Dos debates sobre la Renta Básica Incondicional

 

Aunque todavía no hemos comenzado la recogida de las 10.000 firmas, en cuatro meses, a que nos obliga, como mínimo, la actual Ley de la ILP del País Vasco (estamos a la espera de que la Junta Electoral nos apruebe el modelo de firmas telemáticas), el grupo de personas que apoyamos esta iniciativa llevamos más de seis meses trabajando en ella. Una de las tareas que, en mi caso, más me está ocupando, es la de dar charlas, realizar entrevistas y escribir artículos. El resultado de todo ello, es que vengo comprobando que se han producido cambios en los contenidos y motivaciones que venían siendo tradicionales en los debates sobre la Renta Básica Incondicional (RBI) a los que estaba acostumbrado.

Galde 33 uda/2021/verano. Iñaki Uribarri.- 

No pretendo entrar en la etiología de los cambios que estoy percibiendo en los términos de las discusiones y polémicas a las que me está tocando asistir. Sinceramente, tampoco sabría hacerlo con fundamento, por lo que me basta, por ahora, comprobar por dónde van estos cambios, y qué efectos pueden tener para quienes venimos peleando desde hace muchos años por la implantación de la RBI. Empezaré por la segunda de las cuestiones que acabo de citar en el párrafo anterior, porque me parece más propositivo y saludable hacerlo así. El año pasado, con la explosión de la pandemia del Covid 19, asistimos a una eclosión de la aparición en los medios de la RB. En ese sólo año, es posible que se hablara tanto de la RB como se había hecho, desde que, a mediados de los ochenta del siglo pasado, los dos profesores de la Universidad de Lovaina, Philippe Van Parijs y Jean van der Veen, publicaron su provocador librito sobre la RB, titulado: Una vía capitalista al comunismo, y al que tuvimos acceso en castellano, en 1988, a través de los números 46-47 de la revista Zona abierta.

Más allá de la consideración que se pueda tener de los y las nuevas y nuevos conversos y conversas a la idea de la RB ante los efectos de la pandemia, en buena parte bastante catárticos desde el punto de vista civilizacional, con lo que yo me quedo son con las siguientes razones que han permitido que a la RB se la considere socialmente como una medida de política económica y social mayor de edad:

1) La RB ya estaba ahí, como propuesta de política económica y social, muy sólidamente sustentada en buenos argumentos y algunas experiencias piloto que se estaban propagando por ciudades radicadas en países de varios continentes.

2) Los remedios tradicionales para contener la pobreza y la exclusión, fruto de la crisis económica agudizada a raíz de la pandemia, pero cuyo surgimiento era bastante inevitable e inminente, se habían manifestado ineficaces por una gestión burocrática, timorata y cortoplacista, basada en el inquebrantable principio de condicionalidad.

3) Las fronteras de conceptos normativos que siguen sustentando los pilares del sistema capitalista en el que vivimos se están moviendo. En ocasiones, como la de esta coyuntura de crisis, de forma acelerada y confusa. Me refiero a ideas como el trabajo y, sobre todo, el empleo, la reciprocidad, unida a la condicionalidad, las causas de la pobreza, y de su anverso, la riqueza, etc.

Así como los puntos 1) y 2) considero que han venido para quedarse, sobre el 3) no tengo ninguna claridad. Si algo nos ha enseñado el capitalismo, a lo largo de su corta historia de dos siglos y medio, es su capacidad de adaptación y cooptación de las más variadas ideas que se le han enfrentado, sin que el efecto que el proceso de metabolismo social que ha tenido que llevar a cabo para ello haya cambiado las bases de su existencia.

DEBATE FISCAL.- Lo llamo así, en lugar de debate sobre la financiación de la RBI, porque creo que, en lo fundamental, la cuestión de si la implantación de una RBI es posible sin que reviente el presupuesto público, e incluso los cimientos económicos de las sociedades en que vivimos, pertenece al pasado. Eso no significa que, en ocasiones, no nos veamos sorprendidos por informes de servicios de estudios de bancos o de think tanks, que siguen intentando demostrar la inviabilidad financiera de la RBI. Lo hacen como una operación de confusión, sabiendo que puede hacer daño (cada vez menos) a la idea de la RBI, arriesgando poco su prestigio profesional, dado el poder de quien les avala y les paga.

En estos momentos, yo diría que las bases de un acuerdo entre quienes defendemos la gran utilidad que han tenido las investigaciones de la última década y media de Jordi Arcarons, Lluís Torrens y Daniel Raventós, basadas en una reforma radical del IRPF como vía fiscal para financiar la RBI, y quienes consideran problemático utilizar sólo esta vía y proponen un debate de reforma fiscal más amplio, están servidas. Sus principales bases serían las siguientes:

1) Se necesita llevar a cabo una reforma fiscal de mucha envergadura y muy radical, puesto que para financiar la RBI se necesitará entre un 2% y un 3,5% del PIB, en función del espacio en el que se pretenda implantar la RBI.

2) Este coste presupuestario es perfectamente asumible por la economía de la CAPV o del Reino de España, ya que nuestra presión fiscal está entre el 5% y el 6% por debajo de la media de los países de la UE. Además, permitiría contar con una cantidad similar a la que se necesite para la RBI para el resto de gastos sociales que, evidentemente, también están infrafinanciados.

3) Las características de esa reforma fiscal habrá que ponerlas sobre la mesa, pero el consenso tiene que descansar en su ambición en todos los terrenos en los que el retroceso de la fiscalidad ha sido inmenso y largo en el tiempo, como lo está siendo el protagonismo del neoliberalismo. Sin una reforma fiscal muy ambiciosa ni tendremos RBI, ni mejora en los derechos tradicionales del estado de bienestar.

DEBATE SOBRE EL EMPLEO.- Los defensores de la RBI le hemos dado siempre una gran importancia a la desmitificación del empleo. Lo hemos hecho porque era necesario que el empleo dejara de ocupar la función de columna vertebral de nuestras sociedades, que soportaba, de una u otra forma, todo el resto de partes que componen la sociedad. En nuestra opinión, esa desmitificación no era sino una deconstrucción de la idea empleo, que no pretendía otra cosa que poner la idea en correlación a lo que realmente es, y ha sido también en el pasado, el empleo. El empleo existe sólo desde que existe el capitalismo: es su criatura.
Los debates más duros con los defensores del empleo (o del trabajo, visto desde otro ángulo), yo los he tenido con personas de izquierdas. Tomaré una cita del artículo firmado por Mikel de la Fuente y Manolo Garí titulado «De rentas y trabajos en tiempos de crisis», que fue publicado en Viento Sur (21 de febrero de 2021):
El trabajo asalariado es una actividad inhumana, pero el trabajo en sí es inherente al ser humano. Es más, toda su relación con la naturaleza objetiva de la que es parte no se puede entender sin el trabajo como forma de interacción.

A continuación, tomaré otra cita, con la que me identifico plenamente y que va dirigida a la desmitificación antropológica del término trabajo. La cita está tomada del libro de José Manuel Naredo, Raíces económicas del deterioro económico y social (Editorial Siglo XXI), quien en el capítulo 7, dedicado a la «Revisión de la mitología del trabajo y la producción» dice:
Al igual de lo que ocurre con las ideas de producción y crecimiento, por lo común se olvida que la noción actual de trabajo no es una categoría antropológica, ni menos aún una invariante de la naturaleza humana. Se trata, por el contrario, de una categoría profundamente histórica, cuyo trasfondo metafórico se mantiene púdicamente oculto. El trabajo, como categoría homogénea, se afianzó allá por el siglo XVIII junto con la noción unificada de riqueza, de producción, y la propia idea de sistema económico, para dar lugar a una disciplina nueva: la economía.

Yo no creo en el pleno empleo, pero estaré dispuesto hasta a reivindicarlo, siempre que el empleo por el que se lucha sea digno. Para que hubiera pleno empleo digno sería necesario, como cuestión fundamental, un reparto del empleo basado en una reducción radical de la jornada de trabajo.

Mi diferencia radical con quienes defienden el empleo por encima de todo es que no permiten la implantación de una RBI que, sin embargo, en un orden normativo o ético, está por delante del derecho al empleo. Y lo está porque la RBI garantiza incondicionalmente el ingreso necesario para llevar una vida digna. Se tenga o no empleo.

Iñaki Uribarri. De la Comisión Promotora de la ILP por una RBI en la Comunidad Autónoma del País Vasco.

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