Donostia, paradigma de la turistización en Euskadi

 

(Galde 23, invierno/2019/negua). Colectivo Mugalariak.-

Durante los últimos años, la llegada de turistas se ha multiplicado, generando no poco debate y desconcierto en la población, además de un considerable desbarajuste institucional. La expansión del fenómeno ha sido tal que, a ojos de algunos, se ha convertido en una amenaza para el futuro de la ciudad. La mayoría de las instituciones y buena parte de la prensa siguen pensando, sin embargo, que todo ello constituye una oportunidad. ¿Oportunidad, amenaza, o ambas cosas a la vez? Sea como fuere, lo cierto es que Donostia se ha convertido en el paradigma de la turistización en Euskadi y en laboratorio de políticas públicas relacionadas con este fenómeno. Ahora bien, hacer frente a este asunto requiere comprender lo mejor posible qué está pasando, lo que implicaría al menos tres cosas: 1) Ser conscientes del contexto urbano específico en el que se ha producido la eclosión turística; 2) Comprender los impactos que la turistización está generando en Donostia; y 3) Plantear con decisión una estrategia transversal para hacer frente al problema suscitado.

1.- La Donostia que se ha visto sacudida por el turismo masivo

La irrupción a gran escala del fenómeno turístico en Donostia no se ha producido de cualquier manera, sino que ha impactado sobre una realidad urbana, territorial, económica, social y política muy concreta. Una realidad que nos dibuja una ciudad con no pocos problemas, bastante frágil desde el punto de vista social, sin resolver su encaje en su área metropolitana, y sujeta a la creciente amenaza del cambio climático.

En efecto, durante las últimas décadas Donostia ha sufrido un acusado proceso de transformación que ha puesto sobre la mesa algunos problemas de especial envergadura e intensidad. Entre ellos cabe resaltar los siguientes:

– Un muy importante envejecimiento de la población ya que el porcentaje de mayores de 65 años es del 23,2%, frente al 21,7% en el conjunto del País Vasco, o al 18,8% de España. Las diferencias se hacen aún mayores si observamos la población mayor de 50 años (55,5% frente a 43,3% y 38,7% respectivamente), lo que de cara al futuro agrava notablemente el problema.

– Un encarecimiento formidable de la vida, habiéndose convertido en la segunda ciudad más cara de España para vivir, superada únicamente por Barcelona. En cuanto a la vivienda, la situación es aún peor, ya que Donostia es la ciudad con el metro cuadrado más caro de toda España.

– Una notable pérdida de diversidad comercial, con la desaparición de numeroso comercio de cercanía, especialmente en algunas zonas. La orientación hacia la población foránea en unos casos, con las franquicias que han inundado el centro de la ciudad, o la ampliación constante de la oferta orientada a la hostelería el ocio y el turismo en otros casos, así como la proliferación de centros comerciales y grandes superficies, están detrás de este proceso imparable durante los últimos años.

– Los problemas existentes para asumir un proyecto de ciudad comarcal, capaz de generar nuevas centralidades, rejuvenecer la vida urbana, crear nuevas sinergias, y aprovechar mejor los recursos. El ensimismamiento de las instituciones y de parte de la ciudadanía de Donostia, con la consiguiente dificultad para entender su entorno e interactuar con él, es una buena muestra de todo ello.

– La amenaza del cambio climático, anunciado en la recurrencia de graves episodios costeros que han provocado importantes daños en la ciudad a lo largo de los últimos años, así como en el retroceso observado en lo que a las playas se refiere, lo que supone una amenaza intuida por buena parte de la ciudadanía, pero apenas debatida social e institucionalmente.

Lo anterior ha ido aconteciendo a la vez que se debilitaba la idea de ciudad como proyecto colectivo, se aceptaban cada vez más las lógicas mercantiles como elemento motor de la vida de la ciudad en detrimento de las políticas públicas, y decaía la capacidad de las instituciones para hacer frente a las dinámicas de la globalización y del mercado.

Y, a su vez, todo ello se ha producido mientras la ciudad se recuperaba del trauma sufrido tras varias décadas conviviendo con la violencia y con una importante fractura social. En esas circunstancias, el alivio sentido por buena parte de la ciudadanía, la necesidad de pasar página, y una cierta recuperación de la autoestima colectiva y del orgullo de vivir en una ciudad tan singular como Donostia, han facilitado sin duda la penetración de un discurso tendente a medir el éxito y/o el bienestar en relación con nuestra aceptación en el exterior y, en último término, con la afluencia de visitantes.

El proyecto de capitalidad cultural de 2016 resume en buena medida todo ese conjunto de contradicciones mencionadas. Se planteó inicialmente como un proyecto regenerador concebido en torno a la participación popular, a la movilización de energías ciudadanas de todo tipo, y a la identificación de la ciudadanía con los valores de la paz y de los derechos humanos. Sin embargo, tras el cuatrienio de paralización del proyecto, se acabó proponiendo un proyecto de ciudad-escaparate, basado en una sucesión de espectáculos más o menos logrados, y cuyo éxito o fracaso pasó a depender en mucha mayor medida de la proyección hacia el exterior.

2.- La turistización de la ciudad a lo largo de los últimos años.

En este marco, someramente descrito, de fragilidad social y urbana, irrumpió el turismo a lo largo de la presenta década y lo hizo de manera inusitada, provocando no poco desconcierto, e incluso cierto rechazo en algunos sectores de la población donostiarra. Algunas voces, desde las instituciones o desde algunos medios de prensa, se empeñan en hacernos creer que no ha existido ningún boom, y que Donostia siempre ha tenido una afluencia de visitantes tan grande como la actual. Es difícil entender porqué se comportan de esa manera. En primer lugar, porque las cifras no resisten ningún análisis ya que es absurdo comparar algunas aproximaciones realizadas en 1918 1, con los datos exactos sobre pernoctaciones existentes actualmente en los registros informáticos sobre los hoteles, pensiones y pisos turísticos de la ciudad. Y en segundo término porque no hay nada más absurdo y contraproducente que negar la realidad a la hora de diseñar políticas públicas. Todo ello, además, en un contexto en el que cualquier observador sabe perfectamente que nada tiene que ver el impacto del antiguo veraneo en San Sebastián, protagonizado por personas que acudían todos los años y pasaban en ella largas temporadas, con la actual turistización que está modificando numerosos aspectos de la vida de la ciudad.

Lo cierto es que, entre 2010 y 2018, el número de pernoctaciones registradas en Donostia ha crecido de manera espectacular, especialmente en lo que se refiere al turismo extranjero, que ha aumentado en más de un 60%. A ello hay que añadir el gran número de personas que no pernoctan en la ciudad pero que la visitan a lo largo del día, especialmente en algunas épocas del año.

Este gran incremento se inscribe en una dinámica que no es exclusiva de Donostia, sino que afecta de manera global, repercutiendo muy especialmente en el turismo urbano, particularmente en determinadas ciudades. Las causas de esta nueva dinámica, que ha revolucionado el mundo del turismo, y que son analizadas en otras partes de este dossier de Galde, son diversas pero lo cierto es que este auge incontrolado del turismo comienza a ser percibido ya como una amenaza, trascendiendo de la idea de oportunidad que hasta hace poco había impregnado casi todas las visiones sobre el tema.

En el caso de Donostia, el fenómeno de turistización ha impactado fuertemente en la ciudad, provocando cambios y transformaciones que han generado debates y controversias diversas. Por vez primera en la historia de la ciudad se detecta preocupación en muchos sectores, no sólo por las afectaciones de corto plazo –principalmente aglomeraciones, saturación, y dificultades para la población donostiarra a la hora de llevar a cabo su vida habitual-, sino también por las repercusiones que el turismo puede provocar a medio plazo, agravando buena parte de los problemas ya existentes. Y es que, en efecto, los principales impactos del turismo están incidiendo en cuestiones especialmente sensibles para el futuro de la ciudad, como son algunas de las apuntadas anteriormente: encarecimiento de las viviendas, pérdida de diversidad comercial, mayor coste de financiación de algunos servicios públicos, presión sobre los recursos naturales, y amenazas a la propia identidad cultural, especialmente a las formas de vida y de relación propias de la población local.

En esa línea, la turistización impacta sobre una ciudad con importantes problemas previos, agravándolos, ya que tiende a disminuir y encarecer la oferta de vivienda de alquiler residencial, al expulsar de la ciudad a los jóvenes acelerando así el envejecimiento de la misma, al provocar sobrecostes en la prestación de servicios públicos que deben atender a mucha más gente en algunas épocas y son financiados por los donostiarras, o al alterar los usos del suelo en perjuicio de la población donostiarra. Un proceso que tiende a vaciar de vida local algunas zonas de San Sebastián, ahondando en una cierta crisis de identidad y de ausencia de proyecto colectivo en la ciudad.

Por otra parte, la turistización está incidiendo en la segmentación espacial del tejido urbano metropolitano, profundizando en una visión de ciudad escaparate, al margen de las dinámicas y las energías comarcales, lo que dificulta la adopción de medidas tendentes a una reorganización de la vida económica, social y cultural de acuerdo con una visión que trascienda los estrictos límites del municipio.

En suma, la turistización constituye hoy en día una cuestión que afecta significativamente a las dinámicas económicas, sociales, culturales y medioambientales de Donostiada, en un contexto de cierta fragilidad social e institucional como consecuencia de la ausencia de un proyecto y una idea de ciudad suficientemente compartidos.

3.- Se puede y se debe actuar desde la responsabilidad

En estas circunstancias, es preciso encarar el fenómeno de la turistización partiendo de un análisis y un debate riguroso sobre el tema, y mediante la adopción de medidas tendentes a encauzarlo dentro de unos límites previamente acordados por la ciudadanía.

En los últimos tiempos proliferan los discursos que insisten en que el auge del turismo es un fenómeno imparable, frente al que no hay que luchar sino sólo saber adaptarse a él, procurando, eso sí, un “turismo sostenible”. Sin embargo, lo cierto es que la única posibilidad de un “turismo sostenible”, no pasa por adaptarse a las dinámicas existentes sino en muchos casos por revertirlas.

Por ello, nos parece que es obligado apelar a la defensa de las políticas públicas y el interés general, sin que pueda aceptarse la resignación a que sean las lógicas del mercado las que acaben condicionando por completo el futuro de Donostiada y el de sus habitantes. Asuntos de capital importancia como el acceso a la vivienda –especialmente por parte de la población más joven-, la satisfacción de las necesidades más habituales de la población en su entorno cercano, el justo reparto de la financiación de algunos servicios, la preservación de los recursos naturales de la ciudad, o las formas de vida y de relación propias de la población local, deben ser preservados a través de las políticas institucionales.

Lo anterior obliga a estudiar con rigor la manera en que la masificación turística incide en todas esas cuestiones, y ello como condición previa para el diseño de cualquier política o plan de actuación. Y en ese contexto, la lógica adoptada hasta el momento por las instituciones no sirve para enfrentar el problema sino que, por el contrario, tiende a agravarlo. Algunas características de esa lógica, que impregna todo el discurso oficial son:

– La adopción de un lenguaje vacío a favor de un turismo sostenible y de calidad mientras, se insiste en una y otra vez en las bondades de atraer más y más visitantes: permanente autocomplacencia por los constantes records en la llegada de turistas; insistencia en que Donostia es la capital del turismo en Euskadi, por delante de cualquier otro destino; satisfacción por el cada vez mayor peso (y por tanto dependencia) del sector turístico en la economía de la ciudad…

– No reconocimiento de la magnitud del fenómeno actual, mediante la insistencia en la tradicional vocación turística de la ciudad y en la supuesta ausencia de novedades significativas, sin querer reconocer el alcance y la profundidad de las nuevas dinámicas generadas en los últimos años –la turistización-, bien estudiadas a escala internacional, y que están afectando a la ciudad de forma significativa.

– Insistencia en un discurso que contempla el turismo como una oportunidad para la ciudad, minimizando los aspectos problemáticos que está generando o enfrentándolos desde la pura retórica, como si la mera alusión de la necesidad de un “turismo de calidad” bastara para ahuyentar todos los posibles fantasmas y hacer de esa actividad una virtuosa aportación al bienestar colectivo.

– La elaboración de un Plan de Turismo escasamente consistente, a la par que incoherente. Poco consistente, en la medida en que carece de rigor a la hora de llevar a cabo un diagnóstico sobre el tema y sus principales impactos; e incoherente en cuanto que reconoce la necesidad de la transversalidad pero acaba proponiendo una hoja de ruta y un plan de actuaciones sin conexión alguna con otros planes municipales (vivienda, comercio, medio ambiente, cultura,…). Por no hablar, ni siquiera se menciona en el Plan la problemática de la financiación de servicios y del debate sobre la posible implantación de un impuesto o tasa turística para poder afrontarla.

Esta forma de abordar la problemática del turismo no es, además, exclusiva de las instituciones públicas, sino que es compartida por distintos grupos de presión y por buena parte de los medios de comunicación donostiarras, lo que dificulta la adopción de un enfoque riguroso sobre el tema, que permita contemplarlo en el marco de un proyecto de ciudad, y evitando que sea al revés: que el proyecto de ciudad acabe siendo configurado por las dinámicas del turismo y otras dinámicas del mercado, como es el caso de la apuesta por las grandes superficies comerciales.

Por otra parte, el rigor necesario para abordar la gestión pública de la actividad turística, requiere reconocer la existencia de fuertes contradicciones sociales al respecto. En este sentido, hace falta subrayar que no es cierto como dice el discurso oficial, que el auge del turismo beneficia a la ciudad en su conjunto, como si ésta fuera un todo homogéneo, ya que mientras algunos sectores ganan, otros pierden (y mucho). Mientras disminuye la oferta de pisos de alquiler y miles de jóvenes son expulsados de la ciudad, los propietarios de esas viviendas encuentran en el turismo una fuente de rentas fácil y atractiva. Y mientras miles de personas, especialmente en algunas zonas, son víctimas de la masificación y se ven abocadas a modificar sus hábitos, otros sectores encuentran nuevas oportunidades de negocio -de muy diverso tipo- en el floreciente mercado del turismo.

Por todo ello, no conviene plantear el problema como un choque entre donostiarras y turistas –como algunos pretenden hacer desde otra perspectiva- ya que no ayuda en modo alguno a encauzarlo. Es preciso reconocer que existe un conflicto entre distintos sectores de la ciudad, frente al cual unos cuentan con más resortes de poder que otros, y que debería ser encarado sin demagogia para poder plantear soluciones. De ahí que sea imprescindible una nueva visión sobre la problemática del turismo en Donostia, que parta de un buen diagnóstico de los problemas existentes en la ciudad, y de la necesaria coherencia de las políticas públicas frente a los mismos. De esta manera, las estrategias que se diseñen en relación con la actividad turística deberían articularse –y no al revés- a partir de los objetivos planteados en el conjunto de la planificación urbana en materias como el comercio, la vivienda, el transporte comarcal y metropolitano, financiación de los servicios públicos, la problemática del envejecimiento, o la apuesta que se pretende hacer por otros sectores -como las biociencias-, por citar algunas de las principales cuestiones que afectan al futuro de la ciudad.

Pretender seguir tratando un sector como el turismo como una gran oportunidad para Donostia, sin estudiar ni querer reconocer algunos impactos que se están generando en diversos ámbitos, y su incidencia en las distintas políticas públicas, constituye una gran irresponsabilidad.

Notes:

  1. La obsesión de algunos por negar la masiva afluencia de turistas que actualmente se registra les lleva a hacer comparaciones sobre pernoctaciones en base a datos publicados en 1918 en un libro de Serapio Mugica, en el que el propio autor señalaba que se trataba de una aproximación realizada en base a números proporcionados por los jefes de estación sobre llegadas de viajeros, y a través de estimaciones sobre los animales sacrificados en el matadero municipal, entre otros.

Categorized | Dossier, Economía, Política

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