Galde 48. Udaberria 2025 Primavera. Bri Newesely, Antoni Ramon.-
“El denominado problema de la vivienda, al que la prensa dedica hoy en día tanta atención, no consiste en el hecho de que la clase obrera viva por lo general en viviendas deficientes superpobladas y malsanas. Este problema de la vivienda no es privativo de la época presente; ni siquiera es uno de los males típicos del proletariado moderno, que no hubiesen padecido las anteriores clases oprimidas, sino que, por el contrario, ha afectado casi con igual intensidad a todas las clases oprimidas de todos los tiempos. Para poner fin al actual problema de la vivienda, existe sólo un medio: eliminar definitivamente la explotación y la opresión de la clase obrera por la clase dominante (…) Y este problema actual de la vivienda da tanto que hablar porque no afecta exclusivamente a la clase obrera, sino también a la pequeña burguesía.”
Así empezaba, en 1872, un artículo escrito por Fiedrich Engels para la revista de Leipzig, órgano de la SPD, Der Volksstaat. Engels, no hace falta decirlo, era un revolucionario. Su objetivo político era construir una sociedad comunista, sin clases, y para hacerlo era necesario, entre otras cuestiones, desenmascarar aquellas propuestas reformistas que conducían a atenuar la lucha de clases. En definitiva, el problema de la vivienda solamente se resolvería en su totalidad tras la revolución. Antes había que combatir las soluciones de Pierre- Joseph Proudhon, enraizada con el pensamiento anarquista, y las filantrópicas de la burguesía, ambas meramente reformistas.
Pero mientras la revolución no llegara, ¿qué hacer? La experiencia de las socialdemocracias de entreguerras en la “Viena Roja” y la Alemania de la república de Weimar, en la Europa de entreguerras tal vez puedan darnos alguna lección para el tiempo presente.
“Luz, aire, sol, higiene“
Los edificios de la “Viena Roja“ y los complejos de viviendas sociales como la Hufeisensiedlung de Berlín o de la “Neues Fráncfort“ en la República de Weimar responden a estos eslóganes. La construcción modular de nueva concepción, el sistema de distribución social, los equipamientos comunitarios y la reflexión sobre el trabajo doméstico dieron lugar, entonces, a numerosos debates. Los edificios que hoy se conservan son testimonio de este legado.
En este escrito nos centraremos en la capital austriaca, la denominada “Viena Roja“, entre 1919 y 1934. En 1918 el Partido Socialdemócrata del Trabajo de Alemania-Austria (SDAP) había alcanzadoel gobierno al proclamarse la República en Austria al fin de la Primera Guerra Mundial y el colapso del imperio austrohúngaro. La “Viena Roja“se extinguió trágicamente en 1934 como consecuencia de la “Guerra Civil Austríaca“ entre el SDAP y el Frente Patriótico, que contaba con el apoyo de Hitler y Mussolini. Desde 1945 hasta hoy, los socialdemócratas han vuelto a ocupar ininterrumpidamente la alcaldía y la mayoría en el parlamento provincial y el consejo municipal de Viena.
Un censo de la vivienda realizado en 1917 reveló que el 92% de los pisos existentes de la época carecían de retrete propio y el 95% no tenían suministro de agua corriente. En Viena, los pisos de los obreros tenían una superficie media de 20 m², lo que significaba que el 58% de las personas de familias obreras no tenían cama propia y los llamados “durmientes“ alquilaban una cama durante unas horas al día por un módico precio, mientras los ocupantes del piso no la necesitaban. Enfermedades como la tuberculosis, la gripe española y la sífilis proliferaban en los hacinados pisos de alquiler y alojamientos de emergencia con escasas instalaciones sanitarias. La extrema escasez de vivienda se vio agravada por el elevado número de desempleados.
Debido a ello, la creación de nuevas viviendas se convirtió en el objetivo más importante de los socialdemócratas. La Ley de Necesidades de Vivienda y la protección de los inquilinos, que fijaba los alquileres en los niveles de antes de la guerra, a la vez que desincentivaba la iniciativa privada, favorecía la disminución del valor del suelo y de los costes de construcción. De 1925 a 1934 en Viena se construyeron más de 60.000 viviendas sociales públicas. Grandes bloques alrededor de patios con amplias zonas verdes, como el Karl-Marx-Hof o el George-Washington-Hof.
Los pisos se asignaban según un sistema de puntos y las familias o las personas discapacitadas recibían puntos extra. Los nuevos pisos se financiaron en un 40% con los ingresos del impuesto de vivienda introducido en el estado de Viena, y el resto procedía principalmente de la tasa de asistencia social. Esto permitió reducir la carga del alquiler en los pisos municipales para un hogar de clase trabajadora al 4% de los ingresos, frente al 30% anterior. El alquiler se aplazaba en caso de enfermedad o desempleo.
El Karl-Marx-Hof es una de las operaciones municipales más conocidas de Viena y está situado en el distrito 19 de Döbling. Se inauguró en 1930, y con sus 1.050 metros de longitud es el edificio residencial continuo más largo del mundo. Aunque el Karl-Marx-Hof parece enorme desde el exterior, el complejo se caracteriza por una densidad de construcción muy baja. Generosos patios interiores con espacios verdes rompen la arquitectura.
El edificio es especialmente conocido por su fachada principal. Las macizas puertas también se caracterizan por balcones y torres coronadas con astas azules. La unidad de los arcos, los balcones y la torre se acentúa en el color con un rojo fuerte, mientras que el resto de la sección central se retranquea visualmente con un amarillo suave. La provocación deliberada del color rojo de la fachada, los enormes arcos con sus torres y el tema de las esculturas eran un manifiesto de la Viena Roja y un símbolo de una clase obrera emancipada. El Karl-Marx-Hof daba la impresión de una fortaleza obrera. Una ciudad dentro de la ciudad.
En el Karl-Marx-Hof había 748 pisos de 45 metros cuadrados de superficie media, con cocina, habitación y un dormitorio, 159 pisos con cocina y dos habitaciones y 136 pisos con cocina y dos dormitorios. En el momento de la construcción todos los pisos tenían su propio WC y una toma de agua/lavabo en el vestíbulo del WC o en la cocina, pero aún no disponían de cuarto de baño. Todas las habitaciones disfrutaban de luz natural y algunos de los pisos tenían incluso balcón, lo que en aquella época estaba normalmente reservado a las clases medias.
Lo que no podía cubrir la dotación estándar de las unidades residenciales individuales se complementaba con un amplio programa de instalaciones comunales. El Karl-Marx-Hof contaba originalmente con dos guarderías, un centro de orientación maternal, una residencia juvenil, una biblioteca, un centro de salud con ambulatorio, una farmacia, una clínica dental, una oficina de correos propia y varias tiendas.
La instalación comunitaria más famosa de Karl-Marx-Hof es probablemente la lavandería central, equipada con lavadoras y salas separadas para secar y planchar. También había máquinas de planchar ropa de cama y paños de cocina. Toda la lavandería tenía calefacción eléctrica. Las últimas tecnologías pretendían simplificar las tareas domésticas, sin embargo, la estricta supervisión del encargado de la lavandería y el apretado calendario para lavar la ropa provocaban más estrés que alivio a las mujeres. El hecho de que no se permitiera a los hombres entrar en las lavanderías pretendía que las tareas domésticas fueran invisibles para los maridos, como era habitual en una familia de clase media.
Quedaba mucho por avanzar. Y a Margarete Schütte-Lihotzkyle debemos sustanciales mejoras en el campo de los espacios domésticos. Fue una de las primeras mujeres que estudiaron arquitectura en Austria, y probablemente la primera que ejerció la profesión en Austria. Vivió y trabajó varios años en Alemania y la Unión Soviética. Se ocupó de cuestiones relacionadas con la vivienda y la racionalización de las tareas domésticas. Su diseño de la cocina de Fráncfort en 1926 le dio fama internacional. Hoy se considera el prototipo de la cocina moderna equipada, en la que todos los elementos importantes debían estar al alcance de la mano para acortar los procesos de trabajo. En los barrios de Fráncfort construidos en los años veinte se instalaron unas 12.000 cocinas en diversas variantes.
El Karl-Marx-Hof se reformó por completo en los años ochenta. Hoy en día, las cocinas equipadas son estándar, se instalan ascensores, se amplían los pisos y se instalan cuartos de baño. La política de ocupación ya no está tan estrictamente regulada, por lo que las personas más adineradas también pueden vivir en los edificios comunales e incluso disfrutar de ellos como símbolo de estatus, a pesar de la nueva escasez de viviendas y el aumento de los alquileres.
Es cierto, nuestro contexto no es el mismo, y aunque hoy no utilizaríamos exactamente las mismas palabras de Engels, el problema persiste en su gravedad. La socialdemocracia de entreguerras llevó a cabo un intenso programa de viviendas que debería servir, como menos, para decir: si se quiere se puede.
Bri Newesely. Arquitecta.
Antoni Ramon.Arquitecto.