Conmemoraciones y rememoraciones: el pasado no está quieto

Introducción. Conmemoraciones y rememoraciones: el pasado no está quieto.
De repente, viene a cuento dedicarle unas páginas o unas horas a Juan Sebastián Elcano, al desastre de Annual. Al poco los telediarios y las teleseries pregonan a Emilia Pardo Bazán, su obra, sus amores y su pazo. Cien años de Partidos Comunistas de España y Portugal, doscientos de Flaubert y Dostoievski, ochocientos de catedral de Burgos. En Latinoamérica llevan una temporada festejando actos bicentenarios de insubordinación contra la monarquía española que culminaron con la emancipación de las repúblicas. A este lado del Atlántico se celebró por todo lo alto un quinto centenario que coincidió con casi todo… hace treinta años. Algo más nos caerá al respecto en breve, probablemente en términos elogiosos, porque la conmemoración parece una manera cómoda de asomarnos al pasado. Sin embargo, el pasado no se está quieto, se reelabora, irrumpe en momentos de crisis.

Cabe preguntarse qué tipo de pasado consumimos, si lo queremos a la carta de nuestras apetencias, cómo nos relacionamos con él. Algunas legislaciones están en trámite parlamentario. La advertencia literaria de L.P. Hartley sigue sirviendo: el pasado es un país extranjero donde las cosas se hacen de otra manera. La cuestión dejó hace tiempo de concernir sólo a los historiadores, que también se las tienen (nos las tenemos) acerca de la pretensión de un saber objetivo y objetivable, aunque provisional. Siquiera ordenado, con repertorio temático amplio y acercamiento crítico basado en fuentes fiables. Otros agentes de opinión se apoyan en memorias colectivas más o menos consensuadas con el fin de completar el conocimiento histórico y/o reparar situaciones injustas. Las posiciones acostumbran legitimarse entrando de lleno en batallas de relato. El peor gobierno en los últimos 80 años, dicen algunos como al azar.

Alrededor de estos debates, ante cierto despegue de la historia espectáculo, planteamos este dossier. No pretendemos desentrañar quién y cómo impone las agendas conmemorativas. Nos conformamos con dar voz a algunas perplejidades y plantear algunas implicaciones. Entrevistamos a Javier Moreno Luzón, historiador prestigioso, que se detiene en la vertiente americanista del nacionalismo español y constata algunas líneas de fractura en el seguimiento de sus celebraciones. Visto con perspectiva ibérica resulta chocante la selección en Europa central y oriental, recogida por José Mª Faraldo, de un cierto pasado anterior al fascismo, y de las guerrillas anticomunistas como agentes de afirmación. También en Alemania la ultraderecha practica un relativismo en la reescritura del impacto del nacionalsocialismo, que analiza Jesús Casquete.

Aquí y allá quedan algunos asuntos pendientes en esa memoria-prótesis a que alude Josu Santamarina, que no soluciona dolencias del pasado pero tiene efectos paliativos. Sobre las capacidades reparadoras de la futura ley de memoria democrática, y sobre el obstáculo que supone la ley de amnistía, entre otras cosas, escribe Fernando Mendiola. Para la nostalgia de las chimeneas, que titula Irene Díaz, no se encuentra antídoto efectivo. En algunos artículos asoma el papel, crecientemente reclamado, de las instituciones públicas en la preservación de una memoria histórica. Se habla de memoriales, de museos, de archivos, de exposiciones, de lugares de la memoria. Carlos Babío se detiene en el proceso de recuperación del Pazo de Meirás, aún pendiente de resoluciones judiciales. Ander Delgado incide en la patata caliente que se pasa a los docentes de Historia en la enseñanza obligatoria.

Rafael Ruzafa

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