(Galde 13, negua/invierno 2016). Jasón & Argonautas. Ya en la antigüedad clásica se sostenía que el arte podía hacer mejores a las personas. Del mismo optimismo humanista participaba Hegel, para quien las artes “mitigaban el salvajismo del deseo y educaban el imperio de las pasiones”. La cultura, en general, ha sido considerada el eje vertebrador del sistema de valores de una sociedad. Sin embargo, no se nos debe ocultar que vivimos en una época convulsa y contradictoria, también en lo cultural, en la que frente a los signos que avalan lo antedicho, hay también señales inequívocas que lo desmienten.
I.-Tesis. El trimestre transcurrido desde la última entrega de Galde ha proporcionado un buen número de acontecimientos que, a primera vista, inducen al optimismo: el arte se compromete y los artistas también. La lectura de algunos titulares ha sido reconfortante. Madonna canta de madrugada Imagine de John Lennon en la Plaza de la República en solidaridad con los atentados de París. Alejandro Sanz, en un arranque valeroso muy elogiado, baja del escenario en defensa de una espectadora agredida. Qué decir de la protesta de los actores afroamericanos por la nula presencia de las minorías en los Oscars. “Hollywood tiene la responsabilidad de reflejar la belleza de lo diferente”, clamaba El príncipe de Bel-Air, el actor Will Smith. Siguiendo con el cine, que es un buen escaparate de la vida, una película sobre los refugiados de Lampedusa gana la Berlinale, una producción húngara desasosegante sobre la inhumanidad de los campos de exterminio nazis, El hijo de Saúl, Oscar a la mejor película extranjera, varios de los filmes nominados a los Goyas abordan los desahucios o la infelicidad de los más débiles, Sarandon y Clooney se implican con la tragedia humanitaria de los refugiados. Muestras de que la fábrica de sueños despierta a la cruda realidad. Bueno, despierta en parte porque tampoco hay que olvidar que lo que revienta la taquilla son las últimas entregas de StarWars y Jurassic Worldy que Madrid pone la alfombra a la gala de Bollywood, ese cine que se autodefine como un entretenimiento para que las masas olviden sus problemas. Business is business.
II.- Antítesis. Buenas intenciones aparte, hay un clima general de desazón cuando no de desesperanza. Hay días en que parece que se quiebra bajo nuestros pies todo lo que era sólido, que dice Muñoz Molina. A derecha e izquierda impera la política del miedo y sobre la cultura vuelve a cernirse ese oscuro velo de la sospecha. El ánimo censor se va adueñando del planeta y lo hace dando palos de ciego. Un día una supuesta Cátedra de la Memoria señala que Dalí fue recibido por Franco y merece por ello quedarse sin calle en Madrid, compartiendo ninguneo callejero con Jardiel Poncela y Miguel Miura, dos de los mejores dramaturgos de la postguerra. A los muertos quizás no les importe, pero sí a la premio Nobel y feminista polaca Elfriede Jelinek, a quien su ministro de Cultura pretende echar de los escenarios, porque “no habrá obras pornográficas en teatros polacos”.
Ser titiritero en España, como es sabido, es profesión de alto riesgo. No solo te encarcelan, sino que te incluyen en el fichero de “bandas armadas” por presunta “capacidad criminal”. Ante el castigo a los manipuladores de muñecotes de trapo y papel maché, varios programadores culturales han decidido curarse en salud, y la Mirada del otro, una excelente obra de teatro sobre víctimas y victimarios de ETA, ha sido suspendida preventivamente. En Francia, tras los atentados islamistas, salas de cine vetan Black, una película belga sobre bandas en el barrio bruselense de Molenbeek. La famosa distopía de Orwell se extiende como mancha de aceite y así, Keywan Karimi, realizador iraní del documental Writingonthecity que muestra murales y grafitis pintados en las calles de Teherán, ha sido condenado a un año de prisión y 223 latigazos por “propaganda antigubernamental”. La censura, siempre reprobable, pasa de torpe a ridícula en Tailandia, donde una burla sobre la perra favorita del monarca puede suponerle a un imprudente ciudadano una pena de 37 años de cárcel, o en Kirguistán, país en el que un británico que llamó pene de caballo a una especie de morcilla que debe ser el plato nacional, arriesga una condena de cinco años de cárcel por “incitar al odio racial”.
Quizás todos estos desmanes ocurran por nuestro bien, y solo sean los desvelos de un Estado protector. En algunas universidades norteamericanas se plantea suprimir de los debates toda confrontación de ideas que pueda herir la susceptibilidad de alguien. Cuando en Alemania se reedita el Meinkampf de Hitler, el panfleto viene acompañado por los comentarios críticos de un grupo de prestigiosos investigadores, no sea que cada cual lo interprete a su manera, como los protestantes la Biblia, y tengamos nuevas guerras de religión. El top del celo protector corresponde, sin embargo, al Gobierno italiano que para no disgustar a su invitado iraní enfundó en madera las estatuas desnudas de los Museos Capitolinos, al tiempo que situaba estratégicamente los sillones de la reunión para que el púdico mandatario extranjero no viese los hermosos testículos del caballo de una estatua ecuestre presente en la sala.
III.- Síntesis. Como el pez necesita el agua, la cultura solo respira en la libertad. Esa libertad que se ejerce y se ejercita en la crítica, sin más límite que el respeto a la verdad y a las leyes justas. Nada le es más ajeno que la imposición y la arbitrariedad interesada que determina quienes son o no de fiar. Como alguien ha escrito, no se puede ser un día Charlie Hebdo y obviar sus dudosos chistes sobre Mahoma, y al otro clamar contra la obra de unos titiriteros, probablemente mala y desafortunada, pero legítima.
Los diversos fanatismos y las intolerancias varias van convirtiendo nuestras vidas en un campo minado por los miedos. Miedo a lo nuevo, a lo distinto, miedo a transgredir y a perder las cómodas áreas de seguridad y bienestar. Dijo Cervantes, ese desconocido autor cuyo cuatricentenario casi no se celebra: “Aquel quien pierde sus riquezas pierde mucho; aquel quien pierde a un amigo pierde más; pero quien pierde el valor, lo pierde todo”.