(Galde 11, verano 2015). Agustín Unzurrunzaga. Si, lo vienen haciendo desde hace 20 años entre Francia y Gran Bretaña, en el Eurotúnel que une los dos países. En los meses de junio y julio de este año, según el recuento hecho por el periódico francés Liberation, han muerto 10 personas: cinco hombres, dos mujeres, dos adolescentes y un recién nacido que sobrevivió una hora después de que su madre se cayera de un camión. En el año 2002, año en que se cerró el centro de Sangatte, murieron 17, por causas como accidente de circulación, aplastamiento o electrocución.
La frontera entre Francia y Gran Bretaña tiene unas características particulares. Está dentro de la Unión Europea, pero es a la vez una frontera interna y externa. Une y separa a dos países de la Unión, pero, en la medida en que Gran Bretaña va a su bola dentro de la Unión Europea, y se sitúa, para algunas cosas, fuera del espacio Shenguen, convierte el canal y el túnel que le une con Francia en una frontera externa de la Unión. Por ello, las personas extranjeras procedentes de países de fuera de la Unión Europea y que viven legalmente en otros países de la Unión (en Francia, en España, en Italia…), con sus autorizaciones de residencia en regla, tienen que pedir un visado para ir a Gran Bretaña. E incluso tienen que pedir visados de tránsito cuando utilizan el aeropuerto de Londres para hacer viajes intercontinentales. Por lo tanto, para una persona extranjera extracomunitaria, ir de Francia a Gran Bretaña no es lo mismo que ir de España a Francia o de Francia a Bélgica, por ejemplo. Y las cosas se complican mucho más si, además de ser extracomunitaria se encuentra, por la circunstancia que fuere, en situación administrativa irregular, y quiere llegar a Gran Bretaña a través de Francia. En ese caso, atravesar el túnel o el canal tiene parecidos problemas y dificultades a las que se encuentran las personas que quieren acceder a España desde Marruecos. Y ello a pesar de que Francia y Gran Bretaña son dos países miembros de la Unión Europea.
¿Dónde se sitúa la frontera entre Francia y Gran Bretaña? Pues es un lío. Por tierra, legalmente, en la mitad del recorrido del túnel, según lo estipulado en el tratado que en febrero de 1986 firmaron en la catedral de Canterbury Miterrand y la reina de Inglaterra. Por mar, la frontera jurídica se sitúa en la mitad de las dos costas. Pero, en la práctica, y en virtud de los múltiples acuerdos firmados en los últimos años entre los dos países, la frontera se sitúa allí donde se establecen los controles de la policía de aduanas: en la estación del Norte en París y en la estación de Saint Pancras en Londres, en Roissy y en Heathrow, en Dover y en Calais, en Frethun y en Folkestone, en la estación de Lille y en Ashford. Osea que una persona emigrante que pasa por Francia para ir a Gran Bretaña, puede ser interpelada en París, o en Lille, o en Dunkerque o en Boulogne y, obviamente, en Calais y sus alrededores, en lo que se suele denominar el Calaisis.
Esa posibilidad de actuación en el interior de uno y otro país viene de antiguo, y se reforzó con la firma, el 4 de febrero de 2003, del Tratado de Touquet, que autorizaba la puesta en marcha de controles bilaterales conjuntos en los puertos marítimos de la Mancha y del Mar del Norte situados en el territorio de la otra parte. A su vez, su artículo 7 establecía que las autoridades del país por el que había pasado la persona inmigrante o solicitante de asilo estaban obligadas a hacerse cargo de ella, si el otro país la rechazaba. En la práctica, que Francia se tenía que hacer cargo de las personas que Gran Bretaña rechazaba.
DE SANGATTE A LA SITUACIÓN ACTUAL. En el año 1999, ante el flujo de migrantes y solicitantes de asilo provenientes de diversas zonas atravesadas por conflictos armados, Kosovo, Afganistan, etc, que intentaban llegar a Gran Bretaña desde Francia, se abrió el centro de Sangatte, de hecho un hangar grande, con capacidad para albergar a 800 personas y cuya gestión se asignó a la Cruz Roja. Sangatte es un pequeño pueblo costero, de 900 habitantes, situado a 8 kilómetros de la entrada del túnel que atraviesa el canal.
Muy rápidamente su capacidad fue desbordada, llegando a albergar hasta 1.800 personas a la vez. En los tres años que estuvo abierto, pasaron por Sangatte unas 70.000 personas. El centro de Sangatte fue definitivamente cerrado a finales del año 2002, siendo Nikolas Sarkozy ministro del interior en Francia y Blunkett su homólogo británico. En el momento del cierre había 1.500 personas acogidas en el centro, de las que 1.300 fueron acogidas por Inglaterra y 200 se quedaron en Francia. Supuestamente, el hangar de Sangatte producía un «efecto llamada», por lo que con su cierre, según Sarkozy, se arreglarían los problemas, y los migrantes y demandantes de asilo desaparecerían como por encanto. Mentira. Eso del «efecto llamada», lo digan los ministros de interior, o algún que otro alcalde, en general es un rollo patatero. Es la manera como algunos responsables políticos exorcizan los problemas migratorios sin ir al fondo de los mismos. Y, también les sirve, en algunos casos, para camuflar su inhumanidad.
«Asilo-sistema bateratu baten eraikuntza azkartu behar da, Bretainia Handia, Irlanda eta Danimarka barneratuko dituen sistema batena, kontu hauetan beren kabuz aritzeko joera duten hiru herrialde. Horrek saihestuko luke babestuen esleipen-kuoten ikuskizun zentzugabea jasaten jarraitzea, baita asilo eskubidearekiko beren betebehar politiko, legezko eta humanitario guztiei bizkarra ematen dieten Europar Batasuneko estatuak ere.»
Cerraron Sangatte, pero los problemas no se acabaron. Aunque el hangar se destruyó, miles de personas provenientes de países en conflicto, miles de potenciales demandantes de asilo o de protección internacional seguían acercándose a la zona del Calaisis. Según el informe elaborado por Migreurop, en el primer semestre del año 2009, 18.922 personas fueron interpeladas por la policía francesa, de las cuales 9.174 eran afganas, 2.786 eritreas y 1.946 iraquíes.
Y surgieron las «Jungles», las «junglas», montones de asentamientos desperdigados desde los que las personas, la mayoría provenientes de zonas de conflicto, afganos, irakíes, sudaneses, malienses, eritreos, sirios…intentan llegar a Gran Bretañ Como decía un comunicado de finales de noviembre de 2014 de la asociación francesa Gisti, «Después del cierre de Sangatte, Calais y sus cercanías han visto como llegaban migrantes que no encontraban un sitio donde abrigarse, en un departamento en el que las condiciones climáticas pueden ser rudas, y sin que ningún otro dispositivo fuese previsto…Si bien desde el cierre se han producido muchos acontecimientos: ocupaciones en Calais, discusiones con los poderes públicos locales, manifestaciones de protesta…el cierre de Sangatte no ha resuelto nada».
Y estamos en 2015, trece años después del cierre de Sangatte, y los problemas siguen, y se agravan. Después de Sarkozy han pasado siete ministros de interior. Y todos ellos, Villepin, Barouin, Hortefeux, Besson, Gueant, Valls y actualmente Cazeneuve, han repetido en algún momento de su mandato que iban a acabar con la «jungle», con los asentamientos, aplicando medidas de «humanidad y firmeza». De humanidad, poca, y de represión, mucho. Y, a pesar de todo, la situación persiste. En el año 2009, poco después de que el actual presidente de Francia François Hollande dejase de ser alcalde la ciudad de Tulle, publicó en la revista Slate un artículo muy crítico con la política migratoria del entonces presidente Sarkozy, en el que decía: «Lo que llamamos la «jungla», es la traducción salvaje del fracaso de las políticas migratorias a escala europea». Y tenía razón El problema es que, seis años después y siendo presidente del país, no es consecuente con sus propios razonamientos.
NECESIDAD DE UNA POLÍTICA COMÚN DE ASILO. Hace falta un sistema común de asilo en la Unión Europea. La actual crisis de Calais pone una vez más en evidencia las fallas de la política de asilo que actualmente funciona en la Unión Europea.
Lo que viene ocurriendo en ese canal y en ese túnel de cincuenta kilómetros, tiene mucho que ver con el mal diseño de la política de asilo de la Unión Europea, con la Convención de Dublín, el reglamento de Dublín II y las insuficiencias del nuevo marco que entró en vigor a finales de junio de 2013 que, aunque mejora algo las cosas, sigue sin resolver problemas muy de fondo.
La Unión Europea y sus Estados miembros siguen sin respetar y sin sacar todas las consecuencias de lo que dice el artículo 14.1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: «En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país»
Hoy no hay un sistema común de asilo. Siguen persistiendo diferencias entre los sistemas nacionales. Sigue habiendo disparidad respecto a los procedimientos, al reconocimiento del derecho, en cuanto a los porcentajes de reconocimiento, a las condiciones de acogida, a los plazos de resolución… El sistema actual obliga a pedir el asilo o la protección internacional, y esperar la resolución, en el país en el que se entra, en el que se toman las huellas, salvo algunas excepciones. No se toma en consideración la voluntad de las personas de disfrutar del asilo en cualquier país, su deseo o intención de ir a otro, en el que, a menudo, tienen parientes o conocidos que pueden facilitar su asentamiento.
También hay razones idiomáticas y socio culturales a tomar en cuenta. Durante años, desde otros Estados de la Unión se ha estado devolviendo a Grecia a miles de personas que habían entrado por ese país, pero que no tenían ninguna intención de quedarse en él, y se trasladaban o otro donde tenían parientes y apoyos. A título de ejemplo, en el año 2010, fueron devueltas a Grecia, de otros países de la Unión Europea, en aplicación del reglamento Dublín II, más de 7.000 personas.
El 7 de agosto de 2015, el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados, difundía en Ginebra un comunicado en el que exhortaba a Francia a presentar un plan de urgencia para tratar la situación de las personas migrantes de Calais, pidiendo que movilizase los medios que se utilizan cuando ocurren catástrofes naturales. Y le reiteraba el requerimiento que hicieron a las autoridades francesas en el verano de 2014 para que diesen una respuesta urgente, global y duradera a la situación.
En la rueda de prensa dada el 7 de agosto, Vincent Cochetel, responsable de la división Europa del Alto Comisariado de la ONU, exigía a Francia que no se limitase a tomar medidas de tres al cuarto, recordado a las autoridades de ese país, que los problemas se vienen manteniendo desde hace catorce años, y que van a continuar, pues la geografía no puede ser cambiada. Pedía, de forma expresa, que se diese alojamiento a los refugiados y se les garantizasen condiciones de vida aceptables, así como modificar, en el sentido de agilizar, los procedimientos de solicitud. Y también criticaba a Gran Bretaña, fundamentalmente por su falta de colaboración.
Una vez más, la política aplicada en y por la Unión Europea nos muestra grandes fallas. Habría que aceptar, tanto por razones humanitarias como por respeto a los derechos fundamentales de las personas, que quienes buscan asilo en Europa tienen algo que decir sobre a donde quieren ir y por qué. Ello implica acelerar la construcción de un sistema común de asilo, de un sistema que incluya a Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca, tres países que, en estas cuestiones, tienden a ir a su bola. Nos evitaría seguir soportando el aberrante espectáculo de las cuotas de asignación de asilados, y de Estados de la Unión Europea que se escaquean de todas sus obligaciones políticas, legales y humanitarias para con el derecho de asilo.
Donostia, 12-8-2015.