Respuestas frente a la crisis

PanChorizo

(Galde 01, invierno/2013). Respuestas frente a la crisis y nuevas culturas de movilización social: 15-M, sindicalismo social y partidos-ciudadanía 1

Ángel Calle Collado

Los ciclos de protestas son irrupciones volcánicas del descontento: se ven, confluyen en un momento que se vuelve catártico, extienden su aroma por el aire, modifican la vida a su alrededor. Estos ríos se fraguan en silencio, en los interiores, recorren nuestros pies. Emergen por un cúmulo de presiones y una posibilidad de fisuras que ellos mismos expanden en su camino hacia el exterior.

Hablar de fenómenos como el 15-M o la marea de mareas, por ejemplo, es tratar de referirse a ese magma subterráneo. De esta manera, estos espacios, así como sus referentes internacionales, sean el fenómeno Occupy o la primavera “árabe-africana”, están replanteando las formas de movilización social a escala planetaria. Internet y las nuevas tecnologías se presentan como un aliado, principalemente como ágora virtual, a la vez que como espacio a problematizar por su creciente control mercantil. Y, por otro lado, estas movilizaciones están sacando a flote conflictos subyacentes con respecto a unas democracias que no dejan participar y a una modernidad que ya no “satisface”, ni siquiera a las capas más privilegiadas de las sociedades del centro.

Existen cuatro grandes rupturas en dicha modernidad que son, desde mi perspectiva de análisis, las bases de estos nuevos ciclos de movilización: la ruptura en vertical (un estado que se desentiende de la ciudadanía), la ruptura en horizontal (lazos sociales que son reducidos al consumo), la ruptura de los medios (sistemas expertos que gobiernan multitud de aspectos de nuestras vidas) y la ruptura ecosistémica (el fin de la era fósil y el vuelco climático). Sostengo que desde fenómenos como el 15-M se están planteando proyectos de carácter inclusivo y que recompongan vínculos esenciales. En concreto, se exploran nuevos sujetos políticos con la mirada puesta, explícita o implícitamente, en dar respuesta a estas grandes rupturas civilizatorias. Intervienen, como expondré seguidamente, para construir nuevas formas de movilización (desde lo político, hacia una radicalización de la democracia), nuevas expresiones políticas (los partidos-ciudadanía) y aún balbuceando propuestas para una sindicalismo ecosocial (de intervención conjunta en lo laboral y en la reproducción de la vida).

Se trata, pues, de toda una cultura política (global) en marcha que apunta más allá de un ciclo coyuntural de protestas. Se nutre de un contexto internacional de hipersensibilidad frente al poder, frente a la globalización capitalista y las formas jerarquizantes, incluyendo determinadas herramientas políticas clásicas, como los grandes partidos y sindicatos. La radicalización de la democracia se presenta como propuesta inclusiva, abierta a la ciudadanía, y a la vez, como forma de organización interna (horizontalidad, proximidad, deliberación) de estas movilizaciones. Así mismo, se trata de una reclamación de democracia con contenido: la crítica global a cómo satisfacemos necesidades materiales, expresivas y a cómo nos relacionamos con la naturaleza. Es, a mi entender, y como he venido desarrollando en otros textos (Nuevos Movimientos Globales, Aproximaciones a la Democracia Radical, Democracia en movimiento) todo un ciclo de movilización, una transformación profunda de las formas de entender la política.

¿Hacia dónde vamos?

La política se presenta hoy especialmente como un laboratorio efervescente, tanto por los descontentos que empiezan a organizarse como por las limitaciones políticas que impone las democracias autoritarias. Todo ello enmedio de una transición ambiental inevitable. Me atrevo a dibujar tres escenarios o planteamientos que están siendo explorados por diferentes actores políticos, todos ellos próximos o insertos a planteamientos que vemos en los nuevos movimientos globales.

Un primer planteamiento consiste en profundizar en la marea de protestas y de ágoras. Aquí el 15-M, y más recientemente las mareas de mareas, centran sus debates en: cómo articularse con otros sectores sin ceder el protagonismo social a las viejas estructuras que intentarían reciclarse desde su interior; cómo ampliar la crítica frontal del sistema político y económico a una ciudadanía que aún no se cuestiona, en estos momentos, cambios más profundos y que aún permanece informada y apegada a los partes de bolsa y prima de riesgo de los diferentes telediarios; y por último, como reducir el desperdicio energético que supone tener capacidad para movilizar cientos de miles de personas y, sin embargo, aún son tenues las respuestas cooperativistas de protagonismo social en terrenos económicos, energéticos, alimentarios, cuidados, entre otras, y que haría que la protesta se asentase en unas bases vitales que, a su vez, profundizarían en el avance de la cultura de la radicalización de la democracia.

 Así, la marea de mareas del 23 de febrero de 2013 que se manifestaba en las calles de Madrid ha sido un instrumento positivo para visibilizar esa acción conjunta, esa “equivalencia entre luchas”, como propondrían Laclau y Mouffe. Pero la equivalencia de luchas no es un fin, si no un medio que atiende al corto plazo. Convertida en fin, termina alejándose de democratizaciones más amplias. Todo cambio en la política requiere previamente del empuje social, una maraña de sujetos y ciudadanía que hagan emerger otras formas de construir sociedad desde lo cotidiano, desde lo político.

Un segundo planteamiento sobre actores y sujetos de cambio es que, asumiendo la pluralidad y la complejidad de las sociedades contemporáneas, es poco imaginable pensar en transformaciones en el corto y medio plazo sin acudir a herramientas políticas propias y hegemónicas de la modernidad reciente en la que se asentó el estado de bienestar, en concreto de partidos y sindicatos. Y entonces, ¿qué partidos, qué sindicatos? O mejor dicho, ¿qué dinámicas de participación política y de activación de un sindicalismo crítico?

Partidos-ciudadanía. Tiempos de nueva política y de nuevos instrumentos. El Partido Pirata de Suecia saltó a la palestra del parlamento europeo con dos representantes, al calor de protestas por la persecución del libre intercambio en internet, en particular del sitio The Pirate Bay. Sucesivas leyes, juicios y presiones de los oligopolios mediáticos para imantener su hegemonía sirvieron de expansión para esta iniciativa partidista. Así, el Partido Pirata alcanzó el 8,9% de votos en las elecciones regionales de 2011 para la ciudad de Berlín. No obstante, algunos apuntan a que se acerca más a una tradición liberal de base mercantilista que utiliza el “ni de izquierdas, ni de derechas” como reclamo de un proceso que conecta con jóvenes bien preparados y que cuentan con internet como parte de sus espacios centrales de socialización 2

 

En otro orden de cosas, aunque desde los códigos de rechazo del poder instituido y el abrazo del protagonismo social, el “antipartido” que representa el Movimiento de 5 estrellas, impulsado por el humorista Beppe Grillo, se ha situado como canalizador de un descontento que, esta vez sí, parece más ligado a viejas y nuevas reclamaciones de movimientos sociales en Italia (frente a las privatizaciones, por un transporte público sustentable). Quizás por ello, por su memoria y sus bases sociales, su huella social pueda ser más estable y crítica. Aunque en su “debe” (en lo que respecta al protagonismo social) figuraría el protagonismo de su fundador en la dirección y representación pública de este espacio político.

Islandia es quizás, por su impacto político y social, el activador de un debate sobre las posibilidades y limitaciones de partidos-ciudadanía. Las reformas estructurales de Islandia no han cambiado su inserción en el mercado internacional de capitales y aún en el parlamento hay grupos de poder con capacidad para desoír los reclamos de una ciudadanía. Pero esos reclamos y esa capacidad de articular nuevas formas de acción (protesta y partidos) y de deliberación (foros cívicos, herramientas de democracia directa usando internet) son ya una realidad en aquel país 3 Su solidez como herramienta, desde mi perspectiva de cambio social, estriba en ser una herramienta al servicio de una multiplicidad de espacios de protagonismo social y de exploración de democracias emergentes: conecta con las asambleas de protesta y discusión frente a la crisis, sin representarlas; sirve de apoyo para el desarrollo de iniciativas que acentúen libertades y democraticen el espectro de los medios de comunicación, sobre el control del dinero especulativo, para el incentivo del cooperativismo productivo y para la participación directa de la ciudadanía en asuntos de gran calado (endeudamiento, reformas constitucionales); y, finalmente, pone en marcha mecanismos (vía foros sociales y virtuales) que realicen la democracia de forma cotidiana (consultas, espacios de deliberación) involucrando ciudadanía e instituciones locales como la alcaldía de Reikiavik (web “Mejor Reikiavik”, www.betrirereykjavik.es).

Y más en la línea clásica de representación estructurada y programada de descontentos, las elecciones en Grecia han aupado a la primera línea política a la Coalición de Izquierda Radical (Syriza), aunque también permitieron entrar en el parlamento al partido de extrema derecha Aurora Dorada. Syriza, ciertamente, se sitúa en una línea más clásica. Proviene de una coalición de partidos de izquierda. En las últimas elecciones en Catalunya, su líder Alexis Tsipras, se acercaría a respaldar a ICV-EUiA. Pero incorpora un trabajo más largo a la hora de buscar diversidad (distanciarse de “sectarismos”) y arraigarse en espacios más sociales y plurales sin utilizarlos como “correas de transmisión” (caso de foros sociales y marchas europeas insertas en el ciclo “antiglobalización”).

Así las cosas, parece que el surgimiento de (nuevos) partidos-ciudadanía (estructuras participativas y asamblearias, dentro y fuera de la organización, y orientados hacia una radicalización de la democracia en la sociedad) que entronquen con los nuevos movimientos globales depende de dos variables básicas:

i)        su capacidad para retroalimentar el protagonismo social y la hipersensibilidad frente al poder; ser instrumentos de expresión reales de descontentos que busquen la solidaridad y la sustentabilidad;

ii)      la potencialidad para articular respuestas concretas de corto-medio plazo ante la agenda neoliberal, tanto desde su propio hacer político (cooperativismo económico, herramientas de apoyo frente a la exclusión, sindicalismo ecosocial) como en sus propuestas hacia el exterior (propuestas alternativas, municipalismos democráticos).

En el Estado español, la tradición más descentralizadora (autonomía local, corrientes libertarias, nacionalismos periféricos) la hace más permeable a municipalismos democráticos como punto de partida. Precisamente, la entrada de las CUP (Candidaturas d’Unitat Popular) en el parlamento catalán (noviembre de 2012) bebe de una tradición de partidos de orientación localista, desde posicionamientos nacionalistas y de defensa del territorio, ya visibles en 1987. Su salto a las elecciones catalanas se apoya en nuevas corrientes próximas a los nuevos movimientos globales, más abiertos a la diversidad y más centrados en “radicalizar la democracia” 4.

Sindicalismos ecosociales. Por otra parte, retomando propuestas en torno a nuevos sujetos y nuevas dinámicas específicamente laborales, el 15-M lleva problematizando desde sus inicios la cuestión de la precariedad y de un nuevo o renovado sindicalismo. “Nosotros los desempleados, los mal remunerados, los  subcontratados, los precarios, los jóvenes… queremos un cambio y un  futuro digno” proclamaba DRY en su “¿quiénes somos?”. Y dejando que la red de ágoras y el gobierno de los muchos establezca, además de la protesta frente al gobierno, canales para presionar y articularse en torno a la cuestión laboral y a sindicatos. Existen posturas diversas, que van del rechazo general al sindicalismo (clásico) y la apuesta por un movimiento asambleario en los centros de trabajo, a la necesidad de construir junto a organizaciones existentes, aprendiendo de otras dinámicas de movilización. Pero, en general, sí se comparte una crítica o un malestar con respecto a los grandes sindicatos, que distan de ser considerados interlocutores y herramientas capaces de enfrentarse a la precariedad: “Sindicatos. Gracias por venir… tarde” rezaba una pancarta el 6 de septiembre de 2011 por las calles de Madrid, en referencia a Comisiones Obreras y UGT. Aún los sindicatos minoritarios, vistos por lo general con simpatía, no encuentran cómo articularse con un espacio de movilización que “cuadra mal” con sus formas más estructuradas, sus planes de trabajo, su intervención cuasi diaria en asuntos laborales y más acostumbrados a entrelazarse con plataformas estables y organizaciones más verticales. Queda además la cuestión de cómo ir más allá del empleo para hablar de reproducción social, de trabajos no remunerados, de cuidados. En ese contexto, se exploran tras el aniversario de mayo de 2012 varias respuestas: encontrar canales de interlocución con sindicatos tradicionales críticos, evitando “entrismos”; buscar fórmulas propias y articuladas de trasladar dinámicas del 15-M a centros laborales; y revisitar la herramienta de la huelga general para proponer una huelga social, de consumo, de empleo, de cuidados. Aquí está por venir la (re)invención de un sindicalismo laboral, social y ecopolítico que cimente las ansias de protagonismo social y radicalización de la democracia, propias de los nuevos movimientos globales 5

De esta manera, los partidos-ciudadanía o un futuro sindicalismo social, si bien habrán de beber de la territorialización y el anclaje desde comunidades culturales y políticas, han de ser contrapesos útiles y realmente democráticos (global y pluralmente) a una modernidad homogeneizante y mercantilizante, que desperdicia la riqueza de experiencias, diversidades y la propia vida en aras de un proyecto elitista (siguiendo a Sousa Santos en su Democratizar la democracia). Para ello habrían de articularse constantemente de forma porosa y abierta desde multitudes excluídas y ciudadanía que reclama empoderamientos. En definitiva, combatir las cuatro rupturas civilizatorias a base de tejer experiencias y propuestas democratización y sustentabilidad extensas, que emergen desde abajo.


 

Notes:

  1. Los argumentos aquí expuestos forman parte del libro La Transición inaplazable y el 15M, Barcelona, Icaria, 2013.
  2. En el acuario de Facebook. El resistible ascenso del anarco-capitalismo, Enclave de libros, 2012, por el colectivo Ippolita.
  3. Consultar el libro de Elvira Méndez Pinedo, La revolución de los vikingos. La victoria de los ciudadanos, 2012, Barcelona, Planeta.
  4. Ver artículo de Íñigo Errejón, “Una lectura del 25N (desde Madrid)”, Diagonal, publicado en la edición digital el 27/11/2012
  5. Ver artículo “El 15-M: Trabajo y Sindicalismo”, publicado en Rojo y Negro 248, de julio-agosto 2011, disponible en internet; Ver también “El sindicalismo que queremos”, de Paloma Monleón, capítulo del libro ¡Espabilemos!, ob. cit..

Un mundo en cambio, Iñaki Gabildondo | STM Galde

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