Galde 46, Udazkena 2024 Otoño. Iñaki Uribarri.-
Primera. – Desde la Gran Recesión, fruto de la crisis financiera de 2008-2009, el sistema capitalista, en su conjunto, ha entrado en una nueva era de sus inevitables crisis. Se trata de una etapa de crisis que impide que la gobernanza sistémica implantada tras los años setenta del siglo pasado, que marcaron el final del pacto fordista/keynesiano, continúe funcionando con los tres motores que se incorporaron, a pleno rendimiento, desde los años ochenta. En la actualidad, la globalización, la financiarización y la desregulación, no son capaces de sostener el sistema como lo han hecho en los últimos cuarenta años.
Además, en la última década y media, otras manifestaciones de crisis, que tienen sus raíces en la esencia del sistema capitalista, la acumulación de capital, se están manifestando con extrema gravedad y retroalimentándose con los factores clásicos de las crisis económicas, dando lugar a una casi permanente crisis sistémica: crisis sanitaria (Covid-19), crisis ecológica, crisis bélica…
En ese contexto, el problema del trabajo, que siempre ha acompañado al capitalismo en sus dos siglos y medio de existencia, parece que, cada vez más se expresa como otro grave factor de crisis.
Segunda. – Entiendo el trabajo como una actividad que realizamos los seres humanos. Y distingo dentro del nombre trabajo tres tipos diferentes: el empleo, que es el trabajo que se hace para el mercado, ya sea por cuenta ajena o por cuenta propia; el trabajo de cuidados, realizado de forma muy mayoritaria por las mujeres, en el ámbito del hogar, sin cobrar nada por hacerlo y que está muy invisibilizado y poco valorado; y, por último, el trabajo de voluntariado, realizado en beneficio de ideas, colectivos sociales, causas de todo tipo que afecten a la sociedad, etc., y que tampoco es retribuido.
El nombre trabajo está colonizado plenamente por el empleo, de forma que la mayor parte de las veces, cuando hablamos de trabajo, nos estamos refiriendo al empleo.
Si algún día conseguimos acabar con el capitalismo, habremos acabado con el empleo y, si entonces se sigue hablando de trabajo, ya no tendrá nada que ver con el trabajo/empleo que hoy conocemos.
Tercera. –¿Qué papel podría tener la RBI para combatir los elementos negativos del empleo? Sinceramente no lo sé. Aunque tengo grandes esperanzas sobre los efectos positivos que podría traer la implementación de una RBI en el conjunto de la sociedad y, también por supuesto, en las relaciones laborales. Sin embargo, creo que no puede haber un cambio radical de las relaciones laborales bajo el capitalismo; y la RBI no es anticapitalista, como estamos cansados de repetirlo quienes defendemos esta demanda; de lo que se debe concluir que nadie debería exigir a la RBI que su implantación trajera consigo el fin de la explotación que acompaña al trabajo asalariado.
Cuarta. – El tipo de RBI que yo considero que daría resultados muy positivos para mejorar las relaciones laborales actuales, debía contener estos dos escenarios de requisitos: a) ser incondicional, individual y universal; y, b) debe pagarse como un ingreso mensual, de carácter público, cuyo importe iguale o supere el umbral de la pobreza relativa (60% de la mediana de ingresos).
Además, debería contener, en el marco de las relaciones laborales, el blindaje que existe para los salarios en los convenios. En esencia se trata de que no puede haber convenios cuyos salarios no respeten el SMI (actualmente 1.134 € en 14 pagas = 1.323 € en 12 pagas).
Quinta. – Yo tengo una posición que se podría considerar antitrabajista, dando por hecho la colonización que sufre hoy el término trabajo por el empleo. Comparto casi todas las ideas expuestas por Kathi Weeks en su libro El problema del trabajo.
No me creo que, en la mayoría de los casos, el trabajo sea un espacio de constitución de la propia identidad de los seres humanos. En realidad, la gente defiende el trabajo simplemente como necesidad económica y deber social.
Estoy firmemente convencido de que la Renta Básica Incondicional (RBI), junto a la Reducción del Tiempo de Trabajo (RTT), que debería acompañarla como medida de política socioeconómica, se enfrentaría, tanto a la ética capitalista del trabajo como a la ética patriarcal de la familia. Además, sería una fuente de mayor libertad en cuanto a la capacidad que nos aportaría, a una ciudadanía compuesta por sujetos diversos, a luchar por el tiempo para lo que queramos. Este derecho a tener el tiempo necesario implicaría la posibilidad de reinventar formas de convivencia social que, en la actualidad, nos pueden parecer utópicas.
Sexta. – No creo que el objetivo de conseguir implantar una Renta Básica Incondicional deba considerarse “visionario y utópico”. Más bien lo veo como “necesario y realista”, en cuanto aporta alternativas en dos escenarios fundamentales.
En primer lugar, en el de ofrecer un ingreso garantizado a trabajadores y trabajadoras que se encuentran en diferentes situaciones: a) a quienes están en desempleo, subempleo y precariedad; b) a quien se siente con una posición debilitada para negociar mejores condiciones de trabajo; c) a quienes se encuentran, frente a las fuerzas económicas, en una situación muy constreñida a la hora de sus elecciones familiares y la formación de su hogar; y, d) a las mujeres que vienen soportando el trabajo doméstico y de cuidados, no asalariado.
En segundo lugar, la Renta Básica Incondicional reconoce e intenta abordar las tendencias económicas que hacen que el actual sistema de distribución de ingresos sea cada vez más inadecuado: a) cuando los sectores productivos y reproductivos de la economía no son sólo interdependientes, sino que se penetran mutuamente; b) cuando la productividad de nuestras prácticas a menudo excede el campo de lo que está incluido en la relación salarial y cada vez es más aleatorio; c) cuando el modelo de empleo, a tiempo completo, seguro y para toda la vida, es cada vez menos plausible como norma social; y, d) cuando las prestaciones asociadas al empleo son más difíciles de recibir y un nivel básico de renta nos ofrece un modo más racional de asignación de ingresos.
Séptima. – La implantación de una RBI ofrece mayor libertad y capacidad de negociación a las mujeres frente a los hombres.
No comparto las dos limitaciones que se nos suelen criticar a quienes defendemos la RBI por parte de determinados feminismos o sectores del movimiento feminista.
La primera crítica es que una RBI puede convertirse en el salario del ama de casa, lo que restringe su libertad, puesto que le obliga a seguir practicando las tareas de cuidado que ya venía haciendo, solo que cobrando por ellas.
La segunda crítica se refiere a que pretender garantizar la libertad de las mujeres en una sociedad heteropatriarcal y machista sólo con una aportación económica, en forma de RBI, es puro engaño.
Comenzando por esta segunda crítica, en la RRB (Red Renta Básica) tenemos muy claro y somos suficientemente humildes para reconocer que una RBI no puede acabar con el machismo y el heteropatriarcado, sino que es una política más que ayudará, junto a otras, en su combate. Es decir, no va en el sentido contrario, sino que es una aportación y de considerable importancia.
En cuanto a la primera, sinceramente nunca he llegado a comprenderla demasiado, y menos cuando he profundizado en los debates muy potentes que se dieron entre las feministas, en EE.UU., durante los años setenta del siglo pasado, sobre el salario del ama de casa. Las mujeres, con una RBI, tanto dentro como fuera del hogar, van a mejorar su poder de decisión y su libertad.
Octava. – En los muchos cálculos que se han hecho por parte de compañeros de la RRB para demostrar que la RBI es perfectamente financiable, sin echar a pique el Presupuesto ni de una Comunidad Autónoma ni de un Estado concreto, siempre se ha estimado que las prestaciones públicas inferiores en cantidad al importe fijado por la RBI, quedaban absorbidos en la misma, con lo cual, a la hora de hacer las cuentas, con esos importes se generaba una fuente de financiación, que se llamaba externa, porque no salía de los impuestos que habría que pagar, tras la reforma fiscal que se debía acometer en el IRPF, por parte de quienes más dinero tenían (en los cálculos, estas personas suponían el 20% superior de las rentas que tributan el IRPF).
Hoy son muchas las prestaciones existentes, por ejemplo, en la Comunidad Autónoma Vasca, que desaparecerían con la implantación de una RBI, dado lugar a una disminución de la administración burocrática enorme, con un ahorro de dinero público muy grande y con un evidente alivio para la ciudadanía, entre la que se encuentran los sectores más vulnerables de nuestra sociedad.