(Galde 10, Udaberria 2015 Primavera). Jasón & Argonautas. Será porque el verano no arranca en este comienzo de Junio y las brumas velan el paisaje, será porque los telediarios proclaman que se acabó lo malo conocido y afloran inéditos paraísos por el momento insondables, será por lo que sea, pero se palpa en el ambiente un sentimiento de melancolía. Lo conocido se nos está muriendo y no sabemos lo que nos deparará el futuro. Será que tenemos época depre y pesimista, pero en vez de celebrar algunas ausencias terapéuticas, necesarias y saludables para el bien común, nos quedamos con la nostalgia de la desaparición de quienes han forjado con su obra nuestro imaginario sentimental y político. Concretando: se nos van algunos buenos y otros imprescindibles, según los catalogaba Bertolt Brecht en su conocido aforismo.
I.- Con pocas horas de diferencia nos desaparecieron Eduardo Galeano y Günter Grass, dos escritores tan distintos y con tanto en común.
Galeano nos mostró poéticamente las rapiñas y pillajes que desangraban América Latina por sus venas abiertas, y aprendimos con sus metáforas brillantes las leyendas que alimentaban la vida de los habitantes del continente. Dio voz a la América indígena pobre, y a través de sus mitos, la dotó de un pasado legendario que la dignificaba. Supo utilizar su literatura expresiva para denunciar injusticias y desigualdades ciertas. Fue nutriente de la izquierda en épocas de sueños guerrilleros y romanticismos revolucionarios embellecidos por la distancia. Su voz cálida y envolvente tamizaba su convicción de que no había más camino para el continente americano que la violencia. Moduló con el paso de los años algunos de sus planteamientos, pero mantuvo sus querencias cubanas y bolivarianas hasta el final de sus días.
De Günter Grass se ha dicho que tuvo la conciencia por musa. Una conciencia ética insobornable que analizaba la tragedia alemana y europea del siglo XX y no desdeñaba intervenir sobre cualquier atropello donde quiera que tuviese lugar y por incómodo que fuese. Clamó contra el nazismo cuando en la posguerra un manto de silencio pretendía el olvido, se opuso a la apresurada reunificación alemana, criticó a la Unión Soviética y apoyó a Cuba, denunció la política israelí, tabú en Alemania, criticó a Aznar por su apoyo a la guerra del Golfo y se comprometió con causas ecologistas, entre otras. Fue un socialdemócrata crítico, amigo y colaborador de Willy Brandt. Ya Premio Nobel, y reconocido como uno de los grandes escritores alemanes, su conciencia moral le impulsó a declarar su alistamiento a los 17 años en las SS nazis durante los últimos meses de la guerra mundial, por un estúpido orgullo juvenil, según dijo. Escritor comprometido, convirtió las convulsiones políticas en materia literaria, porque su intención moral nunca eclipsó su condición de narrador poético y satírico.
Galeano y Grass, anverso y reverso, dos etapas de nuestras vidas, el impulso transformador y la conciencia crítica, incluso de nuestros propios errores. Uno más juvenil y directo, el otro más complejo, más adulto, más Europa, más nosotros.
II.- Hay muertos celebrados y otros a los que se les niega obstinadamente el descanso, cual es el caso del desventurado Federico García Lorca. Al cabo de tantos años de su desaparición, acaba de encontrarse un informe policial que confirma que fue pasado por las armas después de haber confesado. Lo que según el informe debía confesar, era su pertenencia a una logia masónica y sus ideas socialistas, como estaba conceptuado por la tendencia de sus manifestaciones y sus estrechas relaciones con otros gerifaltes de igual signo político, además de estar tildado de prácticas de homosexualismo, aberración que llegó a ser vox populi, aunque reconoce el informe, sin antecedentes de ningún caso concreto. El contenido de este documento demuestra que Franco debía estar mal informado cuando dijo que el poeta había muerto en la calle, asesinado en una trifulca descontrolada.
III.- Más vale tarde que nunca, debe de estar pensando Don Miguel de Cervantes, ya que se ha cumplido su última voluntad de ser enterrado en la Iglesia de San Ildefonso en el madrileño Barrio de las Letras.
La alcaldesa Ana Botella ha querido que uno de sus últimos actos oficiales fuese colocar una corona de laurel en el monumento funerario donde reposan los supuestos restos del escritor. Para dar mayor realce y solemnidad al acto fúnebre, soldados de los regimientos del Ejército herederos de los tercios en los que sirvió el extinto Don Miguel, han rendido honores militares al glorioso mutilado de Lepanto, mientras una banda, militar por supuesto, interpretaba el himno la muerte no es el final.
Como todo no podía ser perfecto, la placa que contiene el epitafio escogido por la Real Academia contiene, al parecer, una errata ortográfica. Verán cómo finalmente la culpa de la chapuza la tendrá el marmolista.