Begoña Muruaga. (Galde 07, verano/2014). He leído recientemente Escapada, uno de los muchos libros de relatos de Alice Munro, la escritora canadiense galardonada con el Premio Nobel de Literatura del 2013.
Supe de Alice Munro hace aproximadamente cinco años, cuando un amigo me regaló Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio y, a partir de ahí, he leído Demasiada felicidad, Secretos a voces, Mi vida querida y La vida de las mujeres.
Desde el principio me di cuenta de que estaba ante una autora especial, capaz de captar al vuelo la vida cotidiana. Sus relatos se sitúan siempre en un entorno sencillo, donde parece que la vida fluye sin sobresaltos, pero nunca se sabe cómo puede acabar la historia, qué giros dará la trama o cómo se comportarán sus personajes. Las historias de Munro nos abren puertas que no conocíamos o que creíamos irremediablemente cerradas. A su extraordinaria capacidad de observación se une esa manera tan personal de contar sus historias.
Alice Munro tuvo, según cuenta, una infancia difícil, pero no particularmente infeliz, ya que tenía el mundo de la escritura, en el que podía refugiarse. El de la escritura y el de la lectura, porque, al parecer, en su adolescencia leyó todo lo que tenía que leer.
Tras su primera recopilación de cuentos, experimentó un cierto bloqueo pensando que en los temas que tenía entre manos había poco material literario. Fue descubrir a Edna O’Brien y William Maxwell lo que le animó a escribir sobre la familia y sobre su propia historia, y a hacerlo una y otra vez, sin dejar que nada le hiciera cambiar de opinión.
Sus lectoras y lectores le agradecemos esa decisión, puesto que, al retratar vidas que no parecerían material para la literatura, nos adentra en las complejidades de un mundo por explorar.
Escritora culta en contraste con el mundo que retrata (las referencias literarias y cinematográficas son constantes en su obra), Munro tiene una sensibilidad especial para reflejar la vida de las mujeres: su educación, los obstáculos a los que se enfrentan, sus ilusiones y sus frustraciones. Tampoco los hombres tienen muchas opciones en ese mundo, mediatizados como están por la religión y las costumbres, pero tienen siempre más libertad que las mujeres con las que conviven.
El país de Alice Munro, a primera vista tan lejano, no nos resulta sin embargo extraño. Dejando de lado algunos elementos exóticos, sus relatos son historias familiares para cualquier ser humano, sea cual sea su cultura. Sus aventuras son las de la cotidianidad: una borrachera de media tarde, una pasión desbordante, la crueldad de la infancia, un enamoramiento adolescente, el descubrimiento de la sexualidad, las convenciones sociales, el amor de madurez, preguntas arriesgadas de una niña, una venganza inesperada, la soledad de las parejas… El mundo entero en un cuento.