Galde 39, negua 2023 invierno. Jonatan Pérez Mostazo y Antonio Duplá.-
El pasado día 14 de noviembre se dio a conocer a la opinión pública un hallazgo arqueológico excepcional procedente del yacimiento de Irulegi, a pocos kilómetros de Pamplona, excavado por la Sociedad de Ciencias Aranzadi bajo la dirección del arqueólogo Mattin Aiestaran. Se trata de una pequeña pieza de bronce en forma de mano derecha en cuya palma hay una inscripción de unos cuarenta signos en varias líneas, la primera de cuyas palabras ha sido leída por los especialistas como «sorioneku» y se ha podido relacionar con los precedentes del actual euskera y en concreto con zorioneko, afortunado, dichoso. De hecho, la pieza se ha podido datar con relativa exactitud en el primer tercio del siglo I a.C., en el contexto bélico de los rescoldos de la primera guerra civil romana en la Península Ibérica. Ese conflicto sería la causa del incendio y abandono del poblado en una de cuyas viviendas se ha encontrado la pieza que, posiblemente, lo confirmaría un orificio en la zona cercana a la muñeca, estaría colgada de una puerta con una función apotropaica, esto es, protectora, a modo de las eguzkilores. Visto el ominoso fiasco de los grafitos de Iruña-Veleia, en esta ocasión se ha garantizado la autenticidad de la pieza mediante un escrupuloso proceso de recuperación de la misma, meticulosamente fotografiado y controlado desde que apareció el primer indicio de una pieza metálica en el yacimiento hasta su envío a los talleres de restauración del Gobierno de Navarra para su limpieza y su posterior estudio por los especialistas. De hecho, la mano fue descubierta en noviembre de 2021, el proceso de limpieza finalizó a comienzos de este año y desde entonces está bajo la lupa de, en particular, Joaquín Gorrochategui, Catedrático de Lingüística Indoeuropea en la UPV/EHU, especialista en Paleolingüística, en concreto en las lenguas de la Península Ibérica anteriores al dominio romano, y Javier Velaza, Catedrático de Filología de la Universidad de Barcelona, especialista en epigrafía.
En su opinión se trata de una lengua emparentada con el euskera, escrita en un alfabeto adaptado del ibérico y que permite apuntar que los vascones estaban hasta cierto punto alfabetizados; por otra parte, permite especular con un texto en lengua vascónica, que sería para el euskera actual algo así como es el latín para el castellano, más extenso que los conocidos hasta ahora, que se limitaban a nombres sueltos de individuos, divinidades o lugares en inscripciones, monedas y quizás en un mosaico.
El hallazgo es realmente excepcional desde el punto de vista científico, pero frente a la prudencia, a la petición de sosiego, tiempo y calma por parte de los estudiosos para seguir avanzando en el desciframiento del resto del texto, algo que se adivina muy complicado, políticos y periodistas tienen otros ritmos.
Sorprende un tanto el rosario de declaraciones de políticos de distinto signo, fundamentalmente nacionalista, para subrayar la importancia, ahora ya no científica, sino política, cultural e identitaria del descubrimiento, encabezados por la Presidenta de la Comunidad Foral, María Chivite, presente en la rueda de prensa de la presentación de la pieza. La mano de Irulegi (supuestamente) habría confirmado la remota antigüedad de los vascos como pueblo y arrojaría luz definitiva sobre la personalidad histórica de Navarra o el importante grado de alfabetización de los «vascones de aquella época» (sic), además de aportar argumentos esencialistas para la promoción social del euskera como legado milenario. Frente al peligro de establecer líneas de continuidad identitaria ahistóricas a partir de algunos elementos culturales sacados de contexto y sacralizados (la lengua en particular) conviene ser consciente tanto de la importancia de la inscripción como de las limitaciones del descubrimiento para ir demasiado lejos, hoy por hoy, en las conclusiones. Por ahora solamente se ha descifrado una palabra del texto y el resto presenta, al decir de los especialistas, serias dificultades para su interpretación; por otra parte, este texto único permite hablar de cierto grado de alfabetización, pero no ir mucho más allá; el hecho de utilizar una adaptación del signario ibérico remite al evidente carácter plurilingüe y pluricultural de la zona, como antídoto a concepciones identitarias esencialistas y estancas; los especialistas insisten en hablar de lengua vascónica, distinguiéndola cuidadosamente de la lengua vasca actual, con esa analogía con el latín y el castellano; etc., etc.
En fin, felicitémonos por el hallazgo, absténgase la clase política de utilizar la historia para fines espurios y dejemos trabajar a su ritmo al mundo científico.
Jonatan Pérez Mostazo, Antonio Duplá
(Historia Antigua, UPV/EHU)