Galde 36 – primavera/2022. Rafael Cuesta.-
MIQUEL GRAU 53/1977
De Llum Quiñonero
Editorial: Pruna Llibres
El libro narra cómo el 6 de octubre de 1977 un grupo de cuatro jóvenes, del que formaban parte Miquel Grau y Llum Quiñonero, pegaba carteles convocando a la manifestación del 9 de octubre. Aquella de Llibertat, Amnistía, Estatutd’Autonomía. De repente, el grupo interrumpió su trabajo al lanzar un ladrillo un militante de Fuerza Nueva que le destrozó el cráneo a Miquel Grau.
La autora hace una magnífica crónica de aquel asesinato del que ella misma fue testigo presencial. Con gran pericia teje una urdimbre en la que quedan integrados lo personal, lo social, lo político y lo histórico. Con una escritura ágil, profunda y emotiva disecciona aquel luctuoso atentado y los desconcertantes días que siguieron hasta la muerte y entierro de Miquel.
Pero el libro no es solo una crónica. El hecho es contextualizado tan exhaustivamente y con tanto rigor que el resultado es un retrato fidedigno del franquismo, de la transición y, a la vez, una explicación de cómo desde aquello hemos llegado a la actualidad. Es un conmovedor viaje a caballo entre la memoria y la historia combinando los recuerdos personales y del entorno con una minuciosa documentación.
Era una época cargada de esperanza. Los sueños de Miquel se vieron truncados aquella noche y los de quienes sobrevivieron quedaron tambaleándose. El libro indaga en qué fue de aquella aspiración, tan generalizada en aquel momento, de dejar atrás el lúgubre franquismo, de respirar el prometido aire de la democracia y construir una sociedad en la que la ciudadanía pudiera ejercer su libertad plenamente. Así se pasa revista a lo vivido unas veces intentando comprender y otras para sumirse en la perplejidad. Es como si se quisiera buscar el sentido, siempre esquivo, que suponemos al pasado, al presente y al futuro. El asesinato de Miquel lo revolvió todo
No puede sorprendernos que Llum Quiñonero dejara pasar más de cuarenta años antes de escribir este libro. Séneca nos lo explica: Curae, leves loquuntur, ingentes stupent (las penas leves hablan, las enormes callan). El libro nos ofrece muchos datos que dan la razón al filósofo cordobés. El impacto del atentado fue demoledor. Dejó sin palabras a todo el mundo. Solo un dolor inmenso puede hacer enmudecer toda una ciudad, a todo un país. De ahí que la autora destaque el silencio como el rasgo más visible de la conmoción y el aturdimiento.
Pero el silencio más elocuente en el relato es el de Encarna y Marián, madre y hermana de Llum Quiñonero. Marián es también novia de Miquel. La conmoción del asesinato ha sido de tal magnitud que durante décadas no han podido hablar de ello. …todos metidos en una burbuja de dolor y confusión envuelta en miedo.Silencio dice ella; como un secreto a voces, como un grito mudo…todos conocían lo sucedido, pero nadie hablaba de ello, al menos nadie le decía nada a mi madre, que sabía que el silencio era una forma de condena.
La madre sufre por el dolor de las hijas ante el atentado contra una persona a la que están tan vinculadas. Sufre también porque las ve en peligro: les puede pasar a ellas lo que a Miquel. Pero es más lacerante el sufrimiento que le ocasionan las miradas condenatorias que hacen a sus hijas responsables de lo sucedido. Mejor callar.
Las breves páginas dedicadas a Encarna son las más sobrecogedoras del libro.
Y, por supuesto, el asesinato de Miquel hizo mella en Llum Quiñonero. Una inmediata, en la vorágine de los días que siguieron al 6 de octubre. Otra duradera que ha retrasado durante cuatro décadas la aparición de este libro.
Pero el libro está aquí y podemos rastrear en sus páginas el esfuerzo intelectual, metodológico y emotivo que ha debido hacer la autora para superar el aturdimiento y, por otra parte, los motivos por los que se ha visto impelida a redactarlo.
Si, ella ha sido protagonista destacada de los hechos. Pero sabe que no puede fiarse de sus recuerdos. Los recuerdos están dispersos, en desorden, huérfanos. Por rigor, hay que contrastarlos y lo hace con los recuerdos de otras personas y, sobre todo, con una minuciosa investigación. Por eso el libro es tan valioso.
Imagino que redactar y publicar su trabajo ha sido para la autora una especie de obligación moral. Su coherencia personal se lo habrá exigido. Desde bien joven ha participado en los esfuerzos para conseguir una sociedad democrática y, después, para profundizar en ella y hacerla cada vez más justa. Además, es una destacada dirigente del asociacionismo memorialista que trata de dar voz a quienes han sido privados de ella y reparar las injusticias. No importa cuando fueron perpetradas.
Llum Quiñonero conoció de primera mano la reacción de las autoridades ante el atentado contra Miquel Grau. La verdad no contaba con las instituciones para avalarla. Ella siempre ha sabido que si no contaba la historia, otros lo harían y, como tantas veces, los damnificados podían quedarse fuera del relato. La historia silenciada salía a nuestro paso. No le quedaba otro remedio que ponerse a escribir.
Y el libro muestra que la muerte de Miquel no fue un accidente, ni un hecho fortuito, ni un crimen aislado, ni ajeno a las intenciones políticas. Se nos ha contado que la transición fue modélica, sin sangre. Pero Miquel Grau es solo un caso de las casi doscientas personas muertas durante aquellos años en atentados políticos. (Per guanyar la llibertat, quantsgermanstenen de caure. Dice Al Tall en la canción dedicada a Miquel Grau). Sus asesinos tuvieron de policía y jueces el mismo trato benévolo que disfrutó quien mató a Miquel. Su objetivo: impedir o frenar el acceso al disfrute de libertades y derechos. Todavía estamos en esa lucha.
Aunque el libro narra una tragedia y una sucesión de frustraciones y desencantos, su tono no es derrotista. Quiñonero es una luchadora infatigable y siempre atisba la esperanza. Creo que Dèlia Amorós, autora de una de las interesantísimas colaboraciones que acompañan el texto de Quiñonero, ha captado magistralmente el espíritu del libro y lo muestra en el fragmento con el que cerramos:
Un silenci que ja no és por ni ràbia ni humiliació. Que ja no ésinmobilitat ni odi. Un silenci que ja no ésmutisme. El pas del temps ha transformat aquella mudesa que amagavaconsciències en orgull i alegría… Una alegría de ser i de fer. Una alegría quèaspirem. Perquènosaltres, Miquel, teniml’alè de l’alegría.
Rafael Cuesta
Denia, septiembre de 2021