Galde 46, Udazkena 2024 Otoño. Maristella Svampa.-
De la mano del nuevo presidente, Javier Milei, la Argentina está inmersa en un acelerado proceso de despojo de derechos (sociales, laborales, económicos, ambientales), entregados explícita y descaradamente a los grandes grupos económicos nacionales y transnacionales. El triunfo de Milei en las elecciones primarias en agosto de 2023, reconfiguró el escenario político argentino en tres tercios, el kirchnerismo, la derecha mainstream y ahora la extrema derecha libertaria. La victoria de Milei en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, con el 56% de los votos, fue contundente y atravesó todas las clases sociales. Ganó en casi todas la provincias argentinas, a excepción de tres, entre las cuales, la provincia de Bs As, que sigue en manos de A. Kicillof, un dirigente progresista ligado a Cristina Fernández de Kirchner. El triunfo libertario fue posible gracias al pacto con la derecha mainstream, que la proveyó con varios funcionarios y ministros.
Milei representó una ruptura con la polarización existente y su reescritura en una nueva matriz, ya que criticó no sólo al kirchnerismo sino también a la derecha mainstream, ambas símbolo de la “casta”. Vino a encarnar “lo nuevo”, al movilizar una estructura de sentimientos, una experiencia de pobreza, frustración, carencias y descontento de amplios sectores populares, que vieron en él la posibilidad de un cambio radical y de empoderamiento como individuos. En este sentido, el voto libertario muestra la transformación de las clases populares, que tradicionalmente votaban al peronismo. En los últimos 20 años se produjo un deterioro del trabajo asalariado, y se consolidó una franja cada vez mayor de trabajadores pobres, que viven por debajo de la línea de pobreza. Después de la pandemia, este fenómeno se profundizó. En 2022, el 44% de los trabajadores tenían un empleo precario, el 26% eran trabajadores informales y el 18%, autónomos precarios o de subsistencia. Por otro lado, la inflación, que en 2023 fue de 211,4% anual, la más alta del mundo, deterioró de manera inexorable los salarios.
La gestión de Milei arrancó con una estrategia de shock (ajuste fiscal, megadevaluación del 60% y liberalización total de la economía), que aumentó de modo considerable la pobreza. Su apuesta es la de realizar un cambio de régimen, refundar el pais sobre bases ultraliberales, atacando el Estado y cuestionando la narrativa en torno a derechos. Aunque el sistema argentino es hiper-presidencialista y Milei cuenta con unos pocos representantes en el Congreso Nacional, su objetivo es arrogarse la suma del poder, convirtiéndose en un autócrata. La llamada “ley de Bases” aprobada en junio de 2024, es más que una ley de leyes; es una reforma constitucional encubierta que otorga poderes extraordinarios al presidente durante un año, permite privatizaciones de empresas públicas, e introduce un régimen de incentivos a las grandes inversiones (RIGI), que profundiza la política de mercantilización de los bienes naturales a extremos escandalosos. Esto se logró gracias al apoyo parlamentario de la derecha mainstream y de los espacios de centro, como la Unión Civica Radical y otras coaliciones menores.
Por otro lado, su política de “motosierra” se viene aplicando en detrimento del funcionamiento de áreas claves del Estado y del empleo privado. La mayor pérdida se registra en el ámbito privado, más de 137.000 asalariados formales perdieron su puesto de trabajo entre noviembre de 2023 y abril de 2024, mientras que 25.000 trabajadores serían del ámbito público-estatal[1]. Según los últimos datos del INDEC, del primer trimestre de 2024, el desempleo trepó al 7,7%, la cifra más elevada desde 2021. En 120 dias de gestión hubo un aumento de 11 puntos en la pobreza, que en junio de este año alcanzaba al 55% de la población.
Milei apunta a un neoliberalismo radical, pero añade a esto una política de desmantelamiento y destrucción del Estado. No hay que olvidar que adhiere al paleolibertarianismo o anarcocapitalismo, asociado a Murray Rothbard, un economista marginal estadounidense que concibe al individuo como una entidad suprema, que se impone libremente en el mercado. Según Milei, el Estado es un “violador serial” y un “degenerado fiscal”. Dentro de esta concepción hiperindividualista y promercado, todo puede ser comprado y vendido, todos los bienes pueden ser privatizados. Los órganos se pueden comprar y vender; los ríos, los océanos, las ballenas, entre otros.
En términos sociales, el gobierno de Milei adoptó una dura política de disciplinamiento, de la mano de Patricia Bullrich, la ex-candidata a presidente por la derecha, convertida en Ministra de Seguridad. Esta activó un dispositivo represivo (protocolo antipiqutees) que busca amedrentar a las organizaciones sociales, generando una política del miedo. En febrero, cuando se debatió por primera vez la Ley de Bases, 285 personas resultaron heridas, 10% de ellas, comunicadores y periodistas. Hasta julio de 2024 hubo dos huelgas generales, dos grandes manifestaciones feministas y una marcha universitaria masiva. Todos los días hay manifestaciones de organizaciones sociales que reclaman ayudas sociales que el gobierno recortó severamente o directamente no suministra, o de trabajadores del Estado despedidos, y de empresas que están cerrando. Una de las últimas represiones tuvo lugar en junio cuando se debatió en el Congreso la aprobación de la ya citada ley Bases. En esa ocasión, 34 personas fueron detenidas al azar y pasaron varios días en prisiones de alta seguridad, imputados con figuras penales desmesuradas (sedición, intento de golpe de Estado).
Otro de los rasgos más notorios del gobierno es la instalación de un discurso libertario violento y deshumanizante. No es sólo la falta de empatía, sino también el disfrute de la crueldad. El cierre del Ministerio de Asuntos de la Mujer, la persecución de activistas y organizaciones sociales se celebran en las redes sociales, alimentado por un ejercito de trolls, que trabaja directamente desde la Casa Rosada. De modo más concreto, para Milei, el enemigo son aquellos que viven del Estado (la “casta”) , lo que incluye a los que cobran planes sociales (workfare), los que reciben algún beneficio en nombre de un derecho (feministas, gays y algunas otras «minorías») o los que «utilizan» las estructuras del Estado, según los libertarios, para «adoctrinar» a la población. Lo que en Estados Unidos se llama «la cultura woke» y abarca desde el Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas), las universidades públicas, el Instituto de Cine, el Ministerio de la Mujer, la Secretaría de Agricultura Familiar, la Secretaría de Discapacitados, el Instituto que lucha contra la discriminación. Este clima de violencia verbal está presente todos los días: Milei insulta constantemente a los periodistas que se atreven a criticar, trata a los legisladores de “ratas” y degrada a los artistas y a la cultura en general.
Asimismo, Milei niega el cambio climático y critica abiertamente el Acuerdo de París y la Agenda 2030. La ola libertaria envalentonó a los gobernadores en las provincias que ahora apuntan sin tapujos a ampliar la frontera minera, litífera y petrolera y avanzar aún más en el agronegocios y la deforestación. En simultáneo con el RIGI, el Ministerio de Seguridad conformó una “unidad de seguridad productiva” que habilita el despliegue de fuerzas federales en las provincias, en caso de conflictividad social ante el avance del extractivismo. En consecuencia, se advierte un nuevo embate contra los movimientos ambientales, único colectivo que el Milei nombró expresamente en julio pasado, a la hora de firmar con los gobernadoresel “Pacto de Mayo”, que supone una institucionalización del orden neoliberal.
Estos primeros nueve meses del gobierno de Milei ha corrido el umbral de lo posible, cuestionando el “pacto democrático”, esto es, el consenso en torno a los derechos humanos y su vínculo con la democracia, que la Argentina vino construyendo durante cuarenta años de vida institucional, luego de la experiencia de la última dictadura cívico-militar (1976-1983). La vicepresidente Victoria Villarruel, conocida abogada defensora de la represión militar, agrega a este dispositivo de poder un elemento aún más inquietante.
Nunca, en tiempos de régimen institucional la Argentina estuvo tan cerca de un gobierno autocrático y de un Estado de excepción como hasta ahora. Todos los días hay un hecho político -incluso mucho más de uno.-, que empeora el hecho político del día anterior. Sin embargo, Milei todavía no es un modelo como sí lo es Bukele en El Salvador; es un experimento político-social de extrema derecha aun no consolidado. Si llegara a consolidarse, sin duda se convertiría en un modelo de autoritarismo neoliberal extremo. Finalmente, todo depende de la dinámica socioeconómica de los próximos meses, pues el régimen impuesto por Milei cruje tanto por arriba (sostiene el deficit cero y una inflación por debajo de un dígito, pero a costa de más desempleo, de una recesión económica peor que la de 2001 y un aumento desmesurado de la pobreza), como es probable que cruja tambien por abajo (frente a la percepción de la distancia entre las promesas y la realidad, de cara a la obscena concentración de poder y riqueza en los sectores más ricos). Las ultimas denuncias contra el expresidente Alberto Fernpandez, por violencia de género, han agravado la crisis del progresismo. La existencia de un acumulado de luchas por la defensa de los derechos (sociales, humanos, feministas, ambientalistas) tiene un gran potencial, pero en términos políticos partidarios, la oposición atraviesa una fuerte crisis de representación política y lo cierto es que todavía no cuenta con un relevo democrático que pudiera hacer frente a la oleada libertaria.
