Galde 48. Udaberria 2025 Primavera. Alberto Surio.
La revolución geopolítica europea interpela a la izquierda instalada en el histórico antimilitarismo
La siniestra figura de una Europa armada hasta los dientes en posición de alerta frente al abrazo entre el oso ruso y el oso americano remueve bastantes conciencias y retuerce algunos argumentarios sólidamente instalados y que parecían textos dogmáticos sacados de las tablas de Moisés en el monte Sinaí. El final de la guerra en Ucrania, con un decorado de fondo construido en una capitulación inequívoca en Arabhia Saudí, se ha convertido en la excusa perfecta para moldear a la opinión pública. El contexto viene marcado un discurso dominante bajo la relación de fuerzas condicionada por la sintonía entre Putin y Trump. Y la política en el Estado español no es ajena a este guion tan disrruptivo que puede cambiar la partitura de una legislatura muy convulsa, repleta de accidentes y sin ninguna garantía de que pueda finalizar en 2017. La solución al conflicto bélico va a dejar una seria resaca en la Unión Europea, que ve fracasar su apuesta tras el descuelkgue de Estados Unidos y que exhibe su debilidad en la relación de fuerzas.
La pregunta que nos hacemos es si vuelve por sus fueros el maniqueísmo de la Guerra Fría y el pensamiento políticamente correcto se prepara para invadir la escena y liquidar a la disidencia política al rincón de la marginalidad. Una de las víctimas colaterales de estos nuevos vientos racheados afecta a las opciones de centroizquierda, en este momento muy presionadas por la ola reaccionaria que todo lo empapa y obligadas cada vez más a ‘brutalizar’ sus mensajes sin tiempo para examinar las corrientes de fondo en un contexto de competición con los marcos mentales más conservadores, que se han abierto un espacio creciente en unas clases medidas progresivante asustadas por un futuro que no ven nada claro. Está pasando en temas como la inmigración o la seguridad. Basta ver el reciclaje de posiciones de los socialdemócratas alemanes o de los laboristas británicos en esta discusión para entender el terremoto que se está produciendo en una parte del espectro ideológico. Por no hablar de la conversión al rearme de los partidos socialdemócratas del norte de Europa, que en su momento eran presentados como la vanguardia de la neutralidad y del pacifismo. La ‘realpolitik’ de hoy da un vuelco al paradigma histórico y nos toca encontrar nuevas claves para interpretar esta mutación ambiental.
El dilema se libra en el Estado español, con Pedro Sánchez como el último referente socialdemócrata de peso en la UE. Y en el conjunto de Europa, atenazada por una tendencia hacia el populismo que parece irrefrenable. El imaginario de la contrarreforma achica los espacios más críticos. Pero el gran cambio geopolítico en Europa interpela, sobre todo, a buena parte de la izquierda social y política, que construyó durante años un escudo pacifista y antimilitarista que ahora se ve desbordado por la marea del principio de realidad. El rechazo a la OTAN, cuando la propia Alianza Atlántica puede desaparecer sin el paraguas norteamericano, es un botón de muestra elocuente de ese nuevco ‘desorden’ mundial y de la necesidad de fijar una nueva narrativa.
Aviso a para navegantes
En este marco, la variable de la defensa europea es un nuevo obstáculo más en el puzle de Pedro Sánchez. La propuesta de aumentar el gasto militar alentada por las élites europeas mete más presión en el debate. Y explica que Podemos haya pasado en una década de ser la expresión de la indignación con el sistema bipartidista, a motor del cambio político y a ser ahora una pieza muy vulnerable que arriesga su propia supervivencia y la continuidad de la legislatura. La crisis en la mayoría progresista -nunca lo fue en realidad porque Junts, el aliado necesario para sumar176 votos, es la expresión del centroderecha soberanista catalán- encierra un mayor calado. Es todo un aviso para navegantes. El debate sobre el incremento del gasto militar es tan impreciso como potencialmente peligroso. Puede llevarse por delante cualquier expectativa de orientación progresista en el medio y largo plazo si no se efectúa un debate riguroso sobre qué implica fortalecer previamente a Europa como un actor relevante, con suficiente músculo político, social y cultural. Hablar de una Europa de la Defensa para que tenga suficiente autonomía estratégica frente a Estados Unidos antes de apostar de verdad por una unión federal política europea es vender la piel del oso antes de cazarlo, comenzar la casa por el tejado, una entelequia que puede hacer correr muchos ríos de tinta pero que apenas tiene incidencia en el debate ideológico real.
La oferta sobre el reforzamiento de la seguridad europea encierra sus cargas de profundidad. En primer lugar porque, al menos en el sur de Europa, la mayoría de la opinión pública se mueve en unas coordenadas de compromiso antibelicista y puede costar ‘sangre, sudor y lágrimas’ que la sociedad metabolice con rapidez los cambios en las políticas públicas en una sociedad que ha sufrido una notable involución de prioridades y que aún no ha cerrado la grave herida de la desigualdad abierta en la crisis financiera de 2008. La pandemia después de la crisis económica de 2008 provocó un vuelco en la sociedad occidental que también ha pasado factura. El ‘no a la guerra’ heredado de la contienda de Irak es bastante más que un eslógan contra la derecha belicista y responde a unas raíces culturales sólidamente instaladas que no va a ser posible cambiar de la noche a la mañana por el discurso recurrente de las élites europeas frente al enemigo ruso, al que se intenta demonizar hasta el extremo. La crítica frontal al ultranacionalismo ruso más agresivo no supone dar un cheque en blanco a un rearme de contornos difusos y un perfil ideológico explosivo. El debate que se avecina no va a girar tanto en torno al pulso entre la izquierda y la derecha y entre los valores que representa la Unión Europea o un autoritarismo rampante.
De hecho, el debate polémico sobre la financiación con 8.000 millones de euros en gastos para la Defensa para la Unión Europea -defendida por Úrsula von der Leyen- plantea una reflexión de gran calado en el seno de la izquierda europea. La familia socialdemócrata, y parte de los verdes, se alinean a favor del rearme junto a los partidos democristianos o populares y liberales. La nueva ultraderecha soberanista se ubica en una posición ambivalente -sí al gasto militar pero cuestionando a la Unión Europea- y la ‘otra’ izquierda se sitúa en la trinchera más crítica. El debate está abierto en canal.