Un fenómeno inquietante de nuestro tiempo

 

(Galde 23, 2019/invierno). Colectivo Mugalariak.-

El turismo constituye una actividad que, viniendo de muy atrás, ha eclosionado de manera espectacular en los últimos años provocando cambios y transformaciones en la vida de la gente que han cogido por sorpresa tanto a la ciudadanía como a los gobernantes, especialmente en lo que se refiere al turismo urbano. ¿Qué ha ocurrido para que un fenómeno que viene de lejos –el turismo- se haya transformado en muy pocos años en un asunto tan problemático y controvertido como la turistización?

Un fenómeno de creciente magnitud con causas múltiples y complejas.

Hasta la llegada del siglo XXI, el turismo constituyó una actividad en constante aumento, pasando de 25 millones de turistas internacionales en 1950 a una cifra de 680 millones en el año 2000 según datos de la OMT (Organización Mundial del Turismo). Sin embargo, ese crecimiento constante registrado a lo largo de medio siglo ha sido pulverizado en las dos últimas décadas. Así, entre 2.000 y 2.010 se pasó de 680 millones a 940 millones de turistas internacionales en el mundo (crecimiento del 23,5%). Y entre 2010 y 2017 se ha pasado de 940 a 1.322 millones, lo que representa un crecimiento del 40,6%, muy superior al registrado por el PIB mundial entre esas mismas fechas. Y la cosa parece ir a más, ya que a lo largo de 2018 las cifras han ido superando a su vez, ampliamente, los registros de 2017. En consecuencia, si se mantiene la tendencia, la previsión de 1800 millones de turistas para 2030 realizada por la OMT podría alcanzarse mucho antes de esa fecha.

Lo que este incremento representa en términos monetarios es aún más asombroso. Así, en las dos décadas comprendidas entre 1996 y 2016, el gasto mundial en turismo pasó de 460.000 millones de dólares a 1.400.000 millones en 2016, lo que supone un crecimiento de más del 300%, en 20 años y marca una tendencia que continúa, ya que a finales de 2017 esa cifra se aproximada ya a 1.600.000 millones de dólares.

¿Por qué ha sucedido todo esto? ¿Cómo explicar que un fenómeno que crecía de forma moderada –y hasta cierto punto controlada- se haya desbordado de esta manera? Todos los análisis realizados coinciden en apuntar tres factores principales, a los que además habría que añadir otros elementos de incidencia particular en algunas regiones o países. Estos tres elementos son:

– La emergencia de amplias clases medias en distintos países de Asia y América Latina, con poder adquisitivo suficiente para viajar, que han engrosado un fenómeno del que hasta ahora habían estado ausentes.

En las dos décadas comprendidas entre 1996 y 2016, el gasto en turismo de los países ricos (los comprendidos dentro de la OCDE) se multiplicó por dos, pasando de 360.000 millones de dólares a 720.000 millones. Pues bien, en ese mismo período, el gasto en turismo de los países de ingreso medio y bajo se multiplicó casi por diez, pasando de 61.000 millones a 514.000 millones de dólares, siendo muy destacado el papel jugado por China, y en menor medida por Rusia, Brasil, India, o México.

En los últimos años esta tendencia se ha hecho aún más acusada. Así, China ha pasado de un gasto total de 54.000 millones de dólares en servicios turísticos en el año 2010, a un gasto de 260.000 millones en 2016. Es decir, que las personas provenientes de ese país multiplicaron por cinco el gasto en turismo en apenas 6 años.

La resultante de todo ello es un incremento espectacular de la demanda de servicios turísticos por parte de sectores de la población que hasta ahora habían permanecido fuera de este mercado. Además, según apuntan muchos especialistas, gran parte de esa nueva demanda se ha dirigido hacia las ciudades, haciendo del turismo urbano una actividad en constante auge en unas y otras partes del mundo.

– La proliferación de ofertas de transporte a bajo coste –sobre todo aéreo-, que han abaratado los viajes y desplazamientos, y han permitido la entrada de nuevos operadores en un sector hasta hace poco restringido a un número relativamente limitado de compañías

A lo largo de las últimas dos décadas se ha producido un cambio radical en el sector de los viajes internacionales, generado en gran parte por la irrupción en el mercado de las compañías low cost. Como consecuencia de ello, el transporte aéreo se ha convertido en un medio asequible para un creciente número de personas, lo que ha incrementado la demanda de este tipo de viajes, fenómeno que, a su vez, ha provocado la aparición de una oferta cada vez más amplia. Todo ello en un mercado crecientemente liberalizado en el que el numero y tipología de operadores no ha hecho sino aumentar.

En efecto, según datos de Aviacion Economics reproducidos por El Periódico, el crecimiento de las aerolíneas low cost entre 2006 y 2016 fue muy elevado en todas las regiones del mundo, destacando el caso de América Latina, con incrementos del 41% para Suramérica y del 32% para Centroamérica, frente a incrementos de apenas el 5% y el 2% en esas regiones para el caso de las compañías convencionales.

Se trata además de un fenómeno que no ha hecho más que expandirse a lo largo de los últimos años, y que ha supuesto una considerable ampliación de la oferta de viajes y así como una importante reducción del precio de los mismos. Cada año se abren centenares de nuevas rutas aéreas, se incorporan millones de viajeros, y se reducen las tarifas, todo lo cual tiene un enorme impacto también en el sector turístico, permitiendo la oferta de paquetes asequibles a un mayor número de personas.

La vertiginosa expansión de las plataformas digitales de alojamientos turísticos que han incrementado notablemente la oferta existente –reducida hasta hace poco a establecimientos hoteleros de diversa naturaleza- y situándola en unos precios mucho más asequibles para la mayoría.

En efecto, desde que hace una década se crearan las primeras iniciativas de lo que dio en llamarse homesharing, el negocio de las plataformas digitales dedicadas al alquiler turístico no ha hecho sino expandirse a lo largo y ancho del mundo, con un modelo de crecimiento caracterizado por una fuerte concentración ya que dos grandes plataformas –Homeaway y Airbnb – se reparten casi todo el mercado. Para tomar una idea de la magnitud del fenómeno, podemos apuntar que Airbnb opera en 65.000 ciudades de 191 países. En el caso de España, existen alrededor de 200.000 viviendas turísticas gestionadas a través de Airbnb. De hecho, los propietarios de estas viviendas ya ganan más por noche que los establecimientos hoteleros En el caso de Barcelona, tras crecer un 171% en los últimos cuatro años, la facturación media supone un 30% más que la media hotelera.

El impacto de estos alojamientos sobre el crecimiento del turismo tiene pues una doble explicación: por una parte hace aumentar la demanda, sobre la base de precios más baratos que los que ofrece la industria hostelera tradicional. Y, por el otro lado, dispara también la oferta, al ofrecer elevadas rentabilidades a los propietarios de viviendas que deciden utilizarlas para este fin. Todo ello provoca una espiral que explica también, en muy buena medida, el espectacular boom del turismo –especialmente el turismo urbano- a lo largo de la última década.

La conjunción de estas tres dinámicas –incorporación de amplias capas medias de algunas zonas del mundo, auge de los viajes low cost, y crecimiento exponencial de la oferta de pisos turísticos- es la que ha generado el combustible necesario para alimentar una maquinaria que muchos perciben como imparable y/o incontrolable. La aparición de lo que algunos han llamado la nueva “clase media low cost” representa mejor que nada la combinación de estos tres factores, que han hecho que el turismo haya adquirido hoy en día una envergadura desconocida hasta el momento.

Un fenómeno de alcance y consecuencias imprevisibles, que es preciso estudiar y conocer

Un fenómeno de tal amplitud como el que hemos descrito de manera sucinta no podía pasar en modo alguno desapercibido. Tanto la magnitud de las cifras como el surgimiento de tensiones sociales y ecológicas en diversos lugares del mundo como consecuencia de la actividad turística, han hecho que aparezcan señales de alarma desde muy diferentes ámbitos. Así, desde las propias Naciones Unidas –que hasta ahora sólo habían subrayado los aspectos positivos del turismo- se lanzaba hace unos meses la siguiente pregunta: 1.800 millones de turistas para el 2030 ¿desastre u oportunidad?”, señalando que la respuesta a este interrogante dependerá de cómo se gestione el asunto. Es decir, se abre la posibilidad –hasta ahora negada- a que el crecimiento de la actividad turística se convierta en un grave problema si no se afronta con diligencia.

La sospecha de que nos encontramos ante un fenómeno sumamente problemático se refleja en numerosos trabajos e informes. No se trata aquí de resaltar sólo estos aspectos, pero sí de reclamar que los mismos sean tenidos en cuenta. Además, es necesario considerar que se trata de aspectos que afectan a la vida económica, a las relaciones sociales, y al equilibrio medioambiental. Refiriéndose únicamente al ámbito económico una plataforma de periodistas de investigación en Holanda publicaba recientemente un informe en el que se señalaba que “los beneficios económicos del turismo están sobreestimados, y los costes infravalorados” 1.

Por ello, se suceden en todas partes las llamadas a la cautela y a la necesidad de estudiar a fondo un fenómeno cuya evolución y consecuencias puede ser imprevisible, y sobre el que es necesario tomar decisiones antes de que acabe por desbordarnos. El propio WTTC (World Travel & Tourism Council), principal foro empresarial de la industria de viajes y turismo en el mundo, reconocía en su balance de 2018 que “sin una fuerte administración de destinos, las elevadas cifras de visitantes pueden crear presión adicional a los recursos locales y una infraestructura sobrecargada, Esto puede, a su vez, causar tensión entre residentes y turistas y, a veces, una experiencia degradada para los visitantes” 2.

Para poder interpretar lo que supone el turismo y la repercusión que el mismo tiene en muy diferentes ámbitos es preciso partir de una constatación: el turismo no constituye una actividad económica más y, en consecuencia, no puede analizarse el mismo como si así fuera. Por el contrario, la actividad turística genera una serie de tensiones e impactos en la vida social, económica, cultural, así como en el medio ambiente, que son claramente distintas de las que pueden plantearse desde otros sectores.

Durante mucho tiempo, en los análisis sobre el turismo han predominado aquellos puntos de vista que ponían el énfasis principal en su capacidad para contribuir al crecimiento económico, considerando para ello dos variables principales: la creciente participación del turismo en el conjunto del PIB, y su contribución a la creación de empleo. De esta forma, venía a analizarse el turismo como un sector económico más, reconociendo a veces su carácter estacional, pero poco más. Sin embargo, durante los últimos años el turismo ha comenzado a considerarse desde una perspectiva más amplia, y son muchos los estudios que subrayan su carácter singular, con impactos muy específicos, así como la necesidad de contemplar su dimensión transversal. Frente a quienes tratan de plantear el tema en términos de su contribución al crecimiento económico o a la creación de empleo, cada vez más voces reclaman la necesidad de considerar el amplio abanico de cuestiones que se ven afectadas por el turismo y que condicionan la vida económica de una ciudad: la vivienda, el comercio, las infraestructuras, la financiación de los servicios, y un largo etcétera de asuntos que tienden a obviarse desde aquellas visiones simplistas y reduccionistas. Y frente a la idea de una rentabilidad económica genérica, o expresada únicamente en términos monetarios, se plantea la necesidad de hablar de rentabilidad social, incluyendo en el análisis las desigualdades creadas como consecuencia de la apropiación y distribución de los beneficios generados, la financiación de las infraestructuras y servicios públicos utilizados por los turistas, la precariedad de gran parte del empleo generado, los problemas medioambientales causados, etc.

En estas circunstancias, el sector turístico no puede ser tratado como si fuera una actividad más, cuyas consecuencias pueden estudiase desde algunas variables convencionales como el empleo o el PIB generado, pues la misma genera un conjunto de externalidades que son claramente distintas de las que pueden producirse desde otros ámbitos de actividad.

Turismo, PIB y empleo.

A lo largo de las últimas décadas, la importancia económica de las actividades vinculadas al turismo –expresada en términos monetarios- no ha hecho más que crecer, lo que se ha traducido en un atractivo para muchas ciudades, regiones y países, que han depositado en esta actividad la esperanza de crear nuevas fuentes de riqueza y/o de empleo.

Según los últimos datos publicados por el World Travel and Tourism Council, la contribución de este sector al PIB mundial alcanzó en 2017 la cifra de 8,3 billones de dólares, lo que vendría a representar el 10% del total. En términos de exportaciones (dinero ingresado en los distintos países por los visitantes que provienen del exterior), dicha actividad supondría más de 1,5 billones de dólares, lo que representa casi el 30% de las exportaciones de servicios en el mundo y el 6,5% de las exportaciones totales (incluyendo tanto bienes como servicios). Para comprender la magnitud de estas cifras y lo que suponen como exponente del crecimiento del sector, baste recordar que, en 1997, los ingresos por turismo internacional representaron aproximadamente 0,45 billones de dólares. Es decir, que en tan solo dos décadas se habrían multiplicado por tres.

Y por lo que representa al empleo, cabe señalar que el sector turístico genera casi 120 millones de empleos directos y hasta 313 millones si se suman los empleos indirectos, cifra esta última que representa el 10% del total del empleo en el mundo. En el caso de España, el turismo supone más del 12% del empleo total del país.

Todo ello implica que el turismo constituye, efectivamente, una de las principales fuentes de ingreso y de creación de empleo en la actual economía globalizada, lo que hace que muchos gobernantes se afanen en promocionar esta actividad y muchos inversores vean en ella una buena oportunidad de negocio.

Sin embargo, el crecimiento del sector turístico no es inocuo. Por un lado, porque crece muchas veces a costa de otros sectores, provocando importantes cambios en la estructura económica, haciéndola más vulnerable a los vaivenes de la economía global. Y, por otra parte, porque el empleo creado tiende generalmente a ser precario y de baja calidad.

Empleos inestables, temporales y de baja calidad.

Según un informe de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), publicado en 2014, el sector turístico se caracteriza especialmente por crear empleos temporales, inestables, y a tiempo parcial; por sus bajos salarios en comparación con otros sectores; por sus horarios irregulares y antisociales, incluyendo turnos discontinuos, nocturnos, y de fin de semana; por sus reducidas posibilidades de desarrollo profesional; y por un aumento en la subcontratación que impulsa elevados grados de rotación del personal. O sea que, siendo cierto que las actividades turísticas generan empleo, también lo es que se sitúan a la cabeza de la precariedad laboral y el empleo de baja calidad que tanto empobrecimiento está creando en el mundo.

Las externalidades propias del sector turístico

Llegados a este punto, es preciso subrayar que, al margen de las cifras relativas al PIB o al empleo, el turismo es diferente al resto de las actividades económicas, pues impacta de manera directa en las formas de vida de la población local, y no sólo en la manera en que ésta se gana la vida. De este modo, las externalidades 3 generadas por el turismo son muy amplias y afectan a diferentes campos, lo que obliga a analizar esta actividad como algo transversal.

Es en este contexto, en el que ha surgido el concepto de turistización, como expresión de una realidad problemática, que afecta a cuestiones como la dificultad de acceso a la vivienda como consecuencia de la subida descontrolada de los alquileres, la transformación y el encarecimiento del comercio local, la saturación de algunos espacios públicos, las aglomeraciones en calles y plazas, el uso desmesurado de algunas infraestructuras, la precarización de las condiciones laborales de la gente, el sobrecoste de determinados servicios que son financiados por la población local, la banalización de los entornos urbanos y naturales, o el incremento de la contaminación. Es decir, de una situación que se caracteriza por una degradación de las condiciones de vida de buena parte de la población local. De hecho, comienza a hablarse de una “Gentrificación 4.0.”, caracterizada por generar “espacios urbanos tematizados, desprovistos de las mínimas cualidades básicas para el residente estable: comercio y dotaciones de proximidad, precios accesibles para la vivienda, o incluso unas condiciones mínimas de descanso” 4. Algunas aproximaciones al asunto han llegado a hablar incluso de “ciudades sin habitantes” para expresar la contradicción de unos ámbitos urbanos convertidos en parques temáticos en los que gran parte de la población local ha sido expulsada.

De entre los diversos impactos negativos producidos por el turismo, hay cuatro que suelen destacarse con mayor frecuencia y que tienden a provocar alteraciones muy significativas en la vida de las ciudades: los efectos sobre el comercio local, los efectos sobre la vivienda, los efectos sobre el medio ambiente, y los efectos sobre la cultura (incluyendo los hábitos y formas de vida de la población)

Turismo y comercio local

Uno de los efectos más conocidos de la masificación turística es el relativo a los cambios en el comercio local, los cuales afectan a la vida de la población. Es evidente que el turismo no es el único causante de este problema ya que la política seguida por las instituciones y las autoridades locales en un gran número de ciudades, favoreciendo la instalación y proliferación de grandes superficies, ha impactado de lleno en el comercio de proximidad y el comercio especializado, el cual ha visto descender bruscamente sus tasas de rentabilidad como consecuencia del desplazamiento de buena parte de las compras a las grandes superficies situadas normalmente en la periferia.

Ahora bien, el hecho de que el problema tenga raíces más profundas, no puede ocultar que, sobre todo en determinadas zonas de las ciudades, muchos locales destinados al pequeño comercio especializado han sido dedicados a otros usos relacionados con el auge del sector turístico. En ese contexto, la combinación de un comercio tradicional en franco retroceso -y cada vez más incapacitado para hacer frente al precio del alquiler de los locales en algunas zonas-, con el auge de diversos negocios de más alta rentabilidad dispuestos a pagar alquileres más elevados, resulta letal y, en algunas zonas, da como resultado una profunda alteración del mapa comercial y de servicios que, a su vez, impacta de manera significativa en las formas de vida de la gente.

Turismo y vivienda

La vivienda es otro de los grandes temas que se están viendo directamente afectados por el auge de las actividades turísticas y por las facilidades que, en general, vienen encontrando los propietarios de viviendas para dedicar las mismas a una actividad mucho más rentable que la del alquiler convencional. Además, la irrupción de plataformas de alojamientos turísticos ha generado nuevas oportunidades especulativas, lo que ha contribuido en parte a elevar los precios de las viviendas y muy especialmente los precios de los alquileres. Además, en lo referente a esta cuestión de la vivienda, la turistización enlaza con la gentrificación pero resulta más nociva en sus efectos “ya que sustituye a una población local por una no población, y además afecta mucho más rápido” 5.

Como ya se ha señalado anteriormente, las cifras globales relativas al auge de los alojamientos turísticos son enormes. Pero el problema, en lo que ahora nos ocupa, es que la gran mayoría de esas viviendas que se ofrecen para alquiler turístico lo son a costa de la oferta de alquiler residencial. Numerosos estudios realizados en diferentes ciudades atestiguan este efecto, desde que en 2016 se publicó el primero de ellos, referido a la ciudad de Nueva York 6. De hecho, el trastorno que genera el imparable aumento de la oferta de alojamientos turísticos sobre el mercado de alquiler, provocando la expulsión de miles de personas que no pueden acceder a una vivienda, constituye uno de los motivos principales de queja y desasosiego de la ciudadanía frente a la turistización.

Turismo y medio ambiente

Otro de los efectos no deseados provocados por la actividad turística es el relativo a los impactos sobre el medio ambiente en general, y los recursos locales en particular.

Los problemas generales provocados por la actividad turística sobre el aire o los océanos son la con secuencia del incremento exponencial de los viajes y el transporte ya mencionados anteriormente. De hecho, el transporte representa el 70% de las emisiones contaminantes producidas por el sector, en gran parte generadas por el transporte aéreo, si bien no es nada desdeñable la contaminación generada por otros medios que, como los grandes cruceros surcan por miles nuestros mares y océanos (más de 27 millones de pasajeros en este tipo de barcos durante 2017).

Pero también a escala local se producen impactos sobre los recursos al tratarse muchas veces de ámbitos que sufren una presión excesiva, debiendo sostener a mucha más gente que la que son capaces de soportar e incrementando notablemente la huella ecológica de algunas ciudades. Además, el coste que ello genera, en términos de inversiones en abastecimiento y depuración de aguas, gestión de residuos, limpieza de calles y de playas, y un largo etcétera, acaba siendo casi siempre sufragado por la propia población local, tenga o no intereses específicos en el sector turístico.

Turismo y cultura local

Finalmente, un cuarto aspecto especialmente relevante que tiene que ver con el auge de las actividades turísticas y su masificación, es el relativo a la cuestión de la cultura y las formas de vida locales. A este respecto, se viene insistiendo en los últimos tiempos en la pérdida de identidad de muchas ciudades que han visto como, a través del turismo, se desdibujaba buena parte de su cultura y sus formas de vida.

La vida de las ciudades –y sobre todo la de sus barrios- la sustentan vecinos y vecinas que se conocen, que comparten inquietudes y anhelos, que tienen formas específicas de divertirse y de asociarse, que establecen relaciones de confianza que les llevan a preocuparse unos de otros, que tienen unas tradiciones, una cultura y una lengua comunes. La turistización tiende a provocar una desnaturalización de las ciudades, de sus tradiciones y de sus formas de vida, convirtiendo la cultura local en foco de atracción o de curiosidad de los foráneos, distorsionando la misma a la vez que se mercantiliza, y acabando por destruirla parcial o totalmente.

Basta de planteamientos ingenuos: con la masificación turística unos ganan y otros pierden

Pasa con todas las actividades económicas, pero con el turismo se cumple de manera muy especial, ya que la lista de afectados o damnificados –directa o indirectamente- por la masificación turística es muy grande. Además, los efectos del turismo se cuelan por todos los intersticios de la vida de las ciudades, acabando por afectar a zonas y actividades que, en principio, no parecían estar en contacto con este fenómeno.

Por eso, cuando se habla de los “beneficios que aporta el turismo” a una ciudad se obvia que no son beneficios para todos sus habitantes, ni siquiera para la mayoría en muchas ocasiones. El turismo genera ganadores y perdedores, y reconocerlo tiene al menos dos consecuencias:

La primera en que la gestión del turismo desde las instituciones obliga a enfrentarse a intereses contrapuestos que, demás, en el caso del espacio urbano tienen especiales características. Sin embargo, las instituciones han tendido a situarse generalmente del lado de los ganadores, vendiendo el discurso de que todos ganábamos e ignorando o tratando de minimizar las quejas de otros sectores descontentos con el auge indiscriminado del turismo y todo lo que le rodea.

Y la segunda es que el turismo provoca un conflicto, que no es tanto entre turistas y población local, sino especialmente entre distintos sectores de la población local. Si llegan muchos turistas a una ciudad es porque distintos sectores de la misma promueven esa llegada y se benefician con ella, desarrollando actividades económicas que se basan en la turistización. Además, es preciso tomar conciencia de que no estamos hablando ya solo de grandes cadenas hoteleras o de restaurantes de lujo, sino de un sinfín de medianas y pequeñas actividades relacionadas con el turismo y el ocio, promovidas muchas veces desde emprendedores individuales y que, en ausencia de otras alternativas, ven el turismo una oportunidad de subsistencia.

Nos encontramos pues ante un fenómeno que genera –aunque no se quiera reconocer- diversos conflictos entre unos y otros sectores de la población local. Y lo más grave es que una mala comprensión del tema hace que algunas personas dirijan su protesta o su animadversión hacia los turistas, dando aire a eso que ha comenzado a llamarse turismofobia, que no sólo desenfoca los análisis, sino que desacredita una fundada oposición a la expansión descontrolada de este tipo de actividades que pone en peligro la vida de nuestras ciudades.

 

Notes:

  1. Alternativas Económicas nº 69, julio-agosto 2018, pag. 48.
  2. WTTC: “Viajes y Turismo: impacto económico y asuntos globales 2018”, pag. 9.
  3. Se entiende por externalidades los efectos producidos por una actividad económica y que no son buscados expresamente por la misma.
  4. Alvaro Ardura y Daniel Sorando: “Qué es y porqué ocurre la gentrificación”, en Alternativas Económicas nº 60 (p. 45)
  5. Alvaro Ardura y Daniel Sorando: “Qué es y porqué ocurre la gentrificación”, en Alternativas Económicas nº 60 (p. 45)
  6. “The impact of Airbnb on New York’s City Housing Market” (http://mobilizationforjustice.org/wp-content/uploads/Shortchanging-NYC.pdf)

Un mundo en cambio, Iñaki Gabildondo | STM Galde

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