Alto Karabaj, tan lejos pero tan cerca

Karabaq

(Galde 07, verano 2014). Hace unas semanas, el dos de septiembre, se celebró el 23 aniversario de la declaración de independencia de la Republica de Nagorno Karabaj o Alto Karabaj, un pequeño territorio situado en el Cáucaso Sur, entre Armenia, Azerbaijan, y Georgia.

A algunas personas de cierta edad dicho nombre, nos retrotrae más de 20 años atrás, cuando observábamos estupefactos en la televisión una cruenta guerra entre soldados no muy bien pertrechados. Para la mayoría el Alto Karabaj continúan siendo dos palabras exóticas ligadas a un conflicto del cual desconocemos casi todo.

Sin embargo, esto no siempre fue así, y este país europeo tuvo su importancia a lo largo de nuestra historia, cuando sus nobles emparentaban con sus homólogos del resto de Europa, así como cuando el mayor ejército del mundo era, en buena parte, dirigido por mariscales originarios del Alto Karabaj, por citar dos ejemplos.

Las primeras referencias históricas relativas al Alto Karabaj (en armenio Artsakh) datan de los siglos VIII-V a.c. cuando los geógrafos e historiadores del reino armenio de Urartu, se refieren a este enclave como Urtekhe-Urtekheni. La estructura administrativa giraba en torno a príncipes responsables de su territorio que a su vez obedecían al rey. No obstante, debido a su posición periférica, ya en esa época Artsakh gozaba de amplios poderes administrativos y fiscales, lo cual también contribuyo al temprano desarrollo de una identidad propia. Además, tras el colapso del modelo centralizado armenio en la edad media, el Alto Karabaj tuvo la etapa de autogobierno más larga de su historia. A veces bajo la forma de confederación de principados, en otros momentos como región autónoma dentro de un imperio más basto pero también como reino totalmente independiente. Dicho periodo se extendería hasta 1760, fecha en la que tribus musulmanas ocuparon la zona estableciendo un califato al que la entrada de las tropas rusas pusieron fin cuarenta años después terminando por anexionar el Alto Karabaj al imperio ruso en 1805. No sería hasta la Revolución de Octubre que Armenia y el Alto Karabaj recuperarían su independencia, estableciendo la Primera República que comprendía ambos territorios en 1918. Tan solo tres años después, mientras los armenios soportaban la presión del ejército turco sobre la frontera y teniendo en cuenta el genocidio que había tenido lugar dos años atrás, con el resultado de más de un millón y medio de armenios asesinados, los bolcheviques entraron en Armenia por el norte y en diciembre de 1920 dominaban ya todo el territorio.

A pesar que en un primer momento se establece la Republica Socialista Soviética de Armenia incluyendo Artsakh en su territorio, días después bajo el liderazgo de Lenin, Stalin, secretario para el Cáucaso, decide arbitrariamente entregar el Alto Karabaj y Najichevan (una provincia al sur-este de Armenia poblada por armenios) a la recién creada Republica Socialista Soviética de Azerbaijan, territorio hasta entonces poblado por tribus nómadas de origen turco y otras minorías regionales. Por aquel entonces, la Unión Soviética acariciaba la idea de expandir el socialismo también a Turquía, y dicha decisión se consideró como un gesto de buena voluntad por parte de los nuevos líderes de Rusia para atraer a dicho país a su esfera de influencia. No obstante, el Alto Karabaj obtuvo el status de “oblast”, provincia autónoma dentro de Azerbaiyán, lo cual sería crucial en el devenir de la historia contemporánea de este territorio.

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Durante los más de sesenta años de dominio soviético y teniendo en cuenta el fuerte arraigo del cristianismo, tanto en Armenia como en Artsakh, siendo los primeros europeos en adoptar esta religión como oficial en el año 301, fueron sometidos a diversas purgas y deportaciones, especialmente durante el mandato de Stalin al frente de la URSS, al tiempo que Azerbaiyán multiplicaba sus asentamientos en este territorio. A pesar de todo, la población étnica armenia en la región nunca fue inferior al setenta y cinco por ciento.

Con la llegada de la Perestroika y el debilitamiento de la Unión Soviética los anhelos por recuperar la soberanía perdida tanto en Armenia como en el Alto Karabaj renacen, siendo el movimiento por la independencia de Artsakh, la primera manifestación popular hostil al poder de Moscú en todo el espacio soviético, registrándose las primeras huelgas generales tanto en Armenia como el Alto Karabaj, que meses después serian replicadas en los países bálticos. Sin embargo, en el caso del Cáucaso, a la represión de las fuerzas del orden soviéticas hubo que sumar las terribles matanzas de armenios residentes en Azerbaiyán, lo cual contribuyo a exacerbar aún más la necesidad de independencia de Artsakh, dado que se había convertido también en una cuestión de supervivencia para su población horrorizada por lo que les estaba sucediendo a los armenios de Azerbaiyán.

Finalmente, de acuerdo con el marco jurídico existente (la constitución de la URSS) que permitía a las provincias autónomas (oblast) conducir referéndums de independencia vinculantes, el 10 de diciembre de 1991, tuvo lugar el primer referéndum de autodeterminación de Europa. Con una participación del 82% en el que el 99.9% de la población respondió afirmativamente a la siguiente pregunta:

“Está usted de acuerdo con que la proclamada Republica del Alto Karabaj sea un estado independiente teniendo autoridad propia para decidir sus relaciones con otros estados y comunidades?”

Dicho referéndum contó con la presencia de observadores internacionales que valoraron positivamente la organización y el desarrollo del proceso. Finalmente la independencia fue proclamada el dos de septiembre de 1992.

Los casi ocho meses entre ambas efemérides tienen una explicación muy sencilla: Azerbaiyán había lanzado una ofensiva armada a gran escala para tomar militarmente el Alto Karabaj ya en diciembre de 1991. Tras tres años de guerra y más de 30000 muertos, Azerbaiyán, aun contando con una clara superioridad militar, tras la derrota de Shushi solicito la firma de un alto al fuego que fue suscrito entre Azerbaijan, el Alto Karabaj y Armenia en mayo de 1994, y que contemplaba también el despliegue de una fuerza de pacificación, algo que por desgracia nunca sucedería.

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La desolacion de la destruida población de Adgan en el año 1994
(100.000 habitantes en 1990) y monumento a su memoria (más abajo).

Desde entonces, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, a través del Grupo de Minsk co-presidido por EEUU, Rusia, y Francia, está encargada de negociar con Armenia y Azerbaiyán una solución definitiva al conflicto. Paradójicamente, el Alto Karabaj objeto de las negociaciones, no tiene ni voz ni voto en dicho foro aunque que lo que se discute afecta directamente al futuro de sus ciudadanos y a su territorio. En un primer momento formo parte del mismo, pero las amenazas de Azerbaiyán de boicotear el Grupo de Minsk forzaron su involuntaria salida. Cierto es que se ha evitado por el momento que surja un nuevo conflicto en la zona, pero tampoco se han registrado avances significativos en la búsqueda de acuerdos definitivos entre las partes, y constantes violaciones del alto al fuego tienen lugar con la consiguiente pérdida de vidas. Por otra parte Azerbaiyán rechaza cualquier iniciativa presentado por el grupo de Minsk para construir cierto nivel de confianza entre la partes, como la retirada de los francotiradores y el despliegue de la misión internacional de verificación del alto al fuego, por citar las dos ultimas propuestas.

Uno de las consecuencias del marco de dichas negociaciones es la ausencia de reconocimiento internacional, ya que si cualquiera de los integrantes del Grupo de Minsk o Armenia reconociese Artsakh supondría el fin de las negociaciones así como la desaparición de único marco internacional aceptado por las partes para la resolución definitiva del conflicto.

No obstante, y pese al aislamiento físico, Azerbaiyán está dispuesto a abatir cualquier avión civil que intente aterrizar en Stepanakert (capital de Artsakh), la sociedad del Alto Karabaj ha consolidado de nuevo un país profundamente europeo desde cualquier prisma que se quiera analizar. Desde un punto de vista democrático se han conducido diez procesos electorales (elecciones legislativas y presidenciales) de manera correcta de acuerdo con las conclusiones de los observadores internacionales. Han tenido lugar alternancias en el poder tanto entre partidos como en líderes políticos, cuenta con un amplio abanico de ONGs, sus instituciones democráticas funcionan razonablemente bien, y posiblemente sea el territorio del Cáucaso Sur con los niveles más bajos de corrupción. Asimismo, a nivel económico y habiendo encontrado con un país totalmente arrasado por la guerra, en 23 años sus 150.000 habitantes han sabido poner en pie una industria agrícola, minera, turística y energética que sin dejar de ser modesta crece en torno a un 10% anualmente. Dicha industria junto con la seguridad jurídica que goza el país y un nivel impositivo ventajoso, comienza a ser atractiva para inversores internacionales y desde hace algunos años empresas europeas comienzan tímidamente a establecerse en este rincón del Cáucaso.

La elección consciente del modelo europeo de desarrollo junto con el nivel alcanzado es aún más meritorio y choca con el hecho que se ha llevado a cabo sin ningún apoyo de ninguna organización internacional, ni la EU, ni la ONU, ni la OSCE tienen programas de cooperación en estas materias con el Alto Karabaj debido a su estatus de país no reconocido, pero también a una indudable falta de coraje político.

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Monumento a la memoria de la destruida población de Adgan en el año 1994.

Este enclave es sistemáticamente excluido de todos los programas de la UE en el marco de la política de vecindad, así como de las iniciativas dirigidas al Partenariado Oriental aunque se encuentra en dicho territorio. Ni siquiera sus jóvenes, que no son responsables de la historia del país, pueden beneficiarse de los programas de estudios en países de la Unión o de intercambio de estudiantes promovidos por la UE con los países del este de Europa, siendo constantemente descartados de los mismos. La Unión Europea tan solo patrocina las reuniones entre ONGs de Armenia, Karabaj y Azerbaiyán en el marco del programa para el fomento de la confianza, sin embargo estas fueron interrumpidas tras la última ola de encarcelamientos de representantes de la sociedad civil en Azerbaiyán, ya que muchos de los participantes azeríes en este programa habían sido hechos presos.

A pesar de todo, la amenaza de guerra, así como las continuas escaramuzas entre soldados en la frontera del único alto al fuego en el mundo autorregulado por los contendientes, continúan siendo la principal fuente de preocupación para sus habitantes, especialmente desde que hace unos años los francotiradores azeríes comenzaron a disparar también sobre civiles.

La administración de este enclave tiene la convicción que cuanto más aislado y olvidado este el Alto Karabaj de la opinión pública internacional las posibilidades para una nueva agresión azerí aumentan. Por consiguiente, desde hace algunos años desarrollan una enérgica actividad diplomática abriendo oficinas de representación en las principales capitales de occidente. En esta misma línea, cinco estados de EEUU han reconocido la República del Alto Karabaj, así como el mayor estado de Australia, también varias ciudades europeas se han hermanado con las principales localidades de Artsakh y sus líderes viajan con frecuencia a la Unión Europea y sus estados miembros con total normalidad. Al fin y al cabo, el Alto Karabaj existe como país independiente con todos los atributos de un estado soberano, con sus instituciones democráticamente elegidas, su constitución, y una vibrante sociedad civil. Esa es la realidad, que además atrae a un número creciente de legisladores europeos que se acercan hasta este montañoso jardín del Cáucaso para conocer a sus gentes y a sus líderes.

En definitiva, el Alto Karabaj no es solo el nombre de un conflicto, es fundamentalmente el nombre de un país, es sus gentes, que sin lugar a dudas forman parte y comparten los valores sobre los que descansa Europa.

Eduardo Lorenzo Ochoa.
Director de European Friends of Armenia

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