«La calle es nuestra: la transición en el País Vasco» (1973-1982)
Gaizka Fernández Soldevilla
Fotografías: Mikel Alonso
Editor: Mikel Toral 2015. 242 pp. 20 Euros
(Galde 12, otoño 2015). Raúl López Romo. Acaba de ver la luz un libro sobre la transición en Euskadi, publicado oportunamente a los 40 años de la muerte de Franco, tras los otros 40 años que duró su dictadura. Antonio Rivera y Santiago Burutxaga, dos protagonistas de aquellos años de intenso y acelerado cambio, firman el prólogo y el epílogo respectivamente. Ambos reconocen, cada uno a su manera, que su experiencia directa llegó hasta donde llegó, a un ámbito limitado, y que otra cosa es lo complejo de la realidad. Rivera, consagrado historiador aparte de testigo (y esta doble cualidad confirma que las cosas no son blanco o negro), escribe que, aunque entonces no lo vieran, «no estábamos solos (…) junto a los miles de entregados pasionales estaban también los no partidarios, los que habían defendido la dictadura…». Y Burutxaga remata la idea: «la mía es la transición de las trencas y las barbas, las primeras feministas y los puños en alto. Una de las muchas tribus. Antes de que se me olvide, es necesario confirmar que la mayor parte de la población estaba en otras cosas».
«La calle es nuestra» se nutre de las fotografías de Mikel Alonso y de los textos de un historiador, Gaizka Fernández Soldevilla, que nació en 1981, cuando la transición terminaba. Su relato, que calificamos como desapasionado (ya que sabemos que «objetivo» es una meta tan noble como imposible), es el complemento perfecto a la pasión que traslucen las imágenes de Alonso. El resultado, la combinación de palabras e instantáneas, es sumamente sugestivo, y lo es tanto para los jóvenes que quieren conocer los entresijos de un periodo hoy políticamente muy discutido, como para los veteranos que vivieron el momento y desean volver a asomarse a él por nostalgia, por ansias de saber más o para quejarse de que no aparece tal o cual episodio. Estos últimos lo van a tener difícil. El libro reúne un completo ramillete de temas en torno a una idea principal, la de que, pese a los deseos del que en 1976 era Ministro de Gobernación, o sea, responsable de las Fuerzas de Orden Público, Manuel Fraga, la calle había dejado de ser suya (o sea, de las autoridades del Estado) para pasar a estar en manos de la gente corriente. Una versión canónica terminaría la frase diciendo que la calle pasó a ser de la gente corriente que reclamaba y construía las libertades. Una versión más compleja e incómoda, como la de Fernández Soldevilla, remarca que, junto o frente a estos últimos, la calle también fue disputada por liberticidas diferentes a los franquistas y sus epígonos, esta vez al grito de «ETA mátalos» y barbaridades similares, y que su matonismo les terminó generando jugosos réditos en términos de control social. Pero sería injusto y erróneo decir, como se ha dicho no pocas veces, que el monopolio de los movimientos alternativos era de signo nacionalista vasco radical. No hubo tal monopolio, y menos para lo que tiene que ver con las primeras fases de la transición, en la segunda mitad de los setenta, sino, como queda reflejado en la obra, una relación compleja y conflictiva.
El ecologismo, el euskera, el feminismo, el mundo obrero, y también episodios oscuros, como el terrorismo o los abusos policiales; todo ello conforma la espina dorsal de este libro, primorosamente editado bajo la batuta de Mikel Toral, otro testigo inquieto, a cuya labor de promoción cultural debemos la aparición de este precioso (y honesto, en todas sus facetas) volumen. Dice Susan Sontag que «las fotografías procuran pruebas. Algo que sabemos de oídas pero de lo cual dudamos, parece demostrado cuando nos muestran una fotografía». Y más adelante Sontag añade que «en lo fundamental, tener una experiencia se transforma en algo idéntico a fotografiarla, y la participación en un acontecimiento público equivale cada vez más a mirarlo en forma de fotografía». Sumando ambas afirmaciones, diríase que las fotos de Mikel Alonso son pruebas rotundas, poderosamente evocadoras de una experiencia determinada, la de los revolucionarios de izquierdas que querían transformar el mundo y sus circunstancias; mientras los textos de Gaizka Fernández completan la panorámica aportando datos, diferentes puntos de vista, matices e interpretaciones generales sobre cada asunto, lo que no es sino la labor bien entendida de un historiador solvente. No queda más que felicitarnos por el hecho de que estos profesionales de talla hayan unido sus fuerzas para regalarnos (a cambio de 20 euros) ¡La calle es nuestra!