El fenómeno migratorio y la incomparecencia de la izquierda

 

Galde 46, Udazkena 2024 Otoño. Zakariae Cheddadi El Haddad.-

Anti-inmigración en las izquierdas

En los últimos meses, la cuestión de la inmigración ha empezado a ocupar un mayor espacio en la agenda pública. Debido, entre otras razones, a la difícil gestión política de la llegada de cayucos llenos de menores inmigrantes por la frontera sur de Canarias. En este contexto sociopolítico, el fenómeno migratorio irrumpe contundentemente en un momento político en el que los diferentes actores políticos, lejos de afrontar la multidimensionalidad y complejidad del fenómeno de la inmigración, se cierran en discursos y propuestas políticas sin contenido a largo plazo. No es para menos, puesto que España, tras el endurecimiento de las políticas migratorias en Grecia e Italia, se ha convertido en la principal frontera sur de llegada de inmigrantes en situación irregular. A pesar de estos cambios de profundo calado, la cuestión migratoria no ha sido de gran preocupación para nuestros partidos políticos. Excepto en determinadas campañas electorales o contextos polémicos de crisis migratoria, lo cierto es que la inmigración extranjera, ya sea por su escaso número en comparación con otros países europeos o por simple desinterés político, no ha formado parte del quehacer político de los dos grandes partidos, PSOE y PP. Sin embargo, la aparición de Vox ha sido suficiente para transformar este panorama político español, introduciendo una agenda política de carácter nativista y etnicista, donde la inmigración procedente de países musulmanes o africanos se demoniza y criminaliza constantemente.

Ante este contexto, la izquierda política española (desde el PSOE hasta Sumar, pasando por Podemos y las izquierdas nacionalistas), se ha posicionado en firme, tildando a la derecha radical de fascista, racista, xenófoba e islamofoba. Aun con todo, la izquierda debe observar con sorpresa que no solo es la derecha radical la que se está emergiendo como fuerza política critica con la inmigración extranjera, puesto que en Europa observamos diferentes movimientos en torno a esta cuestión: como, por ejemplo, el caso del partido socialdemócrata danés o la reciente escisión de Die Linke de un nuevo partido político de ideología socialista en lo político y, al mismo tiempo, crítico con la inmigración. En la agenda política de estas formaciones políticas se busca aunar una tensión en la izquierda: casar un discurso socialista con un discurso crítico con la inmigración extranjera.

A pesar de estos grandes cambios de discurso en Europa, en España las fuerzas de izquierdas siguen posicionándose a favor de la inmigración extranjera, convirtiéndose este tema en un elemento polarizador a nivel de discurso entre Vox y los partidos de izquierdas. En este sentido, aunque la inmigración en España no es considerada un problema de primer orden público por los españoles, ya que solamente el 2,6% lo advierte como el principal problema del país, siendo los votantes de izquierdas los menos preocupados por esta cuestión y los de clase social baja preocupados en la media poblacional (CIS, 2024), cuando se pregunta monográficamente sobre la inmigración en particular, en torno al 50% de la población española considera que el fenómeno migratorio es un problema (Instituto Invymark, 2024).

Por tanto, la mitad de la población española advierte que la gestión política del fenómeno migratorio no está siendo certera o al menos resulta ser problemática. En esta tesitura, bien haría la izquierda en empezar a plantearse ciertos issues relativos a la cuestión migratoria, más allá del clásico discurso que divide entre proinmigracion y antinmigración. En este sentido, la gestión del fenómeno migratorio es una cuestión compleja que no debe sustentarse solamente en vagos e imprecisos discursos pro o antinmigrantes, ya que, como cualquier fenómeno social, requiere de cierta profundización y reflexión sobre el mismo. Solamente así, se podrá realizar un buen diagnóstico social y político del fenómeno y, como consecuencia, realizar una intervención política efectiva, capaz de promover la gestión de flujos migratorios, la integración social y la convivencia intercultural en la sociedad.

Más todavía se plantea necesaria esta cuestión, sabiendo que la inmigración, conforme avancen los años, irá in crescendo. Si en 1990 había 154 millones de personas desplazadas por la inmigración, en el año 2019, justo previo a los estragos de la pandemia, más de 272 millones de personas eran inmigrantes en el mundo (OIM, 2020). Este crecimiento seguirá disparándose, debido tanto a las terribles consecuencias de la pandemia de COVID-19 como a las crisis estructurales que asolan el mundo como son los problemas de medio ambiente, las desigualdades socioeconómicas o las guerras y conflictos internacionales. Además, el boom demográfico de África con más de 1.400 millones de personas y con un pronóstico para el año 2050 superior a los 2.500 millones de personas (FMI, 2023), plantea también un desafío extraordinario a la hora de hacer frente a la cuestión del fenómeno migratorio.

Un fenómeno social imposible de erradicar tal como plantean los partidos de la derecha radical, puesto que, tal como explica Castles (2010), uno de los expertos más reconocidos en el campo de las migraciones internacionales, la inmigración arraiga sus raíces en casuísticas estructurales como son las insalvables desigualdades socioeconómicas norte-sur o los conflictos políticos de alcance internacional, además de problemas medioambientales. Así con todo, plantear la política migratoria como una política de cierre total de fronteras o expulsión no acabará por resolver el problema fundamental del que la inmigración no es más que un síntoma: y es la forma de organización y gestión de la política internacional, la geopolítica o la desigualdad en el seno de un sistema político-económico capitalista, etc.

La inmigración hacía otros países extranjeros es un verdadero trauma personal para las personas inmigrantes, ya sea por el recorrido físico o por el desgaste mental que impone la incertidumbre y el descontrol de los recursos propios para hacer frente a la vida en la inmigración. En este sentido, las dificultades sobrevenidas de la vida migratoria, así como las múltiples formas de exclusión social en la sociedad de recepción hacen plausible que la inmigración se convierta más en un problema a gestionar que en una posible oportunidad a explorar. En este contexto, los diferentes actores políticos de la izquierda deberían plantear soluciones a la gestión de la política migratoria. No solamente desde la óptica de fronteras, apertura o cierre total; sino desde la propia política de integración social, puesto que es aquí donde radica uno de los grandes ejes de tensión en la cuestión del fenómeno migratorio.

España, como país tardío en la recepción de inmigración de origen extranjero, debe mirar con lupa la experiencia de otros países europeos como Francia, Países Bajos y Reino Unido. La cuestión de las conflictivas banliues francesas, las desigualdades de carácter étnico, pero también económicas centro-periferia en las grandes ciudades, los guetos étnicos en otros países europeos, el problema de seguridad pública o el terrorismo deben servir como llamadas de atención de que en dichos países algo falla en cuanto a la gestión política de la inmigración y la integración social.

En este contexto, la problemática de la integración social no debe ser soslayada por la izquierda política, dado que resulta fundamental problematizar esta cuestión si queremos construir sociedades cohesionadas a nivel intercultural. La multiculturalidad plantea desafíos de hondo calado, puesto que remite a la necesidad de hacer convivir en un mismo espacio social a cosmovisiones diferentes sobre la sociedad, lo público, lo privado y lo colectivo. También remite a la cuestión de los derechos y oportunidades, máxime de poblaciones vulnerables dentro de las propias comunidades inmigrantes. Al respecto, los testimonios críticos de la escritora somalí Ayaan Hirsi (2021) y de la franco-argelina Fadela Amara (2018) sobre la multiculturalidad contribuyen, en específico, a entender que la gestión política de la inmigración y de la consecuente diversidad cultural debe llevarnos a entender que estamos ante una empresa cuanto menos peliaguda. En este orden de cosas, la idea de la paradoja de la vulnerabilidad multicultural debería hacernos reflexionar sobre las ingentes dificultades y tensiones que impone una sociedad diversa, la cual no puede estructurarse más que introduciendo una dosis de creatividad política, capacidad y liderazgo político para afrontar el desafío de la multiculturalidad.

En este sentido, la izquierda debe plantearse debates que ya emergen en otros contextos de Europa no solo sobre qué multiculturalidad (situación) y multiculturalismo (política) queremos para unas sociedades superdiversas, como diría Vertovec (2007), sino también sobre qué islam queremos construir en España y, por extensión, en Europa; sobre qué tipo de políticas de reconocimiento estamos dispuestos a defender en el espacio público; qué derechos y deberes deben ser exigidos tanto para inmigrantes como para autóctonos para garantizar una convivencia saludable y estable, etc. En torno a esta cuestión, la izquierda parece evitar expresarse. Sin embargo, resulta fundamental no temer hablar de ciertos temas, puesto que, si no lo hace la izquierda, lo acabará haciendo (lo hace ya) la derecha y la extrema derecha, atrayendo electoralmente a amplias capas sociales hacía un discurso público cada vez más etnicista y nativista.

Lamentablemente, la extrema derecha está creciendo producto de un discurso cada vez más simple, contundente y punitivo en torno a la inmigración. Sin reflexión ni ninguna, Vox llama a la defensa de lo nacional y a la expulsión de lo extranjero. Sin embargo, parte de esto, más que virtud de la derecha obedece a un defecto de la izquierda al no atreverse a tiempo a plantear la problematicidad del fenómeno migratorio, ya que, como cualquier fenómeno social, resulta imposible dejarlo a los designios de laissez faire y laissez passer.

Zakariae Cheddadi El Haddad.
UPV/EHU.

Referencias

Amara, F. (2018). Ni putas ni sumisas. Ediciones Catedra

Castles, S. (2010). Why migration policies fail. Ethnic and Racial Studies, 27, 2, 205-227.

CIS (2024).<www.cis.es/visor?migrado=false&fichero=cru3463ideologia>

FMI (2023). <www.imf.org/es/Publications/fandd/issues/2023/09/PT-african-century>

Hirsi, A. (2021) Presa. Debate

Instituto Invymark (2024). <www.lasexta.com/noticias/nacional/barometro-lasexta-53-encuestados-considera-que-menoresacompanados-tienen-que-repartirse-ccaa_2024071366926f3bc53ff80001bc5d69.html>

OIM (2020). <worldmigrationreport.iom.int/wmr-2020-interactive>

Vertovec, S. (2007). New complexities of cohesion in Britain: Super-diversity, transnationalism and civil-integration. West Yorkshire: Commission on Integration and Cohesion.

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