Reseña: Unión del Pueblo Canario. Nacionalismo con otro acento

Desde la izquierda: José Miguel Martín, editor; Antonio Morales, Presidente del Cabildo de Gran Canaria; Enrique Bethencourt, autor del libro y Pablo Ródenas, codirector de la Cátedra Cultural Javier Muguerza.

Sobre el libro Unión del Pueblo Canario. Luces y sombras del nacionalismo autodeterminista canario de los 70/80

(Galde 23, 2019/invierno). Enrique Bethencourt.-

Cuando se habla de nacionalismos en el Estado español se hacen referencias a Euskadi, Cataluña y Galicia, fundamentalmente. En ocasiones a Navarra. Casi nunca a Canarias. Es cierto que, mientras en Cataluña y el País Vasco, sus burguesías levantaron proyectos políticos diferenciados hace un siglo, en Canarias la suya prefirió siendo dependiente, subordinada, tutelada. En lo económico y en lo político. También que, en contraste, con las denominadas comunidades históricas, Canarias no cuenta con lengua propia. Sí con una particular forma del español, el habla canaria.

Por eso, supongo que para los lectores y lectoras de Galde debe resultar casi extraña una reflexión sobre el nacionalismo canario de los setenta y ochenta. Entonces, en las elecciones generales y municipales de marzo y abril del 79, una formación canaria de izquierdas y autodeterminista, se abrió un hueco entre la UCD y el PSOE y logró un significativo apoyo en las urnas, lo que les permitió tener un diputado en el Congreso, Fernando Sagaseta, y ponerse al frente de la alcaldía de la ciudad más poblada del Archipiélago, Las Palmas de Gran Canaria.

La corta historia, apenas cinco años, de aquella coalición electoral, que integraba a comunistas, cristianos autogestionarios, socialistas e independentistas, la analizo en mi libro recién publicado: Unión de Pueblo Canario. Luces y sombras del nacionalismo autodeterminista canario de los 70/80, editado por la Fundación Canaria Tamaimos.

No es un ejercicio de nostalgia. Sí, eso creo, de memoria. Para los que estuvimos en aquella etapa y para las jóvenes generaciones que la desconocen por completo. Una historia cargada de valores. El primero, en mi opinión, el haber sido capaces de juntar en una propuesta político electoral unas sensibilidades tan distintas, bajo el lema de la autodeterminación y un programa radical democrático que ofrecía medidas para superar el grave retraso socioeconómico que padecían las Islas y su olvido por el centralismo.

El segundo, su apuesta por la mayoría social en su breve gestión, apenas año y medio, en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria: municipalización de las guaguas, así como del servicio de recogida de basuras, impulso de las primeras guarderías públicas en los barrios más depauperados de la ciudad, una concepción del urbanismo al servicio de la ciudadanía…

Los boicotearon la mayoría de los medios de comunicación (“La chusma llega al ayuntamiento”, dijeron el primer día). Les cerraron el grifo financiero las instituciones estatales y los bancos. No les permitieron completar su tarea: UCD y PSOE se pusieron de acuerdo para acabar con semejante y peligrosa experiencia. Y antes de que finalizara 1980 colocaron al frente de la alcaldía al socialista Juan Rodríguez Doreste.

También se sumaron los errores propios. Los de la inexperiencia en la gestión. Los de la incapacidad para resolver los retos de una ciudad con graves carencias de infraestructuras, con débiles servicios públicos. Y, asimismo, las concepciones de algunos de sus ediles que entendían que la corporación era, esencialmente, un lugar para extender la lucha revolucionaria.

La UPC fue un factor movilizador y generador de conciencia en aquella etapa. Tuvo mucho que ver, pese a que se había disuelto poco antes, con el resultado del referéndum OTAN en Canarias en 1986: el NO a la alianza atlántica se impuso en las Islas, al igual que sucedió en País Vasco, Navarra y Cataluña. Y abrió puertas a nacionalismos posteriores.

Cuatro décadas después, en Canarias conviven nacionalismos conservadores y progresistas, de derechas y de izquierdas, CC y NC, que suponen casi el 40% de su Parlamento. Canarias -tras Euskadi, Cataluña y Navarra- es la cuarta comunidad con más sentimiento identitario y con más personas favorables a un incremento del autogobierno. Y muchos hombres y mujeres seguimos defendiendo un nacionalismo acogedor, social, ecológico, feminista, democratizador, participativo, impulsor de la equidad, europeísta, abierto al mundo, mestizo y defensor de los máximos niveles de autogobierno y de capacidad de decisión desde Canarias.

“Unión del Pueblo Canario. Luces y sombras del nacionalismo autodeterminista canario de los 70/80”
Enrique Bethencourt
Ediciones Tamaimos.
Las Palmas de Gran Canaria. (fundaciontamaimos@gmail.com)

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