado por las capacidades occidentales ante “el resto”. En medio, los tratamientos de la historia poscolonial, e incluso el descubrimiento por parte de Pekka Hamalainen (Península, 2011) de un imperialismo comanche en el que los nómadas someten a los sedentarios, euroamericanos incluídos.
Contra lo que pueda parecer, la obra no escatima debates ni controversias. Somete a crítica modelos teóricos asentados como el de economía mundial de Immanuel Wallerstein, que distinguía desde 1500 sociedades nucleares y periféricas, o la modernización que fijaba requisitos para alcanzar el paraíso de la economía industrial. Se atienden planteamientos de las historias política, cultural, económica, social y ambiental. Stearns inserta la disciplina histórica entre las ciencias sociales, y destaca su contribución a la comprensión del fenómeno del cambio. Algunas de sus preguntas miran hacia delante. ¿Ha empezado el declive de occidente? ¿Las formas globales de relación, profesionales por ejemplo, sustituirán a las civilizaciones? ¿Se reducirán la violencia y/o el hambre?
Buena parte del libro se detiene en consideraciones dirigidas a estudiantes, y por ende jóvenes, de historia. Nunca está de más plantearse con qué criterio se definen los grandes períodos o edades, esos que marcan los programas de historia. Añadiremos que gustará a los lectores inquietos de toda edad y condición, de los que se barruntan que (también) en las interpretaciones del pasado se puede dar gato por liebre. Y para los que el rigor requiere presentar los planteamientos y los medios con que se llega a conclusiones.
Rafael Ruzafa
Peter N. Stearns: Una nueva historia para un mundo global. Introducción a la “World History”, Editorial Crítica, Barcelona, 2012, 182 pp.