Galde 24, udaberria/2019/primavera. Jason & Argonautas.-
I.- Vuelva Vd. mañana. El tiempo político corre cual río caudaloso y a tiempo pretérito. No han pasado dos Galde desde que celebrábamos un Ministro de Cultura que parecía saber de lo suyo y con disposición para la faena, cuando donde dije, digo, y ya no está. Sin presupuestos, muchas medidas enunciadas se quedan a remojo en espera de otro chef que las cocine. Justo ahora que el jibarizado presupuesto cultural iba a subir un 10% en beneficio del cine, los museos, las industrias culturales y otros sectores maltratados por el PP.
Ni derogación de la Ley Mordaza para tranquilidad de bufones sarcásticos convertidos en terroristas de chiste, ni Ley de Mecenazgo, ni reforma del Instituto de las Artes Escénicas y de la Música, ni bajada del IVA para el libro electrónico, ni cobro de derechos de autor compatible con la pensión de los creadores, entre otras muchas medidas que quedan vagando en alguno de los círculos celestes que van del anteproyecto de ley al limbo de los justos. Menos mal que el augusto Senado ha estado al quite y ha asegurado el apoyo a la tauromaquia y la caza, «tradiciones de España».
II.- Ya era hora. También el gaitero de la SGAE del que les hablábamos en el anterior Galde, se ha ido con la música a otra parte. Ahora manda la soprano Pilar Jurado, que es de esperar que afine y sujete bien los gallos en su corral. En este tiempo, la dichosa sociedad de autores ha dado más titulares que el fútbol. Que si el Congreso le pincha «la rueda» de la música nocturna, que si Hevia tenía «conflicto de intereses» con el asunto, que si los socios tumban los estatutos de la sociedad, que si los unos denuncian a los otros por evadir impuestos, que si el Ministro se cabrea y pide a la Audiencia Nacional que la ya absolutamente desprestigiada sociedad sea intervenida judicialmente. No es causa menor que su abogado y responsable de Relaciones Internacionales esté siendo investigado por plagiar su tesis doctoral a otros juristas, defensores, a su vez, muchos de ellos de personas demandadas por la propia SGAE por piratería.
Al final, moción de censura, presidente depuesto y sociedad intervenida. Es todo por el momento. Seguiremos informando.
III.- Despacito. Los museos son templos marmóreos del arte serio con vocación de inmutable eternidad. Fuera de ellos se sitúan el ruido y la furia del arte, las prisas por alcanzar alguna notoriedad y, de paso, hacer caja. Verbigracia, los creadores de la escultura Carne de Vulva en Granada, un demonio en Segovia prohibido por un juez, el «ninot» de Felipe VI en Arco, o el Porsche pilotado por Buda, Krishna y Jesucristo de la expo The Plastic Religion. Cosas que dan que hablar.
Sin embargo, este equilibrio secular dentro-fuera, se tambalea. El tenaz tiempo presente agrieta los recios muros museísticos y se cuela por los resquicios. Dentro ya se debate sobre paridad, transparencia y otras correcciones políticas, pero con orden y prudencia. Algunos expertos, -quizás expertas-, piden compromiso con la igualdad de género. El Reina Sofía ha tomado nota: un 35% de sus nuevas adquisiciones es obra creada por mujeres. Será por convicción o por si el patriarcado colgado en sus paredes pasase de moda. El Prado se ha limitado a sacar de sus sótanos un cuadro de Artemisia Gentileschi, para que se sepa que lo tiene. El Louvre ha buscado otra ruta a lo femenino. Acaba de batir un récord histórico de visitantes. Más de diez millones han ido a ver el lugar en que Beyoncé y Jay-Z rodaron el videoclip de su tema Apeshit con La Gioconda, la Venus de Milo y la Victoria de Samotracia de telón de fondo.
Macron, ese presidente al que tanto gusta ir de guay, ha encargado un informe que postula la devolución del arte expoliado por el colonialismo en África. Los museos hacen cuentas y si suman la restitución prometida hace 20 años de las obras robadas por los nazis, no ven claro qué quedaría en sus paredes. El trauma los paraliza.
IV.- Inamovible. Los museos baten récords. Incluso el Valle de los Caídos ha aumentado en un tercio sus visitas. Heráclito, aquel filósofo griego ingenuo y progresista, sentenció que «todo cambia, nada es» y que «nadie se baña dos veces en el mismo río». Desconocía que hay charcas fétidas que desafían las leyes del tiempo. Las habitan los muertos vivientes, que como en los films de terror, no mueren ni aunque les claves una estaca en el corazón. Dijo también Heráclito algo así como que «la vida de los inmortales es nuestra muerte».