Bosques y humanos

 

Galde 34, udazkena/2021/otoño. Jon Hidalgo.-

Hace aproximadamente 12.000 años tuvo lugar en el Próximo Oriente el inicio del Neolítico, un momento crucial para nuestra especie caracterizado principalmente por el inicio de varios procesos simultáneos: la “domesticación” de animales y vegetales básicos para nuestra alimentación, la sedentarización y una larga serie de cambios sociales y tecnológicos que determinaron la especie humana que hoy conocemos. Pero esos cambios también provocaron el inicio de dos efectos menos tratados: un incremento demográfico hasta entonces contenido por lo limitado del acceso a los recursos y la consecuencia de un evidente y progresivo deterioro ambiental, acelerado ya de forma definitiva y puede que irreversible, hace aproximadamente dos siglos con el inicio de la Revolución Industrial.

Se estima que en el inicio el Neolítico la población mundial (de seres humanos, se entiende), rondaba los 10.000.000 de habitantes, apenas un millón mas que Londres a dia de hoy. Pues bien, en breve alcanzaremos los 8.000.0000.0000 de habitantes sobre la tierra: las cuentas son sencillas, hemos multiplicado nuestra población por 800.000 en 12.000 años. Esta por ver que alcanzar semejante población sea sinónimo de que seamos una especie con éxito desde el punto de vista biológico: conocemos desde hace tiempo la desaparición histórica de numerosas culturas por crisis ambientales motivadas por la desaparición de los bosques y el crecimiento desmesurado de sus habitantes. ¿Volveremos a tropezar con la misma piedra?

Estos números y el retrotaernos tan lejos une dos ciencias que en muy pocas ocasiones tendemos a relacionar: historia y ecología. Sin embargo, es comúnmente aceptado que la situación ambiental actual tiene un protagonista modificador (nosotros, los humanos) y que para saber como hemos llegado hasta aquí hemos de tener en cuenta nuestro recorrido en este pequeño tramo histórico de 12.000 años.

Pero tranquilos, vamos a dar un buen salto hasta la actualidad, y vamos a dejar de lado nuestra apasionante historia para centrarnos en nuestra casa y en su necesario y urgente cuidado: no olvidemos nunca que el termino ecología significa en griego “estudio de la casa”.

Ese brutal incremento demográfico que hemos mencionado tuvo su base en nuestra creciente capacidad para la obtención de los recursos que nos ofrecía la naturaleza: ganadería, pesca, agricultura, minería …. Y casi todo ello lo ha sido gracias y a costa de un mismo ecosistema: el Bosque.

Expuesto lo anterior parece que el silogismo es evidente. Y es que lo es. Para aumentar población exponencialmente ha sido necesario aumentar, en la misma medida o mas, los suelos disponibles para desarrollar sistemas cada vez mas intensificados que nos provean de alimentos. Y ese aumento de superficie apta para el sistema que hemos elegido para nuestro desarrollo tiene un claro perdedor. El Bosque. Bueno y, aunque no parezca que nos demos cuenta todavía, nosotros.

Solemos recordar con facilidad, en nuestra obsesión por lo tangible y lo inmediato, que el Bosque nos ha provisto de madera para combustible y construir nuestras casas, barcos, carros o herramientas, de carne y de frutos pero solemos olvidar que Él, y ha necesitado para ello miles de años, ha generado un suelo que usamos para producir nuestros alimentos en ese proceso de colonización ambiental iniciado hace 12.000 años. Finalmente, y en premio a sus servicios prestados, lo hemos desalojado y ocupado de forma irreversible.

Es curioso constatar como el ser humano lleva miles de años luchando contra el Bosque, un ecosistema que nos lo ha dado todo y que ni siquiera somos capaces desde las actuales tendencias antropocentristas y aun desarrollistas (desarrolladas institucionalmente bajo epígrafes vacíos de contenido en muchos casos como desarrollo sostenible, servicios ecosistémicos o soluciones basadas en la naturaleza) de proteger, conservar y restaurar.

¿Y qué es lo que podemos o debemos hacer ante esta situación? Pues, obviamente, todo lo descrito con anterioridad parece que desemboca en un nuevo silogismo: tenemos que decrecer con urgencia. Cuando hablamos de decrecimiento lo hacemos sobre una tendencia de pensamiento que apenas tiene 50 años de vida y que, en definitiva y como resumen, no fía nuestro éxito económico al continuo incremento del Producto Interior Bruto , tal y como a dia de hoy mantenemos pertinazmente, sino a que seamos capaces de seguir existiendo sobre el planeta después de considerar que el ritmo actual es a todas luces insostenible. Lo cual ya debería ser suficiente por si mismo. Los que trabajan con esta teoría, y los que creemos en ella, coinciden plenamente en una circunstancia: el decrecimiento llegara voluntaria o involuntariamente.

Bien, pues vamos a pasar de la teoría a la practica, entendiendo que este trayecto es dificultoso y en muchas ocasiones también incompleto, explicando que hace la Fundacion Lurgaia Fundazioa por nuestro protagonista: el Bosque.

La Cornisa Cantabrica, nuestro hogar inmediato en lo espacial, es tierra de bosques y eso se ha utilizado, después de una deforestación histórica e intensiva que finalizó a finales el siglo XIX, para convertirla en una de las reservas mundiales de producción de madera industrial.Y es que su clima oceánico (templado y humedo a lo largo de todo el año) coloca a esta biorregion como de las mas productivas a nivel mundial junto a países como Nueva Zelanda, Chile o la zona costera de China. Pues bien, en la Fundacion Lurgaia Fundazioa estamos empeñados en ir recuperando ese ecosistema tan nuestro y principalmente lo hacemos sustituyendo esas plantaciones de pinos y eucaliptos que una inmensa mayoría social no percibe como un problema. Y es que los arboles, sean quienes sean y estén donde estén, tienen un gran predicamento social.

A fecha de hoy hemos accedido a una superficie en torno a las 600 hectáreas para que sean bosques (800 campos de futbol será una equivalencia más comprensible por parte de mucha gente), hemos llegado a acuerdos con propietarios particulares y pequeños ayuntamientos para gestionar sus terrenos y hemos llegado a acuerdos de compra-venta con mucha gente. Todos ellos con un denominador común: es hora de cambiar y yo voy a empezar a hacerlo de forma responsable, haciendo lo que puedo y renunciando a una posible renta (que implica continuar plantando especies exóticas para obtener recursos tangibles y clásicos) en favor del bien común.

¿Pero como conseguimos plantar decenas de miles de arboles cada año? ¿Como obtenemos la financiación para comprar tierras, para comprar arboles o para contratar personal? Pues la respuesta implica admitir un principio: no podemos cambiar un sistema global (que solo es el sistema actual) sin utilizar una mínima parte de él. Esta forma de trabajar también implica otra máxima: el movimiento ecologista no puede, o no debe, utilizar la protesta y la trinchera como única herramienta para cambiar el mundo y debe dar un paso adelante hacia formas de trabajo mas proactivas. Así es que las herramientas para poder acometer semejante tarea pasa por la búsqueda de la implementación de una serie de herramientas y medidas que llegan a todos los estamentos de nuestra civilización: la gente de a pie a través del voluntariado y de sus aportaciones económicas, el sector empresarial (con un lógico código ético por parte de nuestra entidad) y las administraciones mas cercanas.

Todo sea por empezar cuanto antes porque, tal y como dice un proverbio chino “el mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años, el segundo mejor momento es ahora”.

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