Pakistán: un largo camino por recorrer

Mujer paquistaní

Víctor Amado.

La República Islámica de Pakistán es un país en el que se estima viven entre 169 (según el Gobierno de Pakistán) y 179 (según el Banco Mundial) millones de habitantes, ya que según el último censo oficial que data de 1992 la población de este país era de 132 millones. Pakistán alcanzó la independencia al mismo tiempo que la India, el 14 de agosto de 1947. De la mano de Jinah, el padre fundador de este país, Pakistán conformó su identidad nacional en torno al Islam.

Este es un país mayoritariamente islámico, en torno al 95 % de su población profesa esta religión, perteneciendo el 80% de los mismos a la rama sunní y el 20% restante a la sihí. El resto de sus habitantes, el 5%, reparte sus creencias entre el hinduismo, el cristianismo y los ahmadies. Desde el punto de vista político-administrativo Pakistán está organizado en ocho entidades territoriales: cinco provincias (Baluchistan, Kyber Partunkhua, Punjab, Sind y Gilgit-Baltistan), el territorio de la capital (Islamabad), las áreas tribales administradas Federalmente (FATA), y la Cachemira. La constitución de Pakistán de 1973 dota a este país de un sistema parlamentario en el que el Presidente, elegido cada cinco años de manera indirecta, es el jefe de Estado y desempeña un papel protocolario. El jefe de gobierno es el Primer Ministro, que es elegido por la Asamblea Nacional, y cuyo mandato también es de cinco años. El parlamento pakistaní es bicameral: con un senado de compuesto por 104 miembros cuyo mandato es de seis años, y una Asamblea Nacional que es elegida por sufragio universal directo cada cinco. Esta cámara posee de 372 asientos, de los cuales 272 son los denominados escaños generales, 60 escaños estarían reservados para las mujeres y los 10 restantes para las minorías no musulmanas.

En las elecciones del pasado 11 de mayo se eligió la Asamblea Nacional, siendo la primera vez en la historia de este país que se celebraban unos comicios cumpliendo los plazos del mandato, y que a un gobierno civil no le seguía otro militar o viceversa. El sistema electoral es el denominado en ingles first-past-the-post, o mayoritario. Es decir, el ganador de su circunscripción se queda el escaño. El contexto político en el que se celebraron estas elecciones estuvo marcado por la situación económica que vive el país, y que se ha visto agravada por las intensas lluvias en inundaciones que han asolado al país desde el año 2010 al 2013. Pakistán, con un 47 % de población analfabeta, ocupa el lugar 146 de un total de 186 países en el índice de Desarrollo Humano 2013. Se encuentra dentro del grupo con un índice de desarrollo bajo, por detrás de países como Bangladesh o Congo. En ese sentido, en la campaña electoral se oyeron mensajes como incentivar económicamente al país, evitar los diarios y numerosos cortes de luz, la cuestión de los saneamientos, del agua potable, del suministro de gas y agua a las casas y un largo etc. Muy relacionado con la cuestión económica estuvo el debate sobre la corrupción. Pakistán, según el último informe de Transparency International de 2012, ha pasado del puesto 42 al 33 entre los países más corruptos del mundo en su sector público, de un total de 176 estados. Además, en la campaña electoral se trataron otros temas que tienen que ver con el escenario internacional. Uno de ellos fue la cuestión nuclear. Pakistán es un país nuclearizado y no firmante del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, al igual que su vecina la India. La nuclearización de Pakistán data de la década de los noventa del siglo pasado, y es la contestación estratégica al proceso de nuclearización hindú iniciado en los setenta. La opinión pakistaní es tajante, su percepción es que necesitan ser una potencia nuclear para que la India no les invada. Otra cuestión importante en la campaña fueron los drones o aviones no tripulados norteamericanos, que han causado con sus incursiones en territorio pakistaní, dentro de la guerra contra los talibanes que lleva a cabo los Estados Unidos, innumerables víctimas civiles. En términos generales, la sociedad pakistaní es muy antiamericana, aunque si bien sus políticos lo hacen público en campaña, son conscientes de que en el actual contexto internacional muy pocas cosas son viables sin contar con Estados Unidos. Pero lo que determinó la campaña y la propia jornada electoral fue la violencia política que asola este país, especialmente en las zonas tribales (FATA) y en Beluchistán. La Misión de Observación Electoral de la UE en Pakistán 2013, de la que formé parte, reportó 150 muertos en una campaña electoral que duró tres meses, a los que hay que añadir 64 muertos el día de las elecciones. Todos estos asesinatos contabilizados están relacionados directamente con la violencia política, y fueron perpetrados mayoritariamente contra candidatos y simpatizantes de lo que podíamos denominar en Pakistán partidos no religiosos.

La participación electoral fue más alta que en los anteriores comicios de 2008, ya que votó el 55% del censo electoral. El ganador fue la Liga de los Pakistaníes Musulmanes (PML-N), liderada por el ex primer Ministro Nawaz Sharif, que consiguió 185 escaños de los 372 en juego. La segunda posición fue para el Partido del Pueblo de Pakistán de los Bhutto, con 41 escaños, que fue el gran derrotado ya que ganó los anteriores comicios, aunque si bien es cierto que su candidato, Bilawal Bhutto el hijo de Benazir, tuvo que hacer solo campaña mediática, ya que no podía salir de su casa por cuestiones de seguridad. La tercera posición fue para el partido revelación de estas elecciones, el PTI que, liderado por el antiguo capitán de la selección pakistaní de cricket, Imran Khan, consiguió 35 escaños. Se puede decir que las opciones islamistas más rigoristas como JUI-F o JI, aunque lograron representación, tienen una presencia casi testimonial. Desde el punto de vista técnico, la Misión de Observación de la UE certificó, con un despliegue de más de 140 observadores el día de las elecciones, que el proceso había respetado en sus grandes líneas los estándares internacionales. A partir de ahí, la propia Misión Electoral en su statement final del 13 de junio, indicó una serie de campos en los que este país debía mejorar de cara a próximo comicios. Estos son: formar una comisión parlamentaria que estudie una reforma electoral que mejore la actual; reforzar la estructura legal general, especialmente la de aquellas instituciones independientes como la Comisión Electoral de Pakistán; mantener actualizado el censo electoral, con supresión de fallecidos y adición de nuevos votantes; fortalecer el proceso de nominación de candidatos, suprimiendo requisitos subjetivos como el ser considerado un buen musulmán; monitorear la financiación electoral; reforzar la libertad y los campos de actuación de los medios de comunicación; mejorar el proceso de votación y de escrutinio, más organizado y con mejores garantías; establecer un sistema más adecuado para la resolución de las alegaciones en caso de reclamaciones electorales; promover la participación de las mujeres con políticas proactivas para su censo, así como evitar que usos tradicionales condicionen su voto o incluso les impida el derecho de sufragio; promover la participación de las minorías, suprimir sobre todo el censo especial para los ahmadies. Por último, la UE recomienda una reforma política que dote de todas las libertades y derechos civiles, al igual que el resto de las pakistaníes, a los residentes en las FATA.

Con estas recomendaciones, el gobierno de Primer Ministro Nawaz Sharif emprende un mandato que será observado con atención por la comunidad internacional. Todo ello en un país donde, como menciona Anatol Lieven en su libro Pakistan: a hard country, el estado es débil pero la sociedad fuerte. Esta sociedad se articula en una complicada red de solidaridades de hermandad denominada broderies, de grandes terratenientes o landlords, muchos de ellos líderes políticos, que articulan una relación de dependencia con sus trabajadores agrícolas, denominados feudals. A esto habría que añadirle una situación geopolítica extremadamente sensible, por la interacción en este país de los talibanes, por sus relaciones con la India y con los Estados Unidos.

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