COOP26: Lo que el viento no debe llevarse

ONU: El mundo debe reducir las emisiones 7,6% anual en la próxima década para lograr objetivo de 1,5ºC

 

COOP26 / Glasgow / 2021

Galde 35 negua 2022 invierno. Carmen Duce Díaz*.-

Hace poco más de un mes que tuvo lugar el esperado plenario de clausura de la COP26. Casi dos años después de la anterior cumbre, prevista en Santiago de Chile, trasladada de urgencia a Madrid, en la que tampoco se lograron acuerdos revolucionarios, pero que abrió algunas vías interesantes para la compensación de pérdidas y daños, la ciudad escocesa de Glasgow acogió en noviembre de 2021 la vigésimo sexta edición de la cumbre del clima, la COP26.

Entre Madrid y Glasgow, una pandemia global, y unas medidas extraordinarias de confinamiento, cierre de actividades no esenciales y reducción de la movilidad, a escala mundial, que tuvieron como efecto colateral una disminución mundial de las emisiones de gases de efecto invernadero del 5,4% respecto a 2019 (1). En el conjunto de la Unión Europea las emisiones en 2020 se redujeron un 10% respecto al año anterior. Lamentablemente, parece que 2021 ha recuperado con creces las tendencias previas a 2020, en cuanto a emisiones de gases de efecto invernadero.

El informe sobre la brecha de emisiones, Emissions Gap Report 2021 (2), presentado solo una semana antes del inicio de la COP26, lo puso en negro sobre blanco: con los actuales compromisos de reducción de emisiones de los países, no vamos a conseguir contener el incremento de temperatura media global del planeta por debajo del 1,5ºC del Acuerdo de París. El riesgo de superar los 2ºC al final del siglo, o incluso de acercarse a los 3ºC, es cada vez más alto. En su informe de 2019, el programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente alertaba: las reducciones de emisiones deben superar el 7% anual (aproximadamente lo que se redujo durante el confinamiento), si no queremos poner en peligro el objetivo del 1,5ºC (3).

Unos meses antes, en agosto de 2021, el IPCC publicó un avance de la primera parte del Sexto Informe de Evaluación (el AR6 en la jerga climática): la contribución del grupo de trabajo I sobre las bases físicas del cambio climático. Tras años de investigación, cada vez hay menos incertidumbres: los impactos del cambio climático se están sufriendo ya, y las proyecciones para las próximas décadas son aterradoras.

Con estos informes recién sacados del horno, inició la que dicen que ha sido la cumbre con más participantes registrados de la historia. A pesar de las restricciones debidas al covid, las dificultades para conseguir visado para las personas del Sur global, los altísimos precios de los alojamientos… la cumbre de Glasgow ha sido la más multitudinaria de la historia de las COPs. Casi 40.000 personas (4) registradas ante la UNFCCC, y varios miles más, difíciles de cuantificar, que acudieron a Glasgow sin acreditación, participantes de la Cumbre de los Pueblos, o turistas climáticos en busca de la foto histórica.

La agenda inicial de los debates ya preveía dificultades para llegar a acuerdos. Sobre la mesa, cuestiones de procedimiento: transparencia en la contabilidad de las emisiones y acuerdos sobre los tiempos comunes: cada cuánto tiempo vamos a revisar los compromisos, el proceso para la presentación de nuevos compromisos. También cuestiones como el desarrollo del artículo 6 del Acuerdo de París, relativo a los mercados de carbono, así como la financiación para la adaptación, y para las pérdidas y los daños, y la operacionalización de todo esto.

Durante la primera semana de la cumbre, en las negociaciones de los cuerpos subsidiarios, el SBI (implementación) y el SBSTA (científico-técnico), las delegaciones de los países trataron de elaborar documentos de pre-acuerdo para avanzar en los temas de la agenda. Las ONGs acreditadas como observadoras demandaron, día a día, la necesidad de una mayor ambición en los compromisos y la urgencia de redoblar esfuerzos para financiar la adaptación y afrontar las pérdidas y daños que los territorios más vulnerables al cambio climático ya están sufriendo. Los plenarios finales de la primera semana, aun sin alcanzar las expectativas de la sociedad civil, permitieron escuchar a muchas delegaciones reclamando que se incluyeran menciones expresas a los derechos humanos en los acuerdos que se alcanzaran. Especialmente en relación con los mercados de carbono. Después de la lamentable experiencia con los Mecanismos de Desarrollo Limpio del Protocolo de Kyoto, bajo la excusa de la lucha contra la emergencia climática, está claro que hay que desarrollar mayores medidas que eviten la vulneración de derechos humanos.

El final de la primera semana de la COP (la semana “técnica”) coincidió con multitudinarias manifestaciones en las calles de Glasgow. El viernes, la marcha convocada por Fridays for Future y los movimientos juveniles aglutinó a más de 20.000 personas. El sábado, la manifestación conjunta, organizada por la coalición de entidades organizadoras de la Cumbre de los Pueblos (movimiento ecologista, sindicatos, organizaciones sociales diversas…), sumó más de 200.000 personas, bajo la lluvia, en un recorrido que duró varias horas.

Durante la segunda semana de la COP coincidieron en Glasgow las negociaciones “políticas” de los acuerdos climáticos, con la Cumbre de los Pueblos: el encuentro de activistas de todo el planeta demandando justicia climática y una transición justa. Casi 300 actividades (charlas, debates, mesas redondas), durante cuatro días, para intercambiar y coordinar luchas y resistencias locales y globales (5). Y diariamente, acciones en la calle, y también dentro del propio espacio de la COP, para denunciar el enriquecimiento de las grandes corporaciones a base de quemar carbón, el lavado verde de las compañías, o las falsas soluciones con las que se pretende atajar el problema, sin atajar las causas.

Mientras, en el espacio oficial, las reuniones bilaterales y multilaterales seguían. Los 100.000 millones de dólares que desde Copenhague espera el Fondo Verde para el Clima han sido uno de los temas estrella. No se ha conseguido reunir la cantidad demandada, pero sí se han incrementado tímidamente las aportaciones, se ha conseguido el compromiso de incrementar la financiación para la adaptación, y se ha avanzado en la operativización de la red de Santiago (6), para la compensación de las pérdidas y daños que el cambio climático está causando ya en los territorios más vulnerables.

En esta COP ha aparecido, por fin, una mención expresa en los documentos de negociación a la eliminación progresiva (phase out) del uso de combustibles fósiles. Esa fue la propuesta original de la presidencia. Los sucesivos cambios en el texto del documento terminaron con un párrafo ambiguo y difícilmente comprensible en el que se habla de la reducción progresiva (phase-down) de los subsidios ineficientes al carbón y otros combustibles fósiles. Quedó sin concretar si los subsidios ineficientes se refieren a las reducciones que algunos países productores aplican a su población, para el uso de la energía fósil, o estamos hablando de otra cosa.

El acuerdo final, recordemos que los textos se aprueban por consenso, no contentó a nadie. El propio presidente de la COP, el británico Alok Sharma, rogó disculpas por la falta de ambición en el plenario final. Sin embargo, los países decidieron aprobarlo, bajo la premisa de “mejor un mal acuerdo que nada”.

En las organizaciones ecologistas, indígenas, sociales, feministas… cunde el desánimo. Pero ¿era posible alcanzar acuerdos más ambiciosos en un espacio como la COP? Y si no es en la COP, ¿dónde y cómo se pueden alcanzar estos acuerdos? Porque no estamos hablando solo de emergencia climática, que ya es muy grave de por sí. Es que se suman y realimentan varias crisis más, como la asociada a la pérdida de biodiversidad, y sobre todo, el agotamiento de los recursos energéticos y minerales. En la COP26 se ha hablado mucho, continuamente, de neutralidad climática, de net zero… La UE propone ser climáticamente neutral en 2050, China en 2060, India en 2070. No queda nada claro cómo se va a alcanzar esta neutralidad, más allá de proyectos por ahora fracasados, como la captura y almacenamiento de carbono, u otras técnicas de geoingeniería. Eliminar los combustibles fósiles para la producción eléctrica, totalmente, supone extraer minerales necesarios para las renovables, ocupar grandes extensiones de suelo, y enfrentar los retos de la intermitencia de las renovables y las dificultades para el almacenamiento de la energía. Eso para la producción eléctrica. Pero, ¿qué hacemos con el transporte? ¿y con los procesos industriales que hasta ahora se basan en energías fósiles? Incluso la agricultura, tampoco va a ser un sector fácil de descarbonizar, especialmente si queremos seguir manteniendo el mismo modelo de globalización capitalista.

Abriendo el foco, y eso es lo que se ha tratado de hacer en la Cumbre de los Pueblos, de lo que se trata ahora, con urgencia, es de cambiar el modelo socioeconómico, de forma global. Más allá de pequeñas islas de resistencia, necesitamos construir un nuevo modelo que nos permita transitar a una sociedad descarbonizada (o al menos, muchísimo menos dependiente de las energías fósiles), de la forma más rápida posible, sin dejar a millones de personas por el camino.

Las cumbres del clima, hasta hoy, no han sido el espacio en el que se han debatido con claridad estas cuestiones. ¿Podrían llegar a serlo? Los equipos negociadores que acuden a las COPs están dirigidos por las ministras (o ministros) de medioambiente. No por las titulares de las carteras de economía, de comercio o industria. Por poner en contexto, el presupuesto anual de la convención marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático, UNFCCC, ronda los 30 millones de euros anuales (7). El presupuesto de la secretaría de la Organización Mundial del Comercio, siete veces más, 200 millones de euros (8).

Debemos tener en cuenta que, a pesar de la parafernalia, los y las responsables de medioambiente no son, en general, quienes mayor peso tienen en los gobiernos. Sin embargo, sí pueden ser aquéllos con quienes podamos establecer cauces de diálogo de forma más rápida. Y a través de quienes logremos articular cambios mayores en las estructuras socioeconómicas y financieras de la sociedad. Pero esto solo podremos hacer con una sociedad civil muy formada, consciente, y organizada, que reclame, también en las calles, una transición justa, ecológica y social.

*Carmen Duce Díaz, co-coordinadora de transporte de Ecologistas en Acción. Miembro de la delegación de Ecologistas en Acción en la COP26 / Glasgow.

Notas:

1. La pandemia de COVID-19 provocó una caída de las emisiones mundiales de CO2 del 5,4% en 2020. https://www.unep.org/es/resources/emissions-gap-report-2021

2. https://www.unep.org/es/resources/emissions-gap-report-2021 Elaborado por el Programa Mundial para el Medio Ambiente, PNUMA.

3. https://www.unep.org/es/noticias-y-reportajes/comunicado-de-prensa/el-mundo-debe-reducir-las-emisiones-76-anual-en-la

4. https://www.carbonbrief.org/analysis-which-countries-have-sent-the-most-delegates-to-cop26

5. https://cop26coalition.org/peoples-summit/

6. El Plan de Acción de Santiago se firmó en la Cumbre de Madrid. La Coalición de Ministros de Finanzas por la Acción Climática formada por 51 países se comprometieron a introducir el cambio climático en sus políticas económicas y financieras.

7. https://unfccc.int/sites/default/files/resource/Budget-2020-2021-fact-sheet.pdf

8. https://www.wto.org/english/thewto_e/secre_e/budget_e/budget2020_e.pdf

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