
El palestino Basel Adra y el israelí Yuval Abraham tras recibir el Oscar al mejor documental por «No other land».
Galde 48. Udaberria 2025 Primavera. Rosabel Argote.-
San Sebastián, trampolín al Goya y al Oscar del cine político contra la extrema derecha
Funambulismo fílmico y político. Con este concepto podría definirse el equilibrismo al que se ven abocados, muchas veces, los festivales de cine a la hora de seleccionar películas para su programación, cuando el contexto político y social en el que se celebran parece obligarles a posicionarse. El término “funambulismo” sería una metáfora de su forma de caminar sobre una delgada cuerda entre el arte y la política. En uno de los extremos de la cuerda (el del arte), los festivales se aferran a la máxima de que el cine es arte y sobre todo arte, y su misión es la de incorporar en su programa la diversidad de perspectivas fílmicas. En otro de los extremos (el de la política), estaría su consciencia de que el cine no solo refleja la realidad, sino que también la interpela, por lo que tiene cierta responsabilidad social y obligación de denunciar lo socialmente denunciable.
Sitos sobre dicha cuerda, los festivales, cada edición y cada año, van decidiendo hasta qué punto abrazan películas con carga política o no. Van decidiendo hasta qué punto comprometen o no su neutralidad (al menos neutralidad aparente), para eludir boicots o críticas de parcialidad. Al final, la tensión entre la libertad creativa y las presiones externas —ya sean gubernamentales, corporativas o del propio sector cinematográfico— se traduce en decisiones editoriales que pueden reforzar su prestigio o, por el contrario, ponerlo en riesgo. Y en ese juego de equilibrios, saben que cada selección se convierte en un posicionamiento implícito, y cada omisión, en un posible mensaje.
Tras los pasos de la Berlinale
Un ejemplo acabamos de verlo en la Berlinale, en febrero de este mismo año. El contexto del Festival era el del inmenso ascenso del partido ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD) en el país. También lo era el recuerdo de la gran polémica que se había originado el año anterior, cuando el documental pro-palestino No Other Land sobre Cisjordania ganó el primer premio en su categoría. Sus directores, el palestino Basel Adra y el israelí Yuval Abraham, en febrero de 2024 aprovecharon el momento de recogida del premio para denunciarla limpieza étnica de Palestina a manos de Israel. Aquellas declaraciones en el escenario berlinés fueron recibidas como una provocación siendo Alemania, como es, un país en el que una crítica al pueblo judío puede evocar reminiscencias del Holocausto.
Para remendar el que se consideró un patinazo de los organizadores del Festival, este año la programación de la Berlinale decidió incluir varios documentales que hablan del dolor judío. Uno de ellos, Una carta a David (del director Tom Shoval), gira en torno al actor israelí David Cunio, secuestrado por Hamás el 7 de octubre de 2023 en el kibutz Nir Oz y todavía no liberado. Incluso la directora del certamen, Tricia Tuttle, en la propia alfombra roja, se sumaba el pasado 13 de febrero a un acto de petición pública de su liberación. Asimismo, emitía un comunicado respondiendo al actor iraní Erfan Shekarriz, quien había declinado su invitación a participar en la Berlinale por considerar, textualmente, que el Festival “contribuye al genocidio y al brutal exterminio del pueblo palestino”, según recoge El Confidencial.
Funambulismo en el SSIFF
Volviendo a nuestros lares, es cierto que, hasta la fecha, el Festival Internacional de Cine de San Sebastián no ha sido diana de llamamientos significativos al boicot por haber incluido en sus parrillas películas palestinas o israelíes. Ello no significa que no bregue, año tras año, por la cuerda de equilibrismo arriba mencionada (recuérdese cuando en 2023, el partido ultraderechista VOX pidió que no se proyectara el documental No me llame Ternera, de Jordi Évole y Màrius Sánchez, en torno a una de las figuras claves en la organización de ETA. La respuesta del director del Zinemaldia, José Luis Rebordinos, fue no retirarlo de la programación, igual que no retiró el documental Pinochet y sus tres generales montado con entrevistas a algunos de los principales golpistas chilenos.
Estas y otras respuestas funambulistas, ante estas y otras polémicas, han ido confiriendo al Festival prestigio, no solo como escaparate cinematográfico, sino también como cierto bastión cultural contra el autoritarismo político y cultural. En los últimos años, se ha ido reafirmando en su contribución como trampolín de cine social comprometido. No ha dado la espalda a la idea de que el cine político es hoy más necesario que nunca, en un mundo donde los discursos ultraderechistas ganan terreno y el arte se erige como resistencia.
Reconocimiento en los premios Goya y Oscar
Este impacto del SSIFF se ha venido amplificando de mano de diferentes películas con carga política que, tras ser programadas en el Festival, han encontrado reconocimiento en los premios Goya y Oscar.
Van algunos ejemplos. La zona de interés (de Jonathan Glazer) es un retrato sobre la banalización del mal en el Holocausto. Se proyectó en la Sección Perlak dela 71º edición del SSIFF en 2023 y recibió el Oscar a la Mejor Película Internacional en 2024. Upon Entry (de Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vásquez) despieza la inhumanidad de los procesos burocráticos en las fronteras de EEUU. Se proyectó en la sección Made in Spain de esa misma edición de 2023; y en 2024 recibió varias nominaciones en la 38ª edición de los Premios Goya. Argentina, 1985 (dirigida por Santiago Mitre) relata el juicio a la dictadura militar. Se proyectó en la sección Perlak de la 70º edición del SSIFF, en 2022. Obtuvo el Premio Goya a la Mejor Película Iberoamericana en 2023. Beginning (de Dea Kulumbegashvili) narra la persecución de una comunidad religiosa minoritaria atacada por un grupo extremista en un pueblo de provincias en Georgia. Fue ganadora de la Concha de Oro en el SSIFF en 2020. También fue seleccionada para representar a Georgia en la categoría de Mejor Película Internacional en los Oscar de 2021.
Una mirada a la última edición del SSIFF, la 72ª, nos lleva al documental No Other Land, arriba mencionado y galardonado hace apenas unos días con el Óscar al Mejor Largometraje Documental. También nos lleva a la película Aún estoy aquí (Walter Salles), en torno a la historia de una madre durante la dictadura militar en Brasil en 1971. Se proyectó en la sección Perlak y acaba de ganar el Óscar a la Mejor Película Internacional. El éxito cosechado ha logrado que, hace solo dos meses, el gobierno brasileño permitiera a las familias de las víctimas de la dictadura obtener certificados de defunción que reconocen los asesinatos perpetrados por el Estado. Qué mejor noticia para un funambulismo político y fílmico que ha merecido la pena.