Galde 46, Udazkena 2024 Otoño. Jesús Casquete.-
En los mentideros políticos de la capital alemana se daba por descontado desde hace tiempo el surgimiento de una nueva formación política de izquierda como escisión de Die Linke; la única duda era el momento en que se iba a producir. La incógnita se despejó en enero de 2024, cuando cristalizó la Alianza Sahra Wagenknecht. Razón y justicia, BSW. Era la culminación de una intensa y continuada campaña en redes sociales y en conferencias públicas por parte de su lideresa. Con dos comicios electorales a la vista, el momento elegido era propicio. Las elecciones europeas de junio de 2024 ofrecieron el primer trampolín. Con el 6,2% de los sufragios y seis escaños, la cita fue todo un éxito, consiguiendo ser la tercera fuerza más votada en el este del país (y quinta en el conjunto), tras Alternativa por Alemania (AfD) y los conservadores de la CDU/CSU. La segunda coyuntura propicia fueron las elecciones regionales en tres Länder del este en septiembre de 2024, en Turingia (15,8% de los votos, tercera fuerza por detrás de la AfD y CDU), Sajonia (11,8% y tercera fuerza tras la CDU y AfD) y Brandemburgo (en el momento de redactar estas líneas aún no se han celebrado los comicios, pero los sondeos apuntan a la BSW como tercera o cuarta fuerza). El futuro a medio plazo en la República Federal parece, pues, perfilado: BSW se abre paso como referente a la izquierda de la socialdemocracia, condenando de paso a la irrelevancia a Die Linke.
La denominación de la nueva formación resulta ilustrativa del perfil que quiere marcar. Por empezar con el principal, Alianza Sahra Wagenknecht: con independencia de su orientación ideológica, las formaciones políticas surgidas en Europa en las últimas décadas han renunciado a la etiqueta de “partido”, pero ninguna en el espacio de izquierdas ha surgido como un proyecto tan personalista. A diferencia del nacionalpopulismo (recordemos, por ejemplo, la Lista Pim Fortuyn en Holanda), articular un proyecto político alrededor de un líder fuerte resulta una práctica anómala en el espacio progresista. El complemento de la rúbrica principal no es menos elocuente de su idiosincrasia: Razón y justicia. Precisamente en el resaltado de la razón, con su evocación al proyecto ilustrado, encontramos pistas relevantes sobre el espacio que aspira a ocupar la nueva formación y, también, sobre la forma de persuadir a la ciudadanía de la deseabilidad de sus propuestas. Su proyecto pivota sobre “el retorno de la razón a la política”. Se diría que es un intento de competir con la AfD en torno a los mismos temas, entre ellos, tal y como veremos enseguida, la migración y el medio ambiente. La BSW ofrece un socialpopulismo que denuncia la “burbuja de Berlín” donde su némesis, la AfD, habla de “elite”.
Wagenknecht etiqueta su proyecto como “conservador de izquierda”: “social y políticamente, estamos en la izquierda, pero en términos socio-culturales queremos llegar a la gente donde está, no intentar convertirlas sobre cosas que rechazan”. ¿Y qué rechaza la gente, según la BSW? Un repaso a sus documentos programáticos y programas electorales arroja luz sobre las columnas vertebrales de su diagnóstico. En primer lugar, entienden que la gente se opone a la injusticia social. Su propuesta pasa por impedir que unos pocos se embolsen los beneficios del producto social mientras que el grueso de la población se esfuerza (cada vez más personas con cada vez menor éxito) por llevar una vida decente gracias a su trabajo. En segundo lugar, apuestan por la resolución de los conflictos por medios violentos, lo que en la coyuntura histórica actual se traduce en un rechazo frontal a la intervención occidental en la guerra de Ucrania por razones de oportunidad, que no de principio: las sanciones a Rusia no habrían contribuido a reducir la demanda de energías fósiles, pero sí en cambio a encarecer su precio a una economía como la alemana que era altamente dependiente de su gas.
La irrupción de los “nuevos” movimientos sociales en las décadas de 1970 y 1980 indujo un enriquecimiento de la izquierda hasta llegar arribar a un rojo atravesado de verde y violeta. La BSW, en tercer lugar, marca distancias con cualquier intento de fertilización cromático. Esas demandas encajan en los “círculos urbanos académicos”, pero no entre la “gente corriente que solía votar a la izquierda”. La política de la identidad, incluyendo al feminismo, es un no-tema en sus programas. Las políticas energética y medioambiental, por otra parte, serían el ejemplo paradigmático de la arrogancia de los círculos privilegiados que encuentran su expresión política en el partido Los Verdes, pero que también habría contaminado a Die Linke. Su antiguo partido, critica Wagenknecht, “ahora quiere ser más verde que Los Verdes y copia su modelo”. Una política “racional” y “seria” en estos ámbitos pasaría por atender a las necesidades de la gente sencilla que aspira a reducir su factura energética y a poder conducir un coche que emite CO2 sin sentirse culpable por no poder permitirse uno eléctrico.
En política migratoria, en cuarto y último lugar, la BSW se rebela contra el discurso mainstream de la izquierda. El déficit demográfico obliga a Alemania a acoger inmigrantes, pero el flujo ha de ser gestionado de acuerdo a los intereses de los países de origen, del país receptor y de los y las inmigrantes. Frente a un régimen migratorio neoliberal de fronteras abiertas en el que cada persona migrante encuentre su encaje, la BSW propone una migración regulada que no perjudique las condiciones de vida de la población asentada ni detraiga recursos para otras necesidades sociales. Estas cláusulas nativistas no afectan al derecho de asilo de quienes se vean obligados a dejar atrás sus países por motivos políticos o religiosos. La BSW reconoce que la diversidad de culturas supone un enriquecimiento, pero solo en la medida que no desborde la capacidad de acogida y que los recién llegados se integren en la sociedad. La comunidad musulmana es la que mayores dificultades presenta a este último respecto, como probaría que se hayan ido consolidando “sociedades paralelas con marcado acento islamista, en las que el derecho y la ley imperan de forma limitada, se predica la scharía y los niños crecen en el odio a la cultura occidental”. Las áreas residenciales de las clases humildes, precisamente allí donde la vivienda, las escuelas y la infraestructura de todo tipo presentan mayores carencias, son las más afectadas por la migración. Frente a la acusación de xenofobia, la BSW esgrime argumentos de peso: entre sus dirigentes hay una notable presencia de personas de origen inmigrante. De los diez parlamentarios/as de su fracción en el Bundestag, al menos siete tienen raíces total o parcialmente extranjeras, cuatro proceden de países de confesión musulmana (incluida la propia Wagenknecht, de padre iraní) y dos han nacido fuera de Alemania. A modo de contraste: en la actual legislatura, un 11,7% de los parlamentarios en el parlamento federal tienen antecedentes migratorios (por un 26% de la población general). Por lo demás, los estudios demoscópicos muestran que la BSW resulta especialmente atractiva entre alemanes de origen turco.
El giro nativista de una formación política que enarbola la justicia social como principal bandera supone un giro inédito en la izquierda alemana. Su éxito en las elecciones europeas y las regionales en tres Länder del este del país y la expectativa de reducir a la irrelevancia a Die Linke en el corto plazo pueden imprimir un giro a las políticas migratorias en un campo progresista necesitado de ofrecer respuestas al desafío migratorio. Los análisis postelectorales de las elecciones europeas apuntan varias tendencias que, combinadas, ofrecen pistas sobre los posibles derroteros del campo progresista: 1) La fórmula que mayor aprobación encuentra en el electorado de la BSW es “Me gusta que al mismo tiempo apueste por más cuestiones sociales y menos migración”; 2) Después de la cuestión pacifista (léase: rechazo del apoyo occidental a Ucrania e, indirectamente, apoyo a la Rusia de Vladimir Putin), el segundo tema que más preocupa a su electorado es la migración; 3) El electorado de la BSW en las elecciones europeas se nutrió, por este orden, de antiguos votantes socialdemócratas y de Die Linke (más de la mitad de sus sufragios), seguido a considerable distancia de conservadores, liberales, nacionalpopulistas, verdes y abstencionistas. La BSW ha encontrado un nicho electoral con dos pilares, medio ambiente y migración, que están llamados a marcar la ruta para la reubicación de la izquierda alemana y europea.
Jesús Casquete.
Profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales en la UPV/EHU.