Galde 45, Uda 2024 Verano. Juan Hernández Zubizarreta, Pedro Ramiro.-
El 75º aniversario de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos ha pasado casi inadvertido, ya que el marco de regulación encargado de promover y exigir su cumplimiento se está desmoronando. Por un lado, su espacio normativo se va diluyendo en el laberinto de las normas privadas corporativas. Por otro, sus contenidos fundamentales se van desmantelando y fragmentando en piezas separadas e irreconocibles. No es ya que se vulneren, es que los derechos humanos se vacían y no se reconocen a las mayorías sociales.
Nuevas palabras para nuevos hechos
En Gaza se están encadenando crímenes de guerra, limpieza étnica, genocidio, terrorismo, exterminio, crímenes de lesa humanidad. Y el derecho internacional, con serias dificultades para nombrar todo lo que está ocurriendo, pone de manifiesto su falta de capacidad para reaccionar a tanta destrucción. No es un fenómeno nuevo, sí lo es su intensidad: el Estado de Israel ha venido incumpliendo reiterada e impunemente las resoluciones de Naciones Unidas durante décadas, pero el entrelazamiento de crímenes de todo tipo es tal que no solo asistimos al incumplimiento del derecho internacional, sino a su completa impugnación.
“En muchas situaciones necesitamos un lenguaje más brutal”, afirma Saskia Sassen, “un lenguaje que comunique directamente la brutalidad de nuestros sistemas económicos en cuanto a la capacidad de destruir aguas, tierra, calidad del aire”. Entonces, ¿cómo caracterizar esta sistemática disolución de derechos?
Nos enfrentamos a una realidad que excluye a muchos millones de personas de la titularidad de derechos. La dinámica ética y normativa que la Declaración Universal de los Derechos Humanos estaba llamada a imprimir a las relaciones económicas capitalistas, desde mediados del siglo pasado, ha quedado irreconocible: las normas de protección de los derechos humanos se han ido difuminando progresivamente ante la fortaleza de la lex mercatoria. Hasta el punto de que el marco de 1948 ha llegado a ser reemplazado por una serie de principios formalmente ocultos, no regulados expresamente, que gozan de la máxima imperatividad y transversalidad.
No hay acumulación sin destrucción de derechos
Los dueños de las grandes empresas y fondos de inversión transnacionales se han lanzado a la destrucción de cualquier derecho que impida la expansión a escala global de la dictadura de la ganancia. La incapacidad del capitalismo para reproducirse sin un marco de abundancia y bajos precios del trabajo, los alimentos, la energía y las materias primas —esos “cuatro baratos” a los que se refiere Jason Moore: “El capital no solo debe acumular y revolucionar incesantemente la producción de mercancías; debe buscar y encontrar incesantemente formas de producir, naturalezas baratas”— resulta evidente en el contexto actual. Hoy, el capitalismo se enfrenta a un momento más que crítico: la destrucción de derechos se conecta con el hecho de que las élites tienen serias dificultades para mantener sus tasas de ganancia y acumulación, y es ahí donde se extreman sus prácticas contra los derechos humanos.
La guerra se ha convertido en un eje central sobre el cual se está recomponiendo el capitalismo. La ampliación de la frontera extractiva no ha remitido en el marco del capitalismo verde y digital; al contrario, está tratando de expandirse sectorial y geográficamente, en las periferias y también en los centros del sistema. En este marco, los derechos humanos y los derechos colectivos, incluyendo al medio natural en su conjunto, se ven sometidos a la regla de la oferta y la demanda. El derecho a la propiedad privada y a la especulación se sitúa en el vértice de la jerarquía normativa, mientras la desigualdad se consolida como el elemento central de la arquitectura jurídica de la impunidad.
En el contexto descrito, cuatro ideas fuerza ilustran las tendencias globales que afectan a los contenidos sustanciales de las normas internacionales que tutelan los derechos humanos.
1) Desregulación: Los derechos humanos se desregulan en masa, pasando la precariedad a formar parte constituyente de sus núcleos centrales y dejando de ser un efecto coyuntural o transitorio que impacta en los mismos. Sucede justo lo contrario con los “derechos” empresariales, que son continuamente re-regulados en favor de los grandes propietarios.
2) Expropiación: Los derechos se expropian a las mayorías sociales y a las comunidades por medio de las expulsiones, los megaproyectos y el neocolonialismo extractivista. Las expulsiones se extienden a todos los elementos de la biosfera, tanto en la tierra como en los océanos, y las expropiaciones oscilan entre los desahucios, el pago de la deuda y el control de datos en el capitalismo digital.
3) Zonificación: Los derechos se “zonifican”, lo que implica que se encierra, aísla y encarcela a personas, comunidades y pueblos, en el marco del confinamiento estructural al que es sometida una parte de la población en una sociedad que ha sido dividida entre asimilables y eliminables.
4) Destrucción: Los derechos se destruyen por la vía de la guerra y la necropolítica, lo que consolida la institucionalización de la militarización, el racismo social, el patriarcado y la xenofobia jurídica.
Estas tendencias reflejan la descomposición de las normas internacionales de los derechos humanos, con su vaciamiento, expulsión y traslado a los márgenes de las relaciones de poder. En sentido contrario, se confirma el rearme de las normas privadas que protegen los intereses corporativos por medio de la lex mercatoria, ya sea mediante su propia expansión o a través de sofisticaciones jurídicas basadas en la unilateralidad y la no-exigibilidad.
Y no es solo que con esta reinterpretación normativa se estén eliminando y suspendiendo derechos, es que se está reconfigurando la propia categoría de seres humanos: quiénes son sujetos de derecho y quiénes, por el hecho de no tener dinero o de haber nacido en otro lugar o simplemente de ser diferentes, no lo son. En esta nueva etapa, se pasa de la desregulación a la destrucción del sistema internacional de los derechos humanos.
Derechos desde abajo
Afrontar los desafíos descritos requiere construir espacios globales donde disputar la hegemonía a las élites, donde rediseñar el sistema internacional de tutela de los derechos humanos. Y mientras tanto, utilizar todas las grietas normativas que el sistema internacional de derechos humanos y los ordenamientos nacionales permiten, a la vez que se proponen alternativas de control del poder corporativo.
En cualquier caso, los derechos colectivos requieren de una nueva reinterpretación que responda a las propuestas de los movimientos sociales y las comunidades en resistencia. Estas miradas basculan entre los derechos individuales y los colectivos, entre los derechos de la naturaleza y los derechos de las personas, entre los valores inmanentes y trascendentes de los pueblos, entre los nuevos pueblos transnacionales de migrantes y la ciudadanía concedida vía nacionalidad. También sitúan en el centro de las relaciones humanas la sostenibilidad de la vida, la diversidad sexual, los derechos sexuales y reproductivos, el derecho a una vida libre de violencias machistas.
Los pueblos, las comunidades y los movimientos han de ser sujetos, no meros objetos de derecho. Y los Estados no pueden ser la única categoría, principio y fin del derecho internacional. Se necesita una reconceptualización desde abajo, tal y como algunos de los procesos constituyentes latinoamericanos y pueblos originarios han planteado. Estos procesos han construido espacios de utopía jurídica, han desbordado el pensamiento jurídico liberal y han contribuido a debilitar los pilares de la arquitectura de la impunidad y el realismo normativo.
Juan Hernández Zubizarreta y Pedro Ramiro.
Investigadores del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad.