(Galde 05, invierno/2014). Artes visuales: pensar, cuanto menos, mejor.
I.- El artista brasileño Ernesto Nieto presenta en el Museo Guggenheim una colección de obras para ser olidas y palpadas, además de vistas. Arte sensorial, orgánico, con piezas de enorme tamaño que remiten a serpientes amazónicas o a vísceras y úteros maternos. Es el suyo un arte divertido que habla de la armonía con la naturaleza y de la voluptuosidad blanda y orgánica del cuerpo humano. Se intuye la alegría del carnaval y la samba carioca. Hasta aquí, nada que no sea imaginable en la diversidad de propuestas de una programación de arte contemporáneo: mientras que unas destilan conceptos, otras rezuman ganas de vivir. Lo que ya resulta menos habitual es que el artista recomiende una determinada actitud para disfrutar de su obra. La mente miente, dice Nieto, el cuerpo es más honesto. Quiero que aquí se deje de pensar. Pienso que no pensar es bueno, concluye el artista en abierta contradicción consigo mismo.
II.- No pensar tal vez sea un buen consejo aplicable en ocasiones con tal de que no se convierta en vicio, pero es difícil de llevar a la práctica. Ya les gustaría no pensar a los artistas y galeristas que han acudido a ese cada vez menos glamuroso escaparate de vanidades que es ARCO, la feria de arte contemporáneo de Madrid. Los más optimistas habrán ido creyendo que la bajada repentina del IVA para la venta de obra de arte, les animaría el menguado negocio. Ni por esas. Dura poco la alegría en la casa del pobre, es un decir. No solo han vuelto a constatar que los ricos gastan ahora en otras cosas, que las instituciones ya no compran y que las clases medias no están para dispendios, sino que la presunta rebaja del IVA ha sido una verdadera chapuza. Solo se ha bajado al 10% la transacción entre el artista y la galería, con lo que esta ha de cobrar el 21% a su clientela, o repartir la repercusión del impuesto entre ambos, con lo que quedaría en un 15,5%. Un lío morrocotudo que ha desconcertado y cabreado a los frustrados aspirantes a vendedores. Como era de suponer, no ha acudido a la cita madrileña la jequesa de Catar, esa princesa de nombre larguísimo que es capaz de pagar sin despeinarse 106 millones de euros por un tríptico de Bacon.
III.- Si el negocio galerista no levanta cabeza, tampoco les va mejor a los museos. Hemos vivido una época de esplendor en la que acudir a las grandes exposiciones era de buen tono, aunque el arte no fuese quizás lo más importante. Para satisfacer a esta clientela, y de paso justificar el cargo de quien tomaba la decisión, todas las ciudades se dotaron de su correspondiente museo de arte contemporáneo. Pero con estas depresiones, la económica y la anímica, el público anda mohíno y ya no se anima. Todos los museos, excepto el Reina Sofía de Madrid, han sufrido mucho este año para atraer al público, dice Daniel Castillejo, del Artium vitoriano que ha perdido el 18% de visitantes en 2013. Peor le ha ido al Bellas Artes de Bilbao, que a falta de muestras de gran tirón popular, ha bajado un 35%. El dinero no daba para programar artistas estrella. Del número de visitantes al museo Balenciaga, ni hablamos. El caso del Reina Sofía es de reseñar: su director lleva años predicando y practicando nuevos conceptos museísticos, pero el éxito del año lo ha logrado con la exposición de Dalí, ese artista tan discutido del que Orwell dijo que era un buen pintor pero un ser humano repugnante. En cualquier caso, una concesión a los gustos, por lo que se ha visto, mayoritarios. En esto de los museos nadie se libra de darle vueltas: unos han de pensar por qué no acude el público y otros por qué lo hace.
IV.- A quien le gustaría no pensar en museos, pero no va a tener más remedio que hacerlo, es al alcalde de Bakio. La Fiscalía ha abierto una investigación a partir de una denuncia que acusa al alcalde y a cuatro empresas de malversación, fraude, tráfico de influencias y alteración de precios en concursos y subastas públicas. ¡Ahí es nada! Todo para que el pueblo, por cierto el más endeudado de Bizkaia, contase con un museo dedicado al Txakoli. La oposición acusa al alcalde de haber pagado más de medio millón de euros y de haber autorizado sobrecostes en una obra que no se ha concluido. La cosa viene de 2007, cuando se decide la construcción de Txakoligune, un indiscutible foco de atractivo turístico para la localidad y sus alrededores. La cosa cierta es que aunque el edificio está acabado desde hace tiempo, la disputa sobre la limpieza de los procedimientos administrativos lo mantienen cerrado al público. A la vista de otros precedentes, quizás sea mejor así, al menos no se incrementan los déficits de funcionamiento. Lo que es digno de mención en este caso es cómo se ha financiado el nonato museo. En esos cambalaches que suelen ser las negociaciones parlamentarias para la aprobación de los presupuestos, el PNV le sacó al gobierno de Zapatero 4,6 millones, la práctica totalidad del coste de la obra del mencionado museo.
V.- Los que parece que sí piensan con sensatez son los vecinos del barrio de Romo, en Getxo. Se han echado a la calle porque el Ayuntamiento construye un Aula de Cultura de cinco plantas con un coste de ocho millones de Euros. Les parece excesivo, ellos la quieren de solo tres plantas y sin revestimiento de acero corten, elemento simbólico que, según los arquitectos, evoca los acantilados del municipio. Solo quieren lo que viene a ser propiamente un aula de cultura, sin pamplinas ostentosas.