Memoria del frío
Miguel Martínez del Arco
Hoja de Lata Editorial. 2021
Galde 38, udazkena 2022 otoño. Alfonso Sanz Alduán.-
Marzo de 1939. Mientras las tropas de Franco entran en Madrid por el Oeste, en el otro extremo de la ciudad, en la cárcel de Ventas, quinientas mujeres comunistas, prisioneras tras el golpe de Estado del coronel Casado en el campo republicano, negocian y consiguen ser excarceladas. Avanzan por la calle de Alcalá en un silencio extraño, roto por disparos lejanos, con la amargura y el miedo de la derrota. Una de ellas es protagonista de este libro, Manolita del Arco, que inicia así, paradójicamente en una prisión republicana, el itinerario más prolongado de una mujer en las cárceles de la dictadura franquista.
Abril de 1941. En la clandestinidad, con una identidad falsa, Manolita viaja en el tren de San Sebastián a Madrid. Transporta una pesada multicopista para editar la propaganda del Partido Comunista en la capital. Comparte vagón por casualidad con un jefe de Falange que se le insinúa con una galantería que ella vive como amenaza. La policía ha tenido un soplo y sospecha que en el tren viaja algún sedicioso. El relato se vuelve thriller.
Junio de 1943. Un Consejo de Guerra condena a la pena de muerte a Manolita del Arco y a otros ocho acusados de subversión entre los que se encuentra Ángel Martínez. Se han cruzado los pasos antes, pero ahora se miran y se sonríen en una escena que combina el amor y el terror. En el furgón policial que conduce a la prisión a los condenados Ángel la abraza y se despide con estas palabras: –Manoli, nos veremos pronto, muy pronto, antes de lo que te crees. Haremos grandes cosas juntos. No habrá que esperar mucho. La libertad llegará y nos encontrará.
Tendrán que esperar una eternidad. Casi veinte años de cárceles después, la libertad del país no ha llegado, ni siquiera tras el esperado triunfo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, pero sí la vigilada de Manolita y Ángel. La pareja se ha construido con el intercambio de miles de cartas y surge lo inesperado. Brota una nueva vida en un cuerpo maltratado por las penurias, los malos tratos, las enfermedades mal curadas y el frío, el persistente frío de las prisiones de la dictadura. Nace Miguel, cuya imaginación, búsqueda y recuerdos desembocan, sesenta años después, en este libro único, a medio camino entre la ficción y la biografía, que homenajea a su madre y, con ella, a su padre y a muchas otras presas y presos de la dictadura.
Septiembre de 1964. Toca visita de madres y niños a los encarcelados en el penal de Burgos, entre los que se encuentra Ángel, pero dentro han hecho un plante de protesta por los castigos recibidos por negarse a ir a misa. El encuentro no se produce. Las madres y niños se dirigen primero al Arzobispado para solicitar su ayuda, pero el Arzobispo no les recibe. Forman filas con los niños más pequeños delante. Sujetan carteles improvisados: LIBERTAD. PARA. NUESTROS. PADRES. Gritan AMNISTIA. Esta vez no hace frío en el paseo del Espolón. Y se emocionan al comprobar los tímidos apoyos tras casi tres décadas de franquismo. La prensa internacional fotografía y recoge la protesta. La esperanza vuelve a brotar.
1972. Otros ocho años después pudiera pensarse que el fin de la dictadura está cerca. Ángel, ya excarcelado, y Manolita siguen luchando por la democracia y la libertad a pesar de las represalias. Enésima visita de la policía. Esta vez obligan también al niño a acudir a la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol. La violencia se hace vicaria.
2019-2020. El relato se extiende más allá de la cárcel y del propio franquismo. El autor nos invita a acompañarle por diferentes ciudades en su búsqueda de documentos, de respuestas, de retazos de esas vidas paternas que ya se han ido.
Memoria del frío remueve por la valentía de las protagonistas, pero da un paso más allá de la épica y nos interroga acerca de la fuerza de la esperanza. Vivir tantas derrotas y decepciones durante décadas sin desfallecer en la fe en el cambio, en la causa de los débiles y en el partido es, a nuestros ojos acomodaticios actuales, algo extraordinario. Por eso, en momentos convulsos como los actuales, libros como este reconfortan. Memoria del frío nos recuerda que la fuerza de la esperanza es una herramienta poderosa para la resistencia y el cambio. No la perdamos.