Galde 24, udaberria/2019/primavera. Kike Amonarriz Gorria.-
Las personas que trabajamos o militamos a favor de un futuro mejor para el euskera y la comunidad lingüística euskaldún, hemos utilizado reiterativamente estos últimos años la imagen de la encrucijada para ilustrar la situación actual de esta lengua. Una encrucijada en la que, a nuestro entender, debemos analizar el camino recorrido, romper inercias, renovar y reforzar estrategias e impulsar cambios.
Dentro del proceso de recuperación del euskera que comenzó en la década de los 60, hemos llegado a un cambio de fase que responde a una serie de factores de muy distinta índole. Por una parte, factores como la globalización y la mundialización del inglés convertida en lengua hegemónica, las corrientes migratorias o los nuevos sistemas de comunicación (Internet, redes sociales, plataformas…) están incidiendo a nivel mundial y han acelerado el riesgo de reducción de la diversidad lingüístico-cultural del planeta, han modificado las relaciones entre los idiomas, y han cambiado incluso el modo de usarlos. Hoy en día, la cuestión lingüística es un tema de preocupación y de debate en la mayoría de los países del mundo, y no sólo entre las lenguas minoritarias -prácticamente todas ellas en peligro de regresión e incluso de desaparición-, lo cual nos sitúa en un escenario internacional a la hora de buscar soluciones y alternativas.
Estos últimos años, por otra parte, han ocurrido cambios sustanciales en Euskal Herria y hay un importante consenso al afirmar que estamos en una nueva fase socio-política: el fin de ETA, la aparición de nuevos agentes político-sociales, la institucionalización de Iparralde o el cambio de Gobierno en Nafarroa son hechos que avalan esta idea. En general, podemos afirmar, que esta nueva situación ha propiciado unas condiciones en las que el tema lingüístico se puede abordar de una manera más abierta. Por ejemplo, Euskaraldia ha sido posible, en gran medida, por este proceso de cambio que está viviendo la sociedad vasca. Por el contrario, el fortalecimiento de tendencias involucionistas, fascistas y ultra nacionalistas a nivel estatal -con un discurso contrario a las políticas lingüísticas en favor de las lenguas minorizadas y/o minoritarias- suponen nuevas amenazas que se consideraban superadas. Todos estos aspectos, ahondan en la idea de que el euskera está en una encrucijada.
Pero, son sobre todo los factores lingüísticos y sociolingüísticos los que refuerzan esta idea. La describiremos con dos fechas y dos datos: el año 1981 la población infantil de la CAV matriculada en los modelos B y D no superaba el 25% y el número de niños y jóvenes menores de 25 años que sabían euskera no llegaba al 20%. Hoy en día en ambos aspectos se supera el 80%. En la CAV y en la zona vascófona de Nafarroa se está llegando a la universalización de la comprensión entre los menores de 25 años. Con lo cual, los márgenes de mejora con respecto a la matriculación en modelos euskaldunes, o al grado de conocimiento de euskera del alumnado, son muy estrechos. Podríamos decir, que en estos territorios y edades estamos cerca de tocar techo. Y esto quiere decir, por lo tanto, que la vía principal para mejorar la situación del euskera, es su utilización (incluso para mejorar el nivel de conocimiento). Es hora de superar las estrategias basadas en el paradigma del conocimiento y priorizar el paradigma del uso, tanto a nivel escolar, social o institucional.
Por otra parte, euskaltzales de Iparralde han utilizado también la idea de la encrucijada al referirse a la nueva situación que supone el tener por primera vez una Institución con competencias para desarrollar una política activa de revitalización del idioma. Y en Nafarroa, el nuevo gobierno y la discusión socio-política existente en torno al euskera y su oficialidad (para superar la zonificación actual), nos demuestran que estamos también ante la posibilidad de un cambio de fase, que va a estar totalmente condicionada al resultado de las próximas elecciones.
Como ejemplo, comentaremos que por primera vez en nuestra historia, la mayoría de los jóvenes de toda Euskal Herria que se están incorporando al mundo laboral, y la mayoría de madres y padres que van a tener su primer hijo han estudiado en euskera (en el modelo D). Y es aquí donde se plantean los grandes retos del futuro: ¿En qué lengua o lenguas trabajarán mañana estos jóvenes? ¿Esas madres y padres, utilizarán el euskera al hablar con sus hijos? Por los datos que tenemos la respuesta a esta segunda pregunta es más halagüeña que la que se refiere a la primera.
En esta encrucijada, podemos atisbar dos recorridos a seguir: si conseguimos que las nuevas generaciones mejoren ostensiblemente los niveles de uso del euskera, tanto en ámbitos privados, como en el mundo laboral, el euskera avanzará hacia la situación de las lenguas medianas europeas, pero si no hay una mejora notoria en esos niveles de uso, la generación posterior observará que la gran mayoría de sus padres y madres saben euskera pero no lo utilizan, y preguntarán, para qué están aprendiendo o estudiando en una lengua que no se utiliza. Esta vía nos llevaría a la dramática situación que vive actualmente el irlandés gaélico.
Euskaraldia ha sido una excelente herramienta para mostrar y comprobar cuales pueden ser algunas de las “palancas” que se deberían de utilizar para que el euskera pueda salir de esta encrucijada. Resaltaré las tres que a mi juicio son más importantes: la colaboración y el trabajo conjunto entre el movimiento social y las instituciones superando antagonismos y desconfianzas pasadas, la activación y el empoderamiento social y el impulso y la potenciación de políticas lingüísticas, centradas en el uso.
Dentro de los grandes retos que el euskera debe de afrontar, como últimamente han señalado varias voces significativas del mundo euskaldún, está, por una parte, impulsar masivamente la utilización del euskera en el mundo laboral. Ello implica que las empresas, organizaciones y entidades de todo tipo rompan con las inercias de uso del castellano o del francés, y creen las condiciones necesarias que permitan que los trabajadores y empleados euskaldunes puedan trabajar en euskera, aprovechando las oportunidades que puedan ofrecer las incorporaciones de personas jóvenes. Para lo cual, sería de gran ayuda que los responsables o directivos no vascoparlantes (muchas veces mayores de 50 años), se impliquen e impulsen estos procesos de potenciación del uso. El próximo Euskaraldia de 2020 será una oportunidad de oro para dar un salto cuantitativo en este ámbito.
Por otra parte, es imprescindible impulsar la presencia del euskera en ámbitos informales y de ocio. En este contexto, creo que hay que reforzar y ampliar la oferta de servicios y productos existente, sobre todo la dirigida a la población infantil y juvenil. El euskera debería de convertirse, progresivamente, en lengua de uso normal y general en la mayoría de las actividades dirigidas a estos sectores de la población.
En este sentido, es también de crucial importancia tener una red de medios de comunicación en euskera adaptada a los grandes cambios tecnológicos y de difusión que vive el sector. Y, EITB, como pieza más importante y eje vertebrador del sector audiovisual vasco, debería adecuarse a esta nueva realidad sociolingüística superando el esquema de “un canal / una lengua”. Esto significaría dar absoluta prioridad a sus canales en euskera y visibilizar esta lengua en sus canales en castellano (es decir, bilingüizarlos).
En definitiva, pienso que estas próximas dos décadas van a ser claves para el futuro del euskera. Creo sinceramente que unas de las grandes aportaciones que Euskal Herria puede hacer al mundo, es llevar adelante con éxito el proceso de normalización del euskera, haciéndolo compatible con el respeto a su diversidad lingüístico-cultural y a los derechos lingüísticos de toda su población. Las numerosas comunidades lingüísticas del mundo que nos tienen como referencia y se inspiran en nuestro proceso de revitalización nos lo agradecerán.